30/01/2012. La abogada Kathia Salas Guevara fue condenada a 186 aos de crcel por realizar ms de 30 matrimonios arreglados, Orlando Ros, afectado. Foto Abelardo Fonseca (Abelardo Fonseca)
Un trágico accidente de tránsito, luego de una fiesta de tragos, mantuvo postrada por 15 días a Jeimy Mata Rojas en una cama del Hospital de Liberia, Guanacaste. Tras salir de su estado de coma, despertaron también años de lucha por recuperar su soltería.
La mujer (de 25 años) cumplirá el 17 de marzo seis años de casada, pero ni siquiera conoce a su esposo, un cubano de apellido Tapia.
El 30 de enero pasado, Mata ganó una segunda batalla: el Tribunal de Juicio de San José ordenó anular los contratos de matrimonio de ella y 30 personas más, casadas sin consentimiento.
Los jueces culparon de falsedad ideológica a la abogada y notaria Kattia Salas Guevara, por lo que la sentenciaron a 186 años de prisión (readecuados a 18).
En el mismo accidente en el que Jeimy resultó herida, el 29 de julio del 2007, falleció Helberth Figueroa Leiva, padre de su hijo de 26 días de nacido.
La mujer tramitó, ocho meses después del percance, la indemnización ante el Instituto Nacional de Seguros; sin embargo, se negaron a pagársela porque el menor aparecía registrado como hijo del cubano Tapia y no de Figueroa.
“Yo estaba traumada por el accidente. El INS me dijo que debía exhumar el cuerpo de Helberth para hacerle la prueba de ADN y yo dije que no. Entonces, fui con mi mamá a demandar a la abogada. ¡Yo necesitaba que mi hijo apareciera a nombre del papá!”, dijo.
“Busqué a la abogada que me casó en su oficina, frente al Hospital San Juan de Dios, y le dije: ‘Nosotras no nos conocemos, pero usted me casó’.
”Le pedí que me divorciara, pero se negó. Hasta me ofreció ¢50.000 para que no la denunciara. Aunque lo acepté, porque ocupaba el dinero, nunca me pagó”.
La mujer se pasó a vivir con sus padres, en barrio Naciones Unidas, y en menos de un año quedó embarazada nuevamente.
“Mis papás me mantuvieron. El dinero del INS suavizaría los gastos, pero cuando nació mi hija se complicó todo.
”Lo más valioso para los hijos de uno es que tengan arroz y frijoles para comer, pero en mi casa no había ni eso. Ahí fue cuando tomé la decisión de vender drogas”, dijo.
Jeimy comenzó a administrar un bar en pleno San José, en el que vendía licor como mampara al narcotráfico, del que asegura ganó muchísimo dinero. No obstante, aseguró que en seis meses cayó.
“Yo no conocía qué era ir a la Corte (Suprema de Justicia) ni a un calabozo. Me sentenciaron a seis años de prisión”, añadió.
Ahora, lleva dos años de haber salido de la cárcel bajo el régimen de confianza. Solo debe dormir en la cárcel los miércoles en la noche. Sus dos hijos, de cuatro y tres años, los cuidan en un albergue de la prisión de lunes a miércoles y ella los recoge los jueves.
En la cárcel El Buen Pastor aprobó el quinto grado de la escuela, pero se considera analfabeta.
“Uno no tiene estudios, tiene hijos y es muy pobre. A esa abogada no le importó nada de esto. Ella sí estudió, hizo sus cosas y sabía lo que estaba haciendo. No era una ignorante.
”A mí me tocó ir a la cárcel y aprender a apreciar a las personas que tengo a la par. Yo tenía hijos, pero no estaba con ellos, andaba con mis amigos tomando guaro, a mi mamá la trataba mal. Ahora, los valoro más”.
La abogada, de 41 años, está presa en el mismo centro que Jeimy conoció de cerca.
“Ella destruyó psicológica y moralmente 31 vidas, y afectó muchas cosas también. Ahora, a mí me da lástima por ella porque estar en un lugar de esos es muy duro, es cosa seria.
”Uno es pobre y se ha rozado con gente así de la misma calaña, en cambio ella es como muy finita. En la cárcel, uno no vale nada para la sociedad. Si no te adaptas, te lleva...”.