El velo oscuro de ceniza proveniente del volcán Turrialba que cubrió ayer gran parte de la Gran Área Metropolitana recordó un fenómeno similar ocurrido previo al 13 de marzo de 1963, con la erupción del Irazú.
En esa ocasión, la explosión desencadenó la caída de materiales que destruyeron la caseta instalada por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) junto a la boca del cráter, según publicaciones de La Nación .
Una nota del 18 de marzo detalló que, un día antes del evento, hubo una densa lluvia de ceniza sobre la meseta central, la cual se tornó más intensa en horas de la tarde, con erupciones a intervalos de 20 minutos.
Antonio Mata Cerdas, quien en esa época era cabo de la Guardia Civil de Cartago, relataba los instantes de terror que vivió junto a un grupo de turistas que acompañaba. Estaban cerca del cráter cuando se produjo la enorme explosión, que lanzó piedras muy cerca de donde ellos se encontraban.
Ayer, la ceniza que caía en techos, carros y calles hizo recordar a muchos costarricenses, como Myriam Naranjo, anécdotas de lo ocurrido con la emergencia suscitada por el Irazú.
En 1963 Naranjo tenía 25 años y criaba al primero de sus tres hijos en su casa en barrio Cristo Rey, en San José.
“Lavaba las mantillas de tela y las ponía al horno para que se secaran. Cuando ocupaba hacer mandados, dejaba al chiquito en la cuna y con pañuelo en la cabeza, y yo, con anteojos y sombrilla, salía de la casa”, contó vía telefónica desde su residencia actual, en Tibás.
Comentó que en aquel entonces la gente hacía lo mismo que ahora: curiosos, le pasaban los dedos a los vidrios de los carros y barría las aceras y techos.
También recordó que, aunque ayer necesitaba regar sus plantas, tuvo que abstenerse, pues sabe que la ceniza se pega a las hojas y a veces las quema.
Al igual que ese 13 de marzo hace 52 años, ayer varias personas que caminaban por San José se quejaban por ardor en sus ojos. Colaboró Manuel Herrera.