El proceso de colonización inglés sobre Australia fue realmente cruel: fue una política de despojo a partir de 1770, cuando el capitán James Cook puso la bandera del Reino Unido en suelo australiano, basándose en el axioma imperial inglés llamado “Terra Nullius”. Este principio establecía el injusto concepto de que las tierras que habitaban los nativos australianos no tenían dueño.
Los tiempos han cambiado, aunque se mantienen evidentes residuos colonialistas en ciertas partes de la geografía australiana y un trato desigual para los aborígenes de dicho lugar. En el arte de la glosa, esas diferencias se señalan dentro del argumento de una interesante película australiana estrenada de manera exclusiva por Netflix.
El filme se titula Cargo (2017), dirigido por Ben Howling y Yolanda Ramke a partir de un corto que habían hecho en el 2003. El guion está firmado por Yolanda Ramke y muestra la lucha de un padre de familia, Andy, por salvar a los suyos ante una inexplicable pandemia: sucede que algunos habitantes se han convertido en zombis y es fatal ser mordido por ellos.
Según la película, los aborígenes parecen haber encontrado la manera de aislarse de dicha pandemia. Para salvar a su familia, Andy los busca y, por ello, se establece una curiosa amistad entre una muchacha aborigen y la pequeña hija de Andy. De esa manera, el filme corre no solo por una trama de aventuras, alivianada del terror cajonero, sino que también se endereza por el camino del misterio y, con ese sustrato, se adentra en el suspenso.
Aquí los zombis son el pretexto para plantear cosas más importantes que una mordedura pandémica. El problema es que, por esto mismo, el argumento abusa de puntos suspensivos o cae en tiempos muertos, como si la historia perdiera –por secuencias– su dinamismo dramático. Podemos decir que su compás y sus pasos narrativos son irregulares, o sea, falla en el cálculo de los tiempos.
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Por dicha las actuaciones están a la altura de los personajes con sus dilemas. Sobresalen Martin Freeman como Andy, el padre de familia, y Caren Pistorius como Lorraine, interesante personaje secundario, como la mujer esclavizada por los esquemas de una sociedad machista y, si se quiere, salvaje. ¿Herencia del colonialismo inglés?
En ese marco, tanto la música como la fotografía contribuyen a resaltar la ansiedad humana de sus personajes, así en medio del desolador y amplísimo paisaje australiano, donde los “muertos vivientes” se esparcen sin criterio alguno: están aquí o allá, solos o en grupos y atacan o se mantienen al margen.
Es cuando a las panorámicas del filme (bien manejadas) parecen decirnos que el desierto es la expresión última del derrumbe de la sociedad. Luego, con los acercamientos de cámara, se sugiere que la esperanza para la raza humana está en el misticismo de los aborígenes. Es valioso el aporte conceptual de Cargo, casi siempre bien correspondido por sus imágenes en pantalla.
Es sugestivo preguntarse si los directores (él y ella) quisieron plantear un filme místico. Hay secuencias que así lo dicen y las hay que no lo plantean. Esto último porque deben mantener el aura de aventura y acción que le corresponde a un cine también entendido como algo comercial. Igual, queda mi recomendación para que vean Cargo en Netflix.
Ficha técnica:
Título original: Cargo.
País: Australia, 2017.
Género: Fantástico.
Dirección: Ben Howling, Yolanda Ramke.
Elenco: Martin Freeman, Anthony Hayes
Duración: 105 minutos.
Plataforma: Netflix.
Calificación: ***