Del arte a la ciencia hay solo un puente neuronal. La afinidad de los científicos por el arte –y viceversa– ha sido reflejada en varios capítulos de la historia. Quizá uno de los casos más directos es el del estadounidense Norman Bel Geddes, quien comenzó su carrera profesional como diseñador escenográfico para obras teatrales y terminó convirtiéndose en una inspiración para uno de los más importantes –sino el más importante– avances tecnológicos de la modernidad.
Después de 20 años de involucrarse en el diseño artístico e industrial y de incluso impactar a los ingenieros de su época con conceptos en los que aún no creían, Geddes tuvo su primer roce con la tecnología automotriz en 1939, cuando fue contratado por la General Motors (productora de marcas de carros como Chevrolet y Cadillac) para que diseñara la exhibición Futurama de la Exposición Mundial de Nueva York.
Futurama era una suerte de atracción (como las de los parques temáticos) en la que Geddes se propuso mostrar el mundo dos o tres décadas adelante de los años 40, por lo menos como él lo imaginaba. Elementos comunes en la movilización actual, como las autopistas y los diseños aerodinámicos, básicamente fueron introducidos al público general por Futurama, y se implementaron en años siguientes a su exposición en Nueva York, considerada una piedra angular del futuro del transporte humano.
Como parte de la feria, el diseñador también mostró el prototipo de los carros eléctricos y autónomos, diseñando y mostrando al público un automóvil que funcionaba por medio de un circuito eléctrico conectado a la carretera. Un año después de Futurama, Geddes presentó su libro Magic Motorways, en donde se le adelantó una vez más a la historia, especialmente por seguir especulando con una idea que desde entonces y hasta hace muy poco tiempo ha levantado escepticismo: que los autos funcionen por su cuenta.
“Los carros de los años 60 y las autopistas sobre las cuales se manejarán tendrán dispositivos que arreglarán las fallas de los seres humanos como conductores; los ayudarán a prevenir errores”, escribió el visionario en el libro, publicado en 1940. Si bien sus cálculos temporales no concluyeron exitosamente, Geddes abrió el camino para que la idea por lo menos echara a andar, en una época en la que simplemente no existía suficiente avance tecnológico para concretarla.
Desde entonces, distintas compañías de autos, científicos, gobiernos, cineastas, escritores de ciencia ficción e ingenieros han recordado, de vez en cuando, el tema pendiente de confeccionar carros autónomos, carros que se manejen solos, carros que funcionen por medio de una computadora y no de un humano. Más de 75 años después de ese libro, los avances y el interés en la autonomía tecnológica dan todas las señales para confirmar que la visión de Geddes se hará realidad en el futuro cercano.
Prueba y error
La industria automotriz y tecnológica estadounidense es la que más se ha clavado de panzazo a perseguir el ideal de una movilización más sana, menos letal y más cómoda por medio de los carros autónomos. Este es un propósito tecnológico en el que no solo participan casas automotrices, sino también protagonistas de la tecnología como Google y Apple.
El escepticismo ha sido una constante durante décadas, y actualmente se mantiene, no tanto en relación a si la tecnología es capaz de sostener ciudades automátizadas, sino en relación a temas como la ética y la legislación. En muchos lugares, es necesaria la figura de un conductor en cualquier vehículo, y todavía quedan dudas por resolver con respecto a dejar decisiones importantes a la hora de conducir en manos de una computadora.
En setiembre pasado, por primera vez, el gobierno estadounidense y sus legisladores se comprometieron a ayudar a impulsar las tecnologías autónomas para autos, delegando decisiones importantes en las compañías que se especializan en el tema, pero también dejando claro que esto no será una realidad hasta que se disipen todas las dudas al respecto y que se pueda asegurar la menor cantidad de problemas.
“La innovación estadounidense está llegando a grandes cambios; en los siete años y medio de mi presidencia, los carros autónomos han pasado de ser una fantasía de ciencia ficción a una realidad emergente con el potencial de cambiar la forma en la que vivimos”, dijo el presidente estadounidense Barack Obama en setiembre.
El mandatario se remitió a las estadísticas: en el 2015, en Estados Unidos murieron más de 35.000 personas en las carreteras. El 94% de esos accidentes fueron el resultado de errores humanos, según lo identificaron las investigaciones posteriores. “Los carros automatizados tienen el potencial de salvar decenas de miles de vidas cada año”, dijo Obama. “Además, ahora, para muchos ciudadanos de tercera edad y estadounidenses con discapacidades, manejar no es una opción; los carros automatizados podrían cambiar sus vidas”.
A pesar del aval de la Casa Blanca para que se realicen pruebas en algunos estados y para incentivar a las compañías a seguir buscando la manera de que esto sea una realidad, la preocupación ha crecido en los últimos meses, especialmente por la muerte de un hombre en Florida en mayo, quien tenía el autopiloto de su carro eléctrico Tesla encendido cuando chocó.
Si bien los modelos de Tesla no son de los más altos niveles de automatización (pues todavía no ha llegado al mercado un carro que pueda funcionar 100% por su cuenta), todos brindan la posibilidad de cierta autonomía, aunque los conductores no pueden descuidar sus ojos del camino y deben mantenerse cerca del volante, en caso de que algo suceda.
La razón es que, aunque mucho se ha avanzado en la materia, todavía falta camino por recorrer. De hecho, el consenso parece decir que será hasta 2021 cuando el mercado realmente reciba carros autónomos. Por el momento, muchos de los avances se limitan a la visión artificial: que las computadoras de los carros reconozcan a otros carros, a peatones y hasta a animales, pero la tecnología para que esas máquinas entiendan comportamientos y acciones todavía no se ha desarrollado.
“Sabiendo lo que sé de visión artificial, yo no quitaría mis manos del volante (si tuviera un Tesla)”, dijo al New York Times Jitendra Malik, un investigador que ha experimentado con visión artificial durante tres décadas. Para la comunidad científica, es necesario que se recorran millones de millas en distintas condiciones climáticas y en consideración de variables de tráfico, antes de que alguno de estos vehículos sea asequible para el público.
El futuro encima
No todas las empresas como Tesla –que este año anunció que todos sus carros de ahora en adelante vendrán con opción de autopiloto–, sino que la gran mayoría llevan varios años y presupuestan durar varios más para probar sus tecnologías antes de sacarlas al mercado.
Fabricantes automotrices como BMW, Ford y Volvo han invertido muchos millones de dólares en la confección de carros autónomos, y tienen a la mano gran cantidad de tecnologías para hacerlo suceder en los próximos cinco años. Algunas, incluso, han trabajado con mecanismos de láser.
Google ha probado sus carros autónomos durante años, mientras que la empresa de transporte privado Uber recién comenzó su exploración del terreno. De hecho, hace algunas semanas, Uber probó un camión autónomo por medio de la compañía de tecnología Otto, el cual transportó por su cuenta miles de latas de cerveza a través de una autopista.
Según algunos analistas, los camiones autónomos podrían llegar al mercado antes que los carros, pues la industria de transporte de carga en Estados Unidos está en escasez de choferes y esta tecnología podría resolver ese problema de cara al aumento de demanda que se prevé para los próximos años, cuando el público empiece a comprar cada vez más por Internet.
Por supuesto, a Uber también le interesa la tecnología autónoma en el tanto podría ahorrarle el pago de choferes de transporte privado y agilizar su negocio. “Creo que la cosa más importante que las computadoras van a hacer en los próximos 10 años es manejar carros”, dijo Anthony Levandowski, vicepresidente de ingeniería de Uber.
Por su parte, Google está apuntando a una experiencia más completa para el usuario: crear un carro que pueda ir a cualquier parte y manejarse solo, escuchar o saber a dónde va el pasajero y que la persona pueda sentarse, relajarse, revisar su teléfono o ver una película, y esperar a llegar a su destino.
Empresas de tecnología como Apple han desistido de confeccionar sus propios carros, y más bien se han enfocado en producir hardware y software para este tipo de máquinas, más en la línea de lo que ya producen y de lo que son capaces de hacer.
En el 2012, el escritor y académico Gary Marcus escribió en el New Yorker que dentro de dos o tres décadas, “la diferencia entre la conducción automatizada y la conducción humana será tan grande que será ilegal manejar nuestros propios carros”.
“Aunque nos sea permitido manejar nuestros carros, será inmoral que lo hagamos, porque el riesgo de hacernos daño o dañar a otra persona será mayor que si dejamos a una máquina hacer el trabajo”, agregó. “Construir máquinas con una consciencia es un gran trabajo, y uno que necesitará el esfuerzo coordinado de filósofos, informáticos, legisladores y abogados”.
Como en cu alquier cosa, especialmente cuando se trata de una gran transformación para la humanidad, no todos son tan optimistas. Jarrett Walker, un coordinador de proyectos de tránsito, piensa en el largo plazo y en la demanda que la industria automotriz tendría en el futuro, y cree que eso es algo en lo que los desarrolladores no están pensando por ahora.
“Mucho más dinero quiere que los carros autónomos sean maravillosos que el dinero que quiere que nos mantengamos escépticos”, dijo en una entrevista. “Si usted hace algo más fácil, más gente lo va a hacer, así que hay que pensar en las consecuencias de lo que significa que más personas hagan lo mismo. La batalla es crear un espacio en el que la pregunta no sea qué tan preparados estamos para los carros autónomos, sino qué tipo de ciudades queremos”.