Upala
Rolando Pichardo Martínez, de 28 años, estaba sin camisa, descalzo, cabizbajo y hablando con unos vecinos en el corredor de la casa de su padre, en una loma de cuesta Pichardo.
De vez en cuando, entre lo lento de su conversación, miraba el terreno donde estaba su casa, recordando los segundos previos a aquella avalancha que se llevó la vivienda donde estaba con su esposa Kattia y su hija Bianka, de año y nueve meses.
El martes pasado confesó que con ayuda psicológica y el apoyo de sus padres y hermanos, trata de continuar su vida, la que dio un vuelco dramático con el paso del huracán Otto.
Aquella noche, este agricultor de pepino y tomate, que vivía a unos 50 metros de la casa de sus padres, escuchó un ruido y, de repente, llegó la correntada. Él intentó sacar de la casa a su mujer y a su hija, con la idea de huir a otra parte en el camión Isuzu que tenía para trabajar.
Bianka se le desprendió de los brazos cuando la corriente los revolcó y no la vio más; tampoco a su esposa, Kattia Vanessa Argüello, de 30 años, con quien tenía cuatro años de casado.
Ella trabajaba en el supermercado Payca, en Bijagua.
“Los tres estábamos juntos y, cuando me di cuenta, estaba a unos 80 metros y sin mi hija, entre el agua y las tinieblas”, dijo.
Con el barro a la cintura y heridas en las piernas, espalda y rostro, intentó salir a pedir ayuda.
De su casa solo quedó el piso enlodado y desnivelado. Niky, una perra french poodle de tres años, que era de Kattia, sobrevivió al alud y todavía la busca.
“Solo Dios sabe cómo me salvé. Mi esposa fue hallada al día siguiente cerca de unas palmeras y mi hija, dos días después, por el sector donde quedé yo”.
Todo sucedió en aproximadamente tres minutos. Luego, el agua se mantuvo fluyendo a niveles que nunca habían visto.
Agregó que lo más difícil es aceptar que su familia ya no está. Aquella noche, Bianka no se dormía y los tres estaban en la sala de la vivienda, sin luz, relató.
Rolando recordó el martes la vez que le dijo a su esposa que hasta que tuviera la casa lista se casaría con ella, y así ocurrió.
Ahora, sin casa, sin su hija , sin su esposa y sin el camión, sale adelante con la ayuda que el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) le dio para comprar algo.
Vive en la casa de sus padres con su hermana Melissa, quien le ayudó con el novenario y con un altar para rezar por las víctimas.
En el corredor, conserva la sillita de seguridad que usaba Bianka en el carro , la cual rescató del lodo días atrás.