Página Negra: Dolores O’Riordan, el amargo sabor del arándano

Una de las mujeres más ricas de Irlanda nació y creció en la pobreza, padeció severos traumas infantiles que afectaron su carrera artística; enfrentó depresiones, ataques de ira y una muerte extraña.

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El pasado siempre vuelve. Pobreza, promiscuidad y abusos sexuales. Todo lo superó con fortaleza, constancia y trabajo, mucho trabajo. Tenía dos días de nacida, el 6 de setiembre de 1971, cuando Terence –su padre– pegó contra un muro con su motocicleta y quedó paralítico.

La desgracia cayó como un vendaval sobre su casa. Era la menor de siete hermanos y vivían hacinados en una casucha de dos cuartos en Limerick –Irlanda–, un pueblito agrícola.

Entre todos asumieron las tareas de labranza, mientras la madre –Eileen– trabajaba en un pequeño restaurante-bar, para ajustar más dinero y mantener a la familia.

A los cinco años, Dolores O’Riordan era un torbellino. Usaba el pelo muy corto y andaba en pandilla con sus hermanos; peleaba con ellos, corría, se ensuciaba y era como le gustaba ser, aunque la tildaran de machorra. Por aquellos días asistía a la misa dominical, tocaba el órgano y cantaba.

Un día la hermanita menor incendió por accidente la casa y quedaron desamparados; los vecinos recolectaron dinero y les regalaron una vivienda, más grande y cómoda.

En la escuela tuvo pocas amistades, pasaba sola y a los doce años escribió su primera canción, Calling, dedicada a uno de sus maestros. Los otros niños la detestaban y la apodaron “La chica que escribe canciones”. En realidad componía piezas religiosas.

Le gustaba escuchar la música de Duran Duran, The Smiths, Sinead O’Connor y Patsy Cline. Parecía una adolescente común, de no ser por el secreto que le roía las entrañas.

El tiempo pasó y a los 20 años reemplazó a la cantante estrella de la banda The Cranberry Saw Us, que más tarde quedaría solo en The Cranberries. Tenía conductas caprichosas, hubo ocasiones en que cantó de espaldas al público.

Sin darse cuenta, fue víctima del éxito. A los 22 años grabó Everybody Else Is Doing It, So Why Can´t We?, que incluía el tema Linger, sobre el rechazo y las frustraciones del desamor adolescente.

La fama le explotó en la cara. Grabó varios álbumes más y tras vender 40 millones de discos dejó la agrupación; el resto de la banda siguió otro camino.

“En ese momento pensé que nunca más volvería a hacer música, que en mi vida necesitaba encontrar cordura al ciento por ciento, y quería ser madre y una esposa. No quería ser una persona famosa o estar en una banda. No quería tener contratos en mi vida. En resumen, necesitaba encontrar elementos de mi vida que sentía que había perdido“. Tenía 41 años.

Aún estaba casada con Don Burton, quien fuera representante de Duran Duran, y tenía tres hijos: Taylor y dos niñas, Dakota y Molly.

Pero algo comenzó a cambiar dentro de Dolores, viejos sinsabores volvieron a su vida, en especial uno en el 2011: de casualidad encontró en el funeral de su padre a un hombre que creyó haber sepultado cuando tenía doce años.

La zombie

Primero fueron unos intensos dolores de garganta que la obligaron a suspender varias giras; en otra ocasión agredió a una azafata durante un vuelo hacia Nueva York. Debió pagar –a una organización caritativa– $7.000 por pegarle a un policía en un ataque de furia. Más tarde se divorció de su marido tras 20 años de matrimonio. A los 42 años intentó suicidarse con una sobredosis de calmantes.

“Tengo muchos secretos sobre mi infancia, pero son solo para mi” confesó a The Guardian. No aguantó y los reveló: durante cuatro años, entre los ocho y los doce un conocido de su familia, la violó sistemáticamente.

“Era apenas una niña” dijo al Belfast Telegraph, y por muchos años se culpó a sí misma y se sintió avergonzada. “Piensas: ¡Oh Dios, cuán horrible y asquerosa soy. Tienes un odio hacia tí misma que es terrible. Y cuando me hice famosa, a los 18 años, y mi carrera despegó, fue aún más duro.”

Debido a ello desarrolló anorexia acompañada de crisis nerviosas que intentó contener con licor, y a punto estuvo de caer en el alcoholismo. La depresión la devoró.

Después comenzó a padecer terribles dolores en la parte media y alta de la columna. Los médicos indicaron que la respiración y los movimientos diafragmáticos –propios de una cantante– ejercían presión en los músculos y nervios de esa zona, lo que exacerbaba el dolor. Por eso cantaba sentada.

Nuevos estudios clínicos evidenciaron que padecía un desorden bipolar; en ocasiones estaba deprimida y en otras eufórica. “Yo entraba y salía del extremo hipomaníaco por un periodo largo, pero solo puedes estar en ese lugar por cerca de tres meses, hasta que tocas fondo, no duermes y te vuelves paranoica.”

El lunes 15 de enero la policía la encontró muerta en la habitación del London Hilton, en el prestigioso barrio Mayfair, al oeste de Londres. Ese día iba a grabar una nueva versión del tema Zombie, con la banda norteamericana Bad Wolves.

Su madre es una devota católica y la llamó Dolores, por la Virgen; admiraba al Papa San Juan Pablo II y ambas lo visitaron en El Vaticano.

“Era precioso, muy santo. Estaba loca por él. Se preocupaba por los pobres, amaba reunirse con la gente; lo vi cuando era niña y fue bastante alucinante llevar a mi madre para verlo.”

Sostuvo posiciones valientes. Defendió el derecho a la vida. “Cada vez que una mujer realiza un aborto, aplasta su autoestima y la hace más pequeña.”

Por años rumió su dolor, intentó salir sola, pidió ayuda. Trató de irse lejos del ojo del público y al final no pudo. Se cayó a pedazos.

La canción del dolor

El asesinato de dos niños, Tim Parry –12 años– y Johnathan Ball –tres años– inspiró Zombie, la canción que elevó a las estrellas a Dolores O´Riordan y recibió 700 millones de visitas en YouTube.

La letra se refiere a la violencia que azotó Irlanda del Norte durante décadas, sobre todo entre los años 70 y 80 del siglo XX, en que se enfrentaron las tropas británicas y los nacionalistas irlandeses.

Un día antes de morir, en circunstancias aún sin aclarar, la cantante planeaba grabar una nueva versión del éxito musical.