‘A Ghost Story’: Los muertos también viven el duelo

Llega a salas el nuevo filme de David Lowery, obra que se atreve a decir mucho con muy poco. Un relato que, lejos de asustar, recuerda con romance el sueño de sentir

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No ha pasado ni un minuto del filme A Ghost Story y la impresión de un mundo perdido es evidente. El primer fotograma enseña a dos personajes ensartados en un recuadro de bordes redondeados que, como si se tratara de una vieja postal de viajes, sugiere un tono nostálgico y doloroso.

La primera escena muestra a Casey Affleck –quien interpreta a un músico llamado C según señalan los créditos– acompañado de su pareja interpretada Rooney Mara, –llamada M–. Entre ambos comentan la idea de una mudanza, sin saber que las vidas de ambos están en un viaje inexorable.

Tan solo un par de escenas después, C aparece muerto tras un accidente de tránsito y es llevado a una medicatura forense. Dentro del recinto, se muestra el cuerpo de C cubierto por sábanas. El plano se sostiene durante varios segundos y, de repente, se levanta de la cama una figura sobrenatural: un fantasma con una manta blanca y agujeros en los ojos (como si se tratata de un disfraz de Halloween hecho en apuros).

El fantasma de C comienza su camino de regreso a la casa que compartía con M y da paso a esta historia poco tradicional, donde los diálogos escasean al igual que en los recuerdos más profundos del ser humano, y donde lo más importante es cómo el latido de la muerte puede resonar más duro que una vida.

La historia del cine ha demostrado cómo los humanos vivimos el duelo pero, ¿cómo sufren los muertos su propio luto?

"A cualquier hora suena una puerta"

En una granja de Texas, un niño lloraba todas las noches. Tenía miedo y le costaba dormir. Su casa no era más que un hotel de lujo para fantasmas, con pasillos encantados y miradas escondidas.

Ese niño se llamaba David Lowery, el cineasta que escribió y dirigió A Ghost Story. A diferencia de los temores infantiles, el fantasma de su película no asusta ni genera gritos, aunque recuerda el temor existencial que aqueja a cualquier ser viviente.

La memoria de los temores infantiles volvió a colarse en Lowery hace un par de años, mientras leía un artículo de la revista The New Yorker. La publicación hablaba sobre un inminente terremoto que derrumbará, tarde o temprano, la costa oeste de Estados Unidos. “Leer ese texto me puso a enloquecer. Yo estaba pasando por una crisis existencial en ese momento”, le confesó el director al periódico inglés The Guardian.

El frenesí alcanzó niveles tan altos que, una vez que Lowery acabó la filmación del filme de Disney Pete´s Dragón, el cineasta escribió en tan solo un día el primer borrador de A Ghost Story.

Relaciones complicadas con su esposa, peleas familiares, miedos existenciales y recuerdos traumáticos permearon una película prevista para la meditación, las tomas largas y escasez de diálogos. ¿Quién se atrevería a financiar una película así?

Lowery lo tenía claro así que, en secreto, tomó parte del cheque que le giró Disney por su última película y comenzó a grabar, sin el conocimiento de nadie, este drama intimista. Le escribió a Rooney Mara y Casey Affleck –quienes trabajaron con él en Ain´t Them Bodies Saints (2013)– y tan solo dos meses después de terminar Pete´s Dragon Lowery ya estaba rodando A Ghost Story.

“Estoy preparando una película un poco extraña, ¿estarías interesado en participar?”, le dijo Lowery en un mensaje a Casey Affleck. “Claro”, le contestó el actor.

Sin estar lo suficientemente consciente, Lowery se sometía a un riesgo supremo: pretendía colocarle una sábana blanca durante el 90% de la grabación al actor que ese mismo año ganó el Óscar por mejor interpretación masculina…. Y así lo hizo.

Una vez acabado el montaje de A Ghost Story, tanto Affleck como Mara se sorprendieron con la obra final. Los extensos planos sostenidos, que dan la impresión de tiempo acumulándose en pantalla, convencieron a los actores de que el filme habla sobre el tiempo, la memoria y cómo el espectador, a través de los ojos del fantasma, sufre de impotencia.

Una escena muy particular que ha dividido la crítica de (los pocos) que han visto este filme independiente sucede cuando el personaje de Mara llega a su solitaria casa y encuentra una tarta familiar en la mesa de la cocina. El fantasma de C mira a M sin que ella sepa que está ahí.

La viuda toma la tarta y se lanza al suelo para devorarla. Durante cinco minutos, Lowery mantiene el escalofriante momento sin cortes. Ella continúa comiendo con el fantasma mirando y la pantalla se carga de un lamento inflingido.

“Es la escena que más me enorgullece de todo el filme”, ha dicho Lowery a distintos medios. “No es un deleite al dolor. Simplemente se trata de ser humano”.

Esta escena demostró que, a pesar de que la pantalla se muestre en formato 4:3, existe una inmensidad en cada fotograma que aleja al filme de pretensiones y ridículos. El compromiso orgánico de Lowery con su obra es tanta que el mismo director interpreta –bajo la sábana– a uno de los entes sobrenaturales con los que el fantasma de C se comunica.

Aunque se pueda hablar de fantasía, figuras de ultratumba y pérdidas, A Ghost Story se escapa de cualquier catalogación.

Como el mismo Lowery lo ha confesado, es un filme que avanza entre tiempos y recuerdos hasta un final tan inesperado como inolvidable.

A Ghost Story se estrena en el Cine Magaly el jueves 21 de junio en con tres funciones: 4: 45 p. m., 6:40 p. m. y 8:35 p. m. El costo de la entrada general es de ¢2.500 y estudiantes con carné pagan ¢2.000.

Las entradas se pueden adquirir en la boletería del cine y en la página cinemagaly.com. El filme es apto para mayores de 12 años.