El incremento del desempleo provocado por la pandemia de covid-19 obligó a cientos de personas a enrolarse en el negocio de las ventas ambulantes o actividades en la calle.
La Policía Municipal de San José confirmó que el comercio ilegal se disparó en ese cantón y que incluso surgió un nuevo grupo de mercaderes informales.
“Tenemos algunos trabajadores en la calle que no se reconocen como vendedores ambulantes, sino como desempleados temporales por la pandemia”, afirmó Marcelo Solano, director de esa cuerpo policial.
Ahora, las aceras josefinas están repletas de productos relacionados con la emergencia sanitaria como mascarillas, botellas de alcohol y remedios naturales de dudosa procedencia.
Los alrededores de los hospitales son los sitios que registran un mayor incremento de esta actividad. Solano no duda en atribuir esta situación a la pérdida de trabajo.
De acuerdo con la pasada Encuesta Continua de Empleo (ECE), la tasa de desempleo de Costa Rica alcanzó el 22% entre los meses de mayo y julio del 2020.
En números absolutos, lo anterior significa que en ese momento había 557.000 personas sin ocupación, lo cual representa 270.000 personas más respecto al mismo periodo del año pasado.
El jerarca policial sostuvo que el fenómeno no solo es percibido por las autoridades, sino que también es reportado por la población mediante redes sociales, correos electrónicos y llamadas telefónicas.
LEA MÁS: Crisis sanitaria dispara desempleo al 24,4% entre mayo y julio: Hay 557.000 personas sin trabajo
Detalló, por ejemplo, que los comerciantes capitalinos han planteado decenas de quejas debido a la competencia desleal que representan los vendedores ambulantes.
Tal situación difiere con lo ocurrido en los meses de abril, mayo y junio cuando, según Solano, las calles estaban prácticamente vacías por las restricciones sanitarias.
LEA MÁS: Informalidad laboral empuja a 33.000 adultos mayores a desafiar la pandemia
“En esos meses, la cantidad de decomisos fue muy poca, pero hoy es cierto que la dinámica de la venta ambulante está totalmente activa y que las zonas de mayor concentración son las mismas que antes”, aseveró.
De la estabilidad a la calle
La secretaria general del Sindicato de Trabajadores Ambulantes y Afines (Sitrafines), Esther Durán, dice que han notado mucho vendedor nuevo en la calle, principalmente desempleados.
LEA MÁS: Pandemia deja a Costa Rica con el más alto desempleo entre nueve países de Latinoamérica
“Un montón de gente que trabajaba, se quedó sin empleo y está en la calle. Mucho vendedor nuevo, tanto nicaragüense como costarricense, hay un montón”, aseguró.
Durán, quien también realiza ventas ambulantes, dice que ella lleva mucho tiempo trabajando en diferentes puntos de la capital y que reconoce cuando no son vendedores viejos.
“En el bulevar de la calle 4, por el Parque Central, hay mucha gente nueva que yo hasta me he quedado extrañada. Les pregunto y me dicen: ‘yo me quedé sin trabajo y adopté por tirarme a la calle’”, agregó.
La Secretaria de Sitrafines relató el caso de un hombre no vidente que fue despedido de una empresa grande de artículos para el hogar y que ahora vende productos por el McDonald’s del Parque Central.
Destacó que el señor siempre se encuentra acompañado de una mujer, quien le ayuda a realizar las ventas.
Asimismo, mencionó otro caso de una señora extranjera que trabajaba como empleada doméstica y que, luego de ser despedida, salió a la calle a vender tamales.
Reclamos de comercios
Tres comerciantes capitalinos, que solicitaron reservar su identidad, dijeron a La Nación que el fenómeno de la venta ambulante es algo permanente, sin importar las condiciones.
La administradora de la Joyería Milena afirmó que este es un “problema” que siempre está y nunca acaba. “Aquí en este momento puedo ver tres vendedores al frente de la tienda”, mencionó.
La mujer considera que las acciones de la Policía Municipal no son suficientes para desestimular esa actividad y que las persecuciones que les hacen a los vendedores no son eficaces.
“A veces uno hasta que se siente más bien incómodo de ver que ellos salen corriendo y dan la vuelta a la cuadra y luego llegan y se paran ahí mismo donde estaban”, manifestó.
Destacó que la atención de las autoridades debería ser mejor porque hasta tienen identificados a los vendedores gracias a las cámaras en las calles.
Por su parte, el dueño de la Tienda Simón, ubicada en plena avenida central, comentó que siempre tratan de evitar cualquier inconveniente con los trabajadores informales.
“A la tienda no le sirve echarse a esa gente encima porque (los vendedores) son capaces de cualquier cosa”, alegó el gerente del negocio departamental de prendas de vestir y telas.
Otro trabajador, quien tiene una pequeña venta de dispositivos para celulares en Calle 10, entre avenidas primera y tercera, sostuvo que no es justo competir con las ventas de la calle.
“A veces uno tiene algo a ¢2.000 y ellos lo tienen a ¢500, pero muy posiblemente de mala calidad o traído ilegalmente, aunque eso no importa porque los clientes prefieren lo barato casi siempre”, dijo.
Pesa más la necesidad económica
El director de la Policía Municipal de San José señala que para muchos trabajadores informales pesa más la necesidad que el peligro de contagiarse de covid-19.
“En las últimas semanas, ellos mismos nos han informado que han debido regresar a las calles porque tienen que conseguir recursos económicos.
”Algunos comités municipales de emergencia han colaborado en casos de pobreza extrema o de alguna situación familiar difícil, pero estas ayudas se dan una única vez y ya esos diarios se gastaron”, indicó.
Entre los ambulantes hay todo tipo de personas: adultos mayores, madres solteras, niños, adolescentes, extranjeros, jefes de hogar y desempleados.
Uno de ellos es Ernesto Antonio Marín Loaiza, de 65 años, quien todos los días sale a vender maní y paquetes de papas, yucas y plátanos, a ¢100.
Este vecino de San Rafael de Moravia, San José, se ha dedicado a esto desde hace 20 años y recorre las calles de la capital sin importar el calor, la lluvia o el cansancio.
“Vendo papas con sabor a pollo, plátanos salados y yucas en barbacoa”, contó el adulto mayor a La Nación.
Marín Loaiza afirmó que se tuvo que dedicar a esa actividad luego de sufrir un accidente durante el embate del huracán César, que azotó Costa Rica en julio de 1996.
“Después del huracán, hubo deslizamientos de tierra y yo quedé atrapado en uno. Quedé sin caminar y estuve a punto de perder mi casa”, relató el trabajador, quien logró salir adelante con sus ventas.
Restricciones impulsan demanda
El Observatorio del Comercio Ilícito (OBCI), de la Cámara de Comercio de Costa Rica (CCCR), confirma que la situación económica actual, generada por la pandemia, ha detonado los mercados ilegales.
Dicha entidad advierte de que la venta autorizada de productos se ha visto contraída debido a las limitaciones en horarios y demás por las restricciones sanitarias en los comercios.
Señala que esto impulsa a que las personas consuman productos ilícitos, que, al no cumplir los requerimientos sanitarios y fiscales, se colocan en el mercado informal con precios mucho menores.
Esta es la realidad que enfrentan bienes como medicamentos, licores, cigarros, cosméticos, prendas de vestir y lotería; bastante comunes en las ventas ambulantes.
Dicha práctica genera riesgos a la salud, pérdida de ingresos fiscales en Hacienda, aumento de la inseguridad social, competencia desleal, cierre de negocios y más desempleo.
Jairo Mena Arce, director del OBCI, afirma que “el principal detonante del comercio ilícito son las trabas que existen en el país para colocar productos en el mercado de manera lícita y operar dentro de la formalidad; no es coincidencia que los productos con mayor mercado ilícito son lo que tienen las mayores cargas impositivas”.
La CCCR recomienda mantener un control minucioso en las fronteras, ya que el 99% de los productos transados en el mercado ilícito nacional son importados y, en su mayoría, ingresan por tierra.
Fenómeno se percibe en otros cantones
Marcelo Solano destaca que el abordaje histórico que ha tenido la problemática de la venta ambulante ha sido policial, pero que eso no resuelve la situación socioeconómica de fondo.
Afirma que los decomisos de productos se realizan para atender lo inmediato, que es la recuperación de las vías y evitar que haya una ocupación permanente de los vendedores informales.
Además, las acciones policiales buscan garantizar la mayor cantidad de espacios geográficos libres de obstrucciones, para que la población pueda hacer uso de los espacios públicos.
“A lo largo de 31 años que tiene la Policía Municipal, los decomisos no han resuelto el problema de la venta informal y tampoco tienen el objetivo de resolverlo. Lo cierto es que el ejercicio policial ha sido insuficiente", dijo.
El Director subraya que hay una serie de instituciones autónomas que han visto de lejos el problema de la venta ambulante y que han dejado en soledad a la Policía Municipal en su control y en su abordaje.
Los alcaldes de Alajuela y Cartago, Humberto Soto y Mario Redondo, respectivamente, confirman que las ventas ambulantes también están latentes en sus cantones, a pesar del coronavirus.
“Alajuela, como segunda ciudad más importante del país, con una enorme concentración poblacional, no escapa a la crisis económica del país.
”La falta de empleo hace que la gente tenga que buscar de qué vivir y cómo llevar el sustento a sus hogares, lo cual provoca un gran incremento en el comercio informal”, dijo Soto.
Por su parte, Redondo señaló que han notado más vendedores ambulantes en las calles cartaginesas y que lo atribuyen a la difícil situación económica del país.
“Lamentablemente la necesidad de la gente y la falta de empleo, nos parece, ha obligado a algunos sectores a recurrir al comercio informal”, aseveró.
Néstor Mattis, alcalde del cantón Central de Limón, indicó que allí también se ha percibido la llegada de nuevos comerciantes callejeros, pero indicó que el aumento ha sido muy poco.