70 años de Teatro Universitario: 7 momentos que definieron el proyecto escénico

El semillero artístico de la Universidad de Costa Rica festeja a lo grande su aniversario y presenta su variada cartelera para este año de celebraciones

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Se cumplen 70 años de una de esas criaturas curiosas que en buena hora puede engendrar el arte. El Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica celebra una vida de mezclar mundos: el de la formación con el de las presentaciones formales.

Ese reto complejo, pero necesario, que tiene como corazón al recinto escénico ubicado en San Pedro de Montes de Oca, es una maquinaria que, más allá de ofrecer una cartelera siempre interesante, es un semillero de actores, directores, dramaturgos, diseñadores escénicos y de profesionales en todas las labores que conlleva la puesta en escena sobre las tablas.

Ya que rememorar es celebrar, hacemos un repaso sobre algunos de los momentos cardinales para la consolidación de un espacio de creatividad y pedagogía, que funciona como liga de crecimiento para las artes costarricenses. A continuación, los puntos históricos que llevaron a la existencia al Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica.

La víspera: claro está que sin universidad no pudo haber teatro. La fundación de la Universidad de Costa Rica, en 1940, despertó una inquietud por las artes escénicas. “Por ahí del año 45 y 46, la gente se puso a hacer teatro en la Facultad de Filosofía y Letras y, poco a poco, empezaron a formarse grupos”, dice Juan Carlos Calderón, actual director de la Escuela de Artes Dramáticas y el Teatro Universitario. “Recordemos que la tele no existía en este país y solo el cine parecía importante. Con estos grupos que se presentaban en el Paraninfo de la antigua universidad se hacía notorio el hambre por otras cosas”, agrega.

El comienzo de todo: para 1950, las autoridades notaron la necesidad de crear un teatro oficial que fuese subvencionado por la universidad. El poeta Alfredo Sancho Colombari promovió su creación y dos años después llegó al país una compañía española llamada Lope de Vega que influyó en la construcción de la filosofía del grupo, según Calderón. “Algunos de estos artistas españoles se quedaron aquí a dirigir obras y formar parte del Teatro Universitario”, menciona.

Interés en el teatro universal: dos décadas después de su creación, el Teatro Universitario fijó su mirada en títulos del teatro norteamericano y teatro español. “Fue una mirada más universal, con textos como Antígona, La zapatera prodigiosa, Un trágico a pesar suyo, Pigmalión, Preciosas ridículas, El emperador Jones y otros...”, señala calderón.

Aparecen figuras: La familia teatral de los Catania (venida de Argentina) y Juan Enrique Acuña fueron dos de las figuras que cambiaron el repertorio del Teatro Universitario, dándole prioridad a los tres destacados dramaturgos del país: Daniel Gallegos, Samuel Rovinski y Alberto Cañas.

“Por ejemplo, los Catania montan Las fisgonas de Paso Ancho (de Samuel Rovinski), que fue un boom en diferentes lugares del país. Miraron a los autores ticos porque en los 70 hubo una preocupación del Estado por la cultura, por las artes, y comprobaron que el teatro servía para algo. No en vano es el período de oro del teatro costarricense”, recuerda Calderón. Justo en los 70 fue cuando se fundó la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, para profesionalizar el teatro costarricense.

Cambio de manos: tras una época de amplio repertorio latinoamericano, el Teatro Universitario dejó de pertenecer a una comisión de la Vicerrectoría de Acción Social y pasó a manos de la Escuela de Artes Dramáticas. “Hay cambios. En los 90 comienza una preocupación e interés para que los estudiantes sean los protagonistas de la escuela, por lo que se dice: ‘Bueno, vamos a tener un teatro profesional con actores de trayectoria costarricense, pero también jóvenes estudiantes’. Ese intercambio con profesores y docentes se vuelve sólido y así es como el teatro se vuelve una práctica profesional”, afirma Calderón.

Sobre las propuestas construidas por estudiantes, la exdirectora María Bonilla afirma: “Es muy difícil, pero con una política teatral clara, que no se deje llevar ni por 'modas’ ni presiones, se hace un camino”.

Nuevo milenio, nueva tendencia: "En los 2000 se manifiesta un nuevo perfil de estudiante y surgen muchas inquietudes por parte de los docentes para hacer experimentación e investigación artística, señala Calderón. “No solo se trata de tener como referentes a autores importantes, sino que también el alumno crezca”. Parte de estos procesos de experimentación involucran la participación de otras disciplinas artísticas como la danza, la plástica, la música, el videomapping y otros recursos para ser usados en las puestas en escena, así como temáticas que resulten cercanas a los autores. “Por ejemplo, en los últimos años se ha hablado de suicidio juvenil, de problemas ecológicos, de familias disfuncionales, de medios de comunicación... Esto crea un espectro grande que pretende crear visionarios desde la universidad”, agrega.

Futuro: ante la integración de otras artes, la experimentación parece primar. “Estamos en un momento de reflexión sobre tres dimensiones del teatro: escolar, donde se montan obras de estudiantes dirigidos por ellos mismos acompañados por la dirección de la escuela; la primera obra profesional, que es el programa Jóvenes dirigiendo para tener un acercamiento a presentarse en el teatro; y la rama profesional, donde se realizan uno o dos montajes al año”, explica Calderón. Por su parte, Bonilla señala: “Creo, estando alejada desde hace varios años, que el Teatro Universitario está en un momento crucial, en el que debe plantearse su existencia misma, sus políticas, su repertorio, a quiénes van dirigidos sus espectáculos y qué visión de la realidad costarricense están mostrando y por qué”.

Cartelera para el año de celebración

La primera obra del año de celebración de Teatro Universitario será El crimen nuestro, espectáculo creado y dirigido por Kyle Boza, quien viene de ser aplaudido por Silencio de trenes y amantes. El joven dramaturgo regresa a escena con una propuesta que pretende transformar el lenguaje de la danza en una obra teatral, que aborda la historia de dos familias costarricenses que se ven sumidas en dinámicas patriarcales, machistas y de violencia. De paso, esta obra es un homenaje al montaje El crimen nuestro de cada día que realizó Danza Universitaria a comienzos de la década.

“Es un homenaje a esa danza porque tomamos los temas de la coreografía, como la violencia de género, y nos preguntamos: ¿de quién es la culpa cuando ocurre una agresión? ¿Es de quién comete el acto o es algo social? ¿Es un crimen que se gesta desde meses antes por culpa de nuestra cultura de la violencia?”, dijo previamente Boza. La pieza tendrá funciones del 19 de marzo al 5 de abril; y del 16 al 19 de abril.

El siguiente montaje será Nuestra Señora de las Nubes, de Arístides Vargas, obra que se enmarca en la temporada del programa Jóvenes dirigiendo. Este título, dirigido por Alex Condori, es una obra que pretende poner en primer plano las revueltas violentas que han ocurrido en América Latina. “Es un rompecabezas que se arma para no olvidar dichos actos y, sobre todo, no repetirlos”, adelanta la producción. Estará en cartelera del 7 al 31 de mayo

Le seguirá otra obra de este mismo programa. Se trata de ¿Quién habla cuando hablo?, escrita y dirigida por Milena Picado Rossi, y con funciones del 20 de agosto al 13 de setiembre.

"La directora apunta que la inestabilidad ontológica propia del sujeto contemporáneo deviene en una crisis entre identidad y pluralidad, donde la realidad está constantemente determinada por la mirada de la otredad. Entramos, por lo tanto, en un terreno donde se cuestiona la realidad, ya que ésta no es solamente una, hay tantas realidades como sujetos en el mundo. El transcurrir del tiempo también es relativo; por lo que se hace imposible ubicarnos en un solo momento inequívoco de la existencia de nuestra protagonista, sino que habitamos la simultaneidad y la multiplicidad de su existencia”, se lee en la sinopsis de la obra.

Dentro de la variada programación, Teatro Universitario presentará teatro infantil. Tras los destacados montajes El Principio de Arquímedes y La edad de la ira, el dramaturgo Allan Fabricio Perez presenta Valentín canta una canción mientras las nubes siguen ahí.

“Lo que quise tratar en esta obra fue el tema de Latinoamérica con la guerra, y cómo esta influye en la perspectiva de un niño. Sus abuelos tratan de explicarle qué es la guerra, pero no lo hacen adecuadamente. Además, el niño debe lidiar con un duelo personal que se suma a estos problemas”, adelanta Pérez. El dramaturgo confiesa que la inspiración para la construcción del relato se gestó ante el auge de conflictos armados en la región.

Este texto resultó ganadora del Primer Concurso de Dramaturgia Infantil y será dirigida por Cristina Arce. Se presentará en setiembre, con fechas por definir.

También se realizarán dos coproducciones con Teatro del Sol. La primera será Cementerio de ballenas, dirigida por Andrea Miranda y disponible en cartelera del 4 al 21 de junio. El otro montaje será Datsun 120, dirigida por Cristina Arce y con funciones del 22 de octubre al 8 de noviembre.

Ambas obras se presentarán en el Teatro de la Facultad de Artes.