12/12/2012 En Guanacaste en el pueblo de Nambi en nicoya en la coyolera Tony /Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
Tanto en la capital del buen vino de coyol, Nambí de Nicoya, como en la coyoleras de Santa Cruz, sus dueños esperan esta semana conquistar a más clientes con su arte vertido en botella y, desde ahora, hacer su aguinaldo.
Más de uno se las ingenia para ofrecer algo bonito y diferente. Por ejemplo, en la Coyolera de Tony este año habrá un ranchito singular que ya no es el de palma de coco sobre el techo, sino de palo de coyol en forma de teja.
Para refrescar aún más el lugar, hay variedades de macetas. Don Julio Antonio Tony Muñoz usó troncos de árbol como maceteras; esto le confiere un matiz diferente al sitio, que llama la atención de quien llega por un frío vino de coyol, acompañado de buena “gallina achotada”.
Don Tony tiene más de 20 años de comercializar el vino de coyol, bebida natural que tiene un espacio en la tradición guanacasteca. Su rancho se alza 25 metros al norte del bar La Trampa, en Nambí. Muñoz contó que él aprendió a abrir el palo de coyol hace más de 30 años, pero explicó que cortarlo y abrirlo tiene su maña.
“Para botar el palo, debe hacerse tres días después de la Luna llena y con la marea alta; a los ocho días de cortado, se jala y ya se puede abrir en la parte donde está el palmito. Un palo suele durar un mes y se le saca el vino cuatro veces al día. El que se saca en la mañana es el más fuerte, mientras que el de mediodía, es el más dulce” detalló.
Otras coyoleras, como La Fuente de Oro, Macho y La Olla de Oro, ya están operando tras conseguir los permisos sanitarios de ley.
La gran mayoría de coyoleros compra las palmas en sitios como Sabana Grande, Florida, Tierra Blanca, Quiriman de Nicoya, o en Santa Bárbara de Santa Cruz. En esos lugares, venden la palma cortada a ¢20.000 cada una y la entregan puesta en el rancho, con ayuda de yunta. A cada palma le sacan hasta 70 litros de vino en un mes. Cada litro vale ¢1.000.