Este lunes, el director de cine iraní Abbas Kiarostami , ganador de la Palma de Oro de Cannes por la cinta El sabor de las cerezas , falleció a sus 76 años.
El cineasta murió en París, ciudad a la que se mudó para recibir tratamiento por su cáncer gastrointestinal detectado en marzo de este año. Kiarostami era reconocido por cintas como Primer plano (1990) y Copia certificada (2010). También era un reconocido fotógrafo y poeta.
Asghar Farhadi, compatriota suyo ganador de un Óscar, le dijo a The Guardian que se iba a encontrar con su amigo anoche en París. Agregó que estaba “muy triste, en estado de shock ”. “No sólo era un cineasta”, agregó Farhadi. “Él era un místico moderno, tanto en su cine como en su vida privada”.
El director de La separación añadió que el éxito del multipremiado cineasta les había abierto espacios a muchas generaciones de cineastas iraníes. “Pavimentó caminos para otros e influyó en una gran cantidad de personas. No es solamente el mundo del cine el que ha perdido a un gran hombre; todo el mundo ha perdido a alguien muy grande”, aseguró.
Legado. Kiarostami nació en 1940 en Teherán, y estudió pintura en la universidad capitalina. Comenzó a trabajar como diseñador gráfico y realizó múltiples anuncios televisivos.
En 1969 se unió a Kanun (Centro para el Desarrollo Intelectual de Niños y Jóvenes), donde se hizo cargo del departamento de cine y empezó a filmar sus obras.
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El reconocimiento internacional le llegó con ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987), premiada en el Festival de Locarno. A ella se le sumarían dos películas para conformar la llamada “trilogía de Koker”, filmadas en un pueblo en el norte de Irán.
La trilogía la completaron Y la vida continúa... (1992) y A través de los olivos (1994). En estas últimas el director comenzó a experimentar con la mezcla del documental y la ficción.
Abbas Kiarostami fue, por encima de todo, un defensor del arte, de la libertad de expresión y del pueblo iraní.
Para poder seguir trabajando, algo que las autoridades de Irán le impedían e impiden todavía a varios cineastas que difieren de la línea oficial, Kiarostami tomó una difícil decisión: residía en su país, pero trabajaba en París, donde gozaba de la libertad que se le negaba en su tierra.
“Las limitaciones no son agradables, pero lo más importante es qué hacemos con este descontento: ¿dejamos de trabajar o buscamos soluciones para seguir en el camino como artistas y poder conseguir éxitos? ”, se preguntó en una rueda de prensa en Murcia, España, en el 2012.
“Es un cineasta muy importante en el panorama de las últimas décadas, al menos desde mediados de los 80. Se constituyó como una figura de referencia muy importante, primero en el cine iraní y después fuera de su país”, comentó Jurgen Ureña, director del espacio Preámbulo , del Centro de Cine de Costa Rica.
Ureña agregó que el trabajo de Kiarostami es muy importante no solo porque realizó un cine poético, reposado y algo minimalista en su contenido, sino porque constantemente reflexionaba sobre su propia producción de una manera teórica.
Con él concuerda el crítico William Venegas: “Fue poco entendido. Kiarostami rompió con los moldes anteriores del cine de su país, lo que le permitió darle valor internacional y, con él, volcar una mirada al cine iraní”.
Kiarostami fue fiel a su modo de hacer las cosas en todos sus trabajos. Es un estilo preciosista, lento, en el cual el ritmo de la narración se adecuaba a una cadencia casi irreal en el acelerado mundo actual, pero que reflejaba a la perfección la veracidad del mundo que el cineasta no quería ver desaparecer, con largos planos secuencias y estremecedoras panorámicas, describe EFE.
Desde su privilegiada posición en el panorama cinematográfico internacional, Kiarostami no desaprovechó ninguna oportunidad para denunciar la represión cultural en su país y defender a otros cineastas, como el detenido Jafar Panahi.