La edad de la ira presenta el drama –con tintes trágicos– de un grupo de colegiales de clase media. Sus anhelos, temores y conflictos se van entretejiendo para construir una dolorosa radiografía de la adolescencia. En el centro de la historia destacan Marcos, Sandra y Raúl. Los inseparables amigos no ceden en el esfuerzo de conquistar su derecho a la autonomía y la autodeterminación.
El espectáculo plantea la búsqueda de estos espacios de reconocimiento como una empresa riesgosa y, a la vez, frustrante. La ira se convierte, entonces, en la emoción residual de las vivencias juveniles. La rigidez del mundo adulto –en los ámbitos familiar y colegial–, las dudas sobre la propia sexualidad y la incertidumbre por el futuro colocan a los adolescentes en territorios inhóspitos.
Por esta razón, son constantes las referencias a largometrajes que exploran la rebeldía de la juventud. Al este del Edén (E. Kazan, 1955) o Los 400 golpes (F. Truffaut, 1959) son algunas de las películas que Marcos –cinéfilo empedernido– y sus amigos disfrutan durante el tiempo libre. Las citas no solo perfilan los intereses artísticos de los protagonistas, sino que trazan una genealogía cultural a la cual se adhiere La edad de la ira.
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La propuesta escenográfica maneja un planteamiento sugerente. Diversas piezas geométricas hacen las veces de bancas y pasarelas que apenas requieren ajustes para adaptarse a las necesidades de los distintos ámbitos de la ficción. La arquitectura abstracta y funcional le ofrece al elenco opciones de juego con alturas variables y desplazamientos más o menos sinuosos, según la circunstancia de cada personaje.
Con los ajustes realizados por los actores, el dispositivo escenográfico se va reconfigurando hasta formar la palabra “IRA”. De esa manera, el contenedor del espectáculo se vuelve término clave y recordatorio de aquello que moviliza las emociones de los jóvenes. El guiño es un hallazgo conceptual que evidencia vías alternas y nada convencionales para pensar el diseño del espacio escénico.
El montaje es irregular en la intensidad de sus escenas. Los sucesos vinculados al desencanto, el conflicto y los desbordes anímicos resuenan con mayor convicción que las secuencias asociadas al romance o a los pleitos de pareja. Esta desigualdad se genera por una dramaturgia que raya, en ocasiones, en un discurso panfletario o idealizado alrededor de la vida adolescente.
Sobre este punto, no debe perderse de vista que el texto es de un autor español. Por eso, aunque se presenten temas que podrían considerarse “universales”, hay un obvio desfase con la realidad costarricense. Según el Sexto Informe del Estado de la Educación (Conare, 2017), los estudiantes matriculados en undécimo año, en el 2016, representaron el 45,4% de los que iniciaron séptimo, en el 2012.
Con un nivel tan alto de deserción o rezago, uno pensaría que la ira de la adolescencia costarricense no está en colegios privilegiados como el de la obra, sino en los márgenes de un sistema excluyente y poco atractivo para la mayoría. La edad de la ira es un espectáculo bien realizado, pero se percibe distante. Sin duda, hay temas urgentes que siguen a la espera de un abordaje desde la dramaturgia local.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Allan Fabricio Pérez
Dramaturgia: Nando López (España)
Actuación: Dave Jiménez (Sergio), Ether Porras (Marcos), Harvey Monestel Bolívar (Ignacio), Vivian Bonilla (Sandra), Manuel Calderón (Raúl), Malory Grillo (Brenda), Adriana Salazar Sánchez (Meri), Diego Ureña Cubero (Adrián), Claudia Catania (Ángela, personaje en soporte audiovisual)
Diseño de personajes: Micaela Canales
Confección de vestuario: John Napoleón, Mario Núñez
Diseño de proyección: Gustavo Abarca
Diseño escenográfico: Mariela Richmond
Asistente escenografía: Fabiana Obando
Confección escenográfica: Alejandro Méndez
Diseño gráfico: Arte Insomne
Composición musical: Fabián Arroyo Solano
Intérpretes musicales: Roberto Herrera (guitarra eléctrica) y Priscilla Vargas (violín)
Iluminación y efectos sensoriales: Luis Ernesto Solís y Allan Fabricio Pérez
Montaje de iluminación: Leonardo Torres
Programación técnica, aportes al equipo de arte y diseño sonoro: Luis Ernesto Solís
Técnicos en cabina: Luis Ernesto Solís, Kathleen Muñoz, Pablo Méndez
Fotografía: Hellen Hernández
Video publicitario: Erick Meza
Producción: Susan Vargas Chacón
Espacio: Teatro Universitario (UCR)
Fecha: 23 de marzo de 2019
Obra ganadora del Concurso de Puesta en Escena 2019