La arraigada creencia de nuestros abuelos de que los días de mucho calor traerán como consecuencia un fuerte temblor, siempre fue refutada por los especialistas, que la calificaban de infundada y estadísticamente incorrecta.
Sin embargo, todo evoluciona y, en la actualidad, dos científicos costarricenses, el meteorólogo Eladio Zárate Hernández y el sismólogo Mario Fernández Arce, admiten la existencia de algún posible nexo entre atmósfera y tierra firme.
Zárate fue el primero en innovar y abrir su pensamiento a esta posibilidad, cuando, en enero pasado, publicó un artículo en la revista Tópicos Meteorológicos y Oceanográficos, del Instituto Meteorológico Nacional (IMN). En este, mencionó que luego de un extenso análisis, determinó que en el lugar del epicentro de los grandes terremotos mundiales (por ejemplo, el de Japón, del 2011, y el de Chile, de 1960), no soplaba viento el día del sismo.
Ese mismo patrón se repitió en otros grandes eventos, dijo el especialista.
Poco después, el sismólogo Mario Fernández leyó el artículo y se interesó y, en conjunto, decidieron investigar si esa misma relación de atmósfera-tierra firme se manifiesta en Costa Rica.
Fue así como los científicos iniciaron, desde finales de enero, un proyecto para conocer cómo fue el comportamiento del clima en 13 temblores fuertes (superiores a los 6,5 grados) que sacudieron el país entre los años 1948 y 2018.
Alteraciones
Eladio Zárate, quien fue director del IMN y en la actualidad está pensionado, dijo que la relación entre atmósfera y tierra firme ha sido muy poco estudiada y, por lo general, los expertos tienden a creer que no hay ningún vínculo.
“Mi presunción es que la tierra sólida necesita muchos años para acumular energía y llega un momento en que está a punto de liberar esa energía, y lo que hace la atmósfera es poner ese ingrediente para que el terremoto se genere”, explicó.
Mario Fernández, sismólogo y geólogo, dijo que hace varios años, cuando dirigió la Red Sismológica Nacional (RSN) de la Universidad de Costa Rica (UCR), él era uno de los primeros en descartar cualquier nexo entre calor y temblores. Sin embargo, sostiene que la ciencia evoluciona y surgen conocimientos nuevos.
“Yo era uno de los escépticos. Cuándo preguntaban si había relación entre los temblores de Asia y los temblores de Centroamérica, que se daban al mismo tiempo, se decía que no había relación; pero se ha logrado probar que las ondas sísmicas de grandes temblores que vienen de Indonesia, alteran zonas sísmicas de por acá”, manifestó.
Explicó que en el estudio hecho por Eladio Zárate respecto a los terremotos, se encontraron coincidencias, como por ejemplo, que en la zona del epicentro no había viento, mientras que en las áreas colindantes, en un lado el viento circulaba hacia sur y en el otro lado, con dirección al norte.
“Hay una fuerza atmosférica que sí actúa sobre la tierra sólida y ayuda en el proceso que está ocurriendo en la tierra. Es como un disparador. Vea que en algunas partes se ha visto que, antes de un terremoto, se liberan gases que generan señales en la atmósfera. El de abajo generando para arriba, pero también hay cosas de la atmósfera generando hacia abajo. Hay muchas cosas que no sabemos y van apareciendo”, agregó Fernández.
Esta investigación se realiza con el auspicio de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica (UCR), y debe estar concluido en diciembre del 2020.
‘Tormentamotos’
Mientras los costarricenses recolectaban datos para su trabajo, a inicios de octubre fueron sorprendidos cuando la revista científica Geophysical Research Letters publicó una investigación en la cual especialistas descubrieron que los huracanes y las tormentas fuertes pueden provocar sismos.
Los denominaron stormquakes o “tormentamotos”. Se trata de movimientos continuos similares a los tremores volcánicos, los cuales, en algunos casos, han llegado hasta los 3,5 grados.
“Estos investigadores comprobaron que un huracán puede generar una vibración en tierra sólida y lo registraron con aparatos (sismógrafos). Esto es una evidencia de que hay un acople entre la atmósfera y la tierra, lo cual cumple el objetivo que nosotros andamos buscando”, dijo Mario Fernández.
Los “tormentamotos” fueron descubiertos cuando cinco científicos, dirigidos por Wenyuan Fan, profesor de Ciencias de la Tierra, el Océano y la Atmósfera, de la Universidad Estatal de Florida, Estados Unidos, analizaron el origen de una serie de sismos que registró la Red Mundial de Sismógrafos y cuyo origen se desconocía.
Fan, en una declaración que publicaron en sus sitios digitales el diario ABC, de España, como la National Geographic, dijo: “Durante un huracán se transfiere energía al océano en forma de olas fuertes, que interactúan con la tierra sólida produciendo una actividad sísmica intensa”.
Para verificar el descubrimiento, los científicos analizaron más de diez años de registros sísmicos y oceanográficos entre setiembre del 2006 y febrero del 2019.
Sismos analizados
La investigación de los costarricenses incluye los siguientes temblores:
Turrialba: Un evento de 6,8 grados que se produjo el 18 de noviembre de 1948. El epicentro se ubicó cerca de Turrialba y tuvo una profundidad de 70 km.
Nicoya: El 5 de octubre de 1950 se registró una sacudida de 7,3 grados que destruyó el 25% de las casas de Nicoya y causó graves daños a edificios, cañerías y líneas férreas en Puntarenas.
Quepos: Ocurrió el 9 de setiembre de 1952. Tuvo una magnitud de 6,8 grados y fue ubicado 20 km al sur de Quepos.
Tilarán: Temblor de 6,5 grados, ocurrido el 14 de abril de 1973. Fue localizado 18 km al noreste de la laguna del Arenal. Provocó la muerte de 23 personas (13 de ellas en el poblado de Río Chiquito).
Sámara: Un movimiento de 7,0 grados, ocurrido el 22 de julio de 1978.
Burica: El temblor se produjo el 1.° de julio de 1979. Fue de 6,5 grados y tuvo una profundidad de 5,3 km; causó daños en poblados de Costa Rica y Panamá.
Golfito: El 2 de abril de 1983, se produjo un terremoto de 7,2 grados. Fue localizado 15 km al noreste de Golfito. Provocó la muerte de una persona y múltiples daños.
Cóbano: El 25 de marzo de 1990 sucedió un evento de 7,3 grados, con su epicentro ubicado 19 km al sureste de Cóbano, frente a la península de Nicoya. Pobladores reportaron licuefacción en zonas costeras.
Limón: El terremoto más fuerte que se registra en el país ocurrió el 22 de abril de 1991; fue un sismo de 7,7 grados y se ubicó 36 km al suroeste de Limón. Dejó 48 muertos en Costa Rica y 79 en Panamá.
Naranjo: Fue un sismo de 6,6 grados que se registró el 6 de marzo de 1992. El foco del sismo se ubicó 14 km al noroeste de Alajuela.
Quepos: El 20 de agosto de 1999 hubo una sacudida de 6,9 grados, cuyo epicentro se ubicó a 40 km al sur de Quepos.
Puerto Armuelles: El 25 de diciembre del 2003, un movimiento sísmico de 6,6 grados tuvo su epicentro 7 km al este de Puerto Armuelles (Panamá).
Sámara: Un sismo de 7,6 grados sacudió el país el 5 de setiembre del 2012; su epicentro se localizó 24 km al sur-suroeste de Sámara, frente a la península de Nicoya.
Fuente: RSN y Ovsicori