Si de escoger el mejor debate en virtud de su utilidad para el elector se trata, me decantaría por uno que no fue televisivo sino radiofónico: el de Noticias Monumental, que vale aclarar sí tuvo componente audiovisual, tanto en Canal 2 como por streaming. Es la segunda elección consecutiva en que Monumental ofrece el enfrentamiento de mayor calidad, con un manejo exquisito del tiempo y las dinámicas por parte de su director, Randall Rivera. Los candidatos acataron las reglas, y los intercambios fueron tan respetuosos como se podría esperar. Todo salió bien.
De vuelta en la televisión, hubo de todo. Trece Costa Rica Televisión produjo dos formatos distintos, el Debate de todos (auspiciado por el Tribunal Supremo de Elecciones), y Mesa 13; mientras que ExtraTV, Teletica y Repretel se plegaron al estilo más tradicional de juntar solo a los que comandaban la intención de voto.
Las producciones del Sinart fueron abiertas a los 13 aspirantes. Si bien esto le da la misma exposición a favoritos que a minoritarios, también diluye el intercambio. Mesa 13 resultó una propuesta atrevida, pues dejó que los candidatos discutieran sin moderadores ni agenda, en un departir ameno y respetuoso (aunque la ausencia de tres de los favoritos le restó atractivo).
El debate de ExtraTV fue con gradería de sol, coloquial y ocurrente, mezclando desde segmentos casi infantiles (“diga algo bueno y algo malo de los demás candidatos”) hasta otros de gran significado (como darle la oportunidad a una mujer transgénero de hacerle una consulta a Fabricio Alvarado).
El de Teletica fue el debate más publicitado, especialmente por los reclamos del PAC ante la invitación casi sobre la hora de Carlos Alvarado. En el encuentro del 7 se dio licencia para que los contendientes fuesen teatrales y agresivos, llegando al extremo del ridículo (y el peor cálculo efectista) cuando Rodolfo Piza le recetó una botella de enjuague bucal a Antonio Álvarez Desanti.
El cierre de la temporada le correspondió a Repretel, cuyo debate fue para el olvido. Los ¿moderadores? dejaron que la discusión se desbocara sin control, y los participantes se enredaron en una guerra de lodo que alcanzó niveles de bochorno cuando Piza (de nuevo) perdió la compostura ante una acusación a todas luces falsa de Rodolfo Hernández. Si bien el doctor se avergonzó frente a todo el país con el cuento del caballo, al final lo que quedó en la memoria fue la gritadera absurda de Piza.
Otro tema fue la definición de quiénes serían los llamados a debatir. Más allá del esperable ejercicio democrático del Sinart, está claro que las televisoras privadas no podían incluir a los 13 candidatos –ni estaban obligadas–. Sin embargo, basar el criterio en las encuestas no siempre funcionó y se prestó para señalamientos, pues, por ejemplo, ExtraTV participó a Edgardo Araya y no a Carlos Alvarado, que le sobrepasaba en preferencia, y los planes iniciales de Teletica y Repretel no tomaban en cuenta a los dos candidatos que finalmente se medirán en segunda ronda. Además, en todos los debates se le abrió espacio a Rodolfo Hernández, cuya participación se limitó a crispar los nervios de su tocayo Piza (y lo logró, al igual que Juan Diego Castro dedicado en exclusiva a exasperar a Álvarez Desanti).
¿Resultaron útiles los debates televisivos para fundamentar el voto? No estoy seguro..., pero de que fueron entretenidos no cabe la menor duda.