Aproximadamente 70 personas que viajaban en un tren de pasajeros que salió de San José en la tarde el domingo pasado, vivieron una desagradable experiencia esa noche y durante la madrugada del lunes, publicó La Nación el 17 de abril de 1971.
El convoy, que dejó la terminal de San José a las 5 p. m. con rumbo a Limón, rebasó la estación de Turrialba en el tiempo previsto.
La tripulación se preocupó desde que pasaron Cartago. El tiempo era pésimo. Llovía a cántaros y los vientos eran extremadamente fuertes.
Sin embargo, no había en Turrialba hasta ese momento (las 8 p. m. aproximadamente), ninguna advertencia sobre problemas en la vía.
El convoy llegó a la milla 47 y media (poco antes de Peralta). El maquinista detuvo el tren: frente al parabrisa de su locomotora había un enorme derrumbe que cubría los rieles a lo largo de unos 25 metros.
El personal del tren tomó las precauciones necesarias y se devolvieron con la intención de llegar hasta Turrialba, donde había alojamiento y comida para la gente.
Pero al llegar a la milla 53, el “brequero” de cola hizo señales urgentes para detener el tren. Había un “lavado” de 70 pies de longitud.
El tren estaba atrapado entre un desquiciamiento de la vía, falseada por fuertes correntadas del río Reventazón, y un alud en el otro lado.
Al principio, según se supo después, hubo un conato de pánico. Era de noche, llovía torrencialmente y el tren no podía avanzar ni retroceder.
El personal sin embargo, logró calmar algunos pequeños brotes de temor. La gente pasó toda la noche en ese punto desolado oyendo rugir a corta distancia al río Reventazón.
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