Desde su regreso al centro de San José, en el 2016, el carnaval ha generado gran expectativa entre los costarricenses y las autoridades municipales que se propusieron revivir una tradición que por años llevó la fiesta a la capital.
Este 27 de diciembre prometía ser ese día perfecto para ver un carnaval único: el clima era inmejorable y las calles estaban repletas de un público que esperó por horas el prometedor evento.
Faltaban solo minutos para las 2 p.m. y mientras unas se terminaban de acomodar las coronas de plumas y brillantes en su cabeza y practicaban los pasos de baile a un costado del Teatro Nacional, otros probaban sus instrumentos. Más atrás los dueños de los carros antiguos le daban una última limpiada a su vehículo y las máscaras de El Porcionzón, Maikol Yordan, Juan Vainas y Elodia empezaban a colarse entre los protagonistas del show.
Pronto Saca Boom comenzó a sonar y los integrantes del grupo caribeño Marfil iniciaron su recorrido por la Avenida Segunda entre la ovación de la gente, que no podía evitar bailar cuando los veía.
La agrupación integrada por Isidor Asch, Rogelio Tipí Royes, Ricardo Espinach, Roberto Moscoa, Omar Gauna, Gonzalo Barrantes y Orlando Quesadafue escogida por la organización como la dedicada del carnaval por su talento, su espíritu y su trayectoria y, fueron los encargados de arrancar el desfile.
“Este es el primer año que tenemos dedicado y que mejor que sea un grupo emblemático del Caribe y que sea Marfil. Este es un evento que estamos tratando de hacer paulatinamente y el año entrante vendrán más elementos para que el carnaval sea lo que siempre ha sido”, dijo Leonardo Araya, presidente de la Comisión de Festejos de San José.
A partir de allí todo fue una completa fiesta y las plumas, los adornos brillantes, las minifaldas, los pantalones holgados en colores fosforescentes y por supuesto los tambores se adueñaron del lugar.
Los primeros en desfilar fueron Los Brasileiros, una reconocida comparsa limonense que, tras 20 años de ausencia este 2018, decidieron regresar a la capital para encender las calles josefinas. Y lo lograron.
La comparsa, integrada por aproximadamente 150 personas, disfrutó su momento y demostró el talento que existe en Limón.
Mientras tanto, en las orillas de calle no faltaron los puestos con ventas de copos, tampoco los vendedores de anteojos, sombreros y hasta banquitos.
Los carros antiguos no pasaron inadvertidos y generaron la curiosidad del público que miró con atención cada modelo y en ocasiones hasta burlaron la seguridad para poder tener una foto junto a uno de los 152 vehículos, que pese a los años se mantienen intactos.
Luego vino el turno de las motocicletas, un total de 190 ejemplares de diferentes épocas, estilos, colores y tamaños que arrancaron los aplausos de la gente.
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La alegría del tico no faltó entre una comparsa y la otra, ya que más de uno se coló en el festival para hacer su propio espectáculo: un par de jóvenes mostrando su dominio con un balón de fútbol, al tiempo que ‘la negra’ y más tarde ‘la macha’ bien identificadas se disponían a saludar al público con sus trajes coloridos y sus bailes energéticos.
Pero si algo llamó la atención en el evento fueron Juan Carlos Rojas y Tomás Cinalli, dos jóvenes quienes no superaban los 20 años y que con anillo de compromiso en mano y un ramo de rosas, llevaban cada uno un rótulo de “Busco novia”.
“Hay muchas mujeres que son tan difíciles que tuve que venir acá a buscar novia, me quiero quedar con la más linda”, afirmó Cinalli.
Las cimarronas también fueron parte del show con su característico sonido y con las mascaradas, que sacaron las risas y pusieron a cantar y a bailar a las familias enteras.
La tarde caía pero la samba y los tambores continuaban acaparando la capital con su característica alegría y el carnaval josefino dejó claro por qué quiere seguir contagiando de sabor a los costarricenses.