Eso sí, el público infantil goza ante un bendito roedor que busca evadir su trabajo como repartidor de dulces el día de Pascua. Hablo de un conejito a quien le gusta más tocar la batería y ser roquero que andar por ahí visitando casas con su original vehículo volador, impulsado por una bandada de pollitos amarillos. Amén de sus manos prodigiosas para tocar la batería, este conejito tiene algo interesante: sus caquitas son expulsiones de confites sabrosos.
Un día, antes de la Pascua, nuestro héroe huye de la isla de Pascua. Su padre, el viejo conejo encargado de repartir dulces a los niños, entra en aflicción: ¿quién lo va a sustituir si el hijo solo piensa en ser roquero? En su fuga, por la ciudad, el conejito se encontrará con un joven, quien también le huye al trabajo, por lo que el muchacho igual tiene conflictos con su padre. El tema fabulador de la película (moraleja) está claro para niños y adultos.
La película tiene secuencias bastante humorosas, como cuando la bella hermana del joven encuentra al conejo y cree que es un peluche. También hay secuencias que son puro relleno para alargar la película, como la persecución que un comando roedor hace para capturar al conejo pascual.
Hay situaciones forzadas, por lo que se pierde el concepto unificador del argumento. Es cuando la trama parece ir a la deriva. Algunos conflictos se quedan en el aire, como el nunca bien resuelto motín de la cuadrilla de pollitos, encabezado por un pollo grandote al que le han de salir orejas y cola de conejo.
Tampoco hay mayor hondura con la caracterización de los personajes, por lo que uno siente que el filme se trivializa desde el mismo libreto. La puesta en imágenes deviene eficaz con la mezcla de actores reales y animados, solo que las malas actuaciones de los “reales” afectan la credibilidad general del argumento.
La música es agradable, pero se percibe forzada en distintas secuencias, tanto como el propio ritmo del cuento: este largometraje tiene, por momentos, el paso de una liebre, pero –en otras secuencias– a la liebre se le pega el caparazón de una tortuga. Por último, el filme nunca logra acercarnos a la sensibilidad del día de la Pascua que, en Costa Rica, no es tradicional.