Agua llovida llega hasta magma residual del volcán Turrialba y genera pequeñas erupciones

Coloso cartaginés sigue en decadencia pese a repetidas erupciones generadas por estación lluviosa

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

---

El volcán Turrialba registró al menos ocho erupciones en menos de 24 horas, pero los científicos descartan una reactivación del coloso cartaginés.

Más bien lo atribuyen a la interacción entre el segmento de magma que subió años atrás y la carga de agua recientemente recuperada por los acuíferos.

A las 8:18 a. m. de este 29 de junio se registró una erupción cuya columna se elevó a 100 metros sobre la altura del cráter, que se encuentra a 3.440 metros sobre nivel del mar.

Al igual que la mayoría de las erupciones que desde la semana pasada han venido ocurriendo en ese volcán, la duración de las erupciones es, en promedio, de un minuto.

La cámara de vigilancia captó varias erupciones de ceniza y al menos dos fueron acompañadas de balísticos proyectados contra la pared norte del cráter activo.

De acuerdo con Javier Pacheco, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), al asentarse la estación lluviosa surge la reacción explosiva que califica de normal.

Lo que está pasando es que una gran cantidad de agua está siendo infiltrada dentro del sistema y todavía hay un cuerpo caliente al fondo, por lo que, cuando interactúan, el agua pasa de estado líquido a vapor, lo cual incrementa su volumen en más de 1.600 veces y por lo que surgen las explosiones que expulsan ceniza fina y rocas calientes.

El científico afirmó que los fragmentos de roca de las erupciones recientes son pequeños y, al igual que la ceniza, caen de nuevo en el cráter o muy cerca del mismo.

Recalcó que se originan por el magma residual y que no hay nuevo magma entrando al sistema.

Actualmente, pese a estas erupciones, la concentración de gases magmáticos tiende a la baja, la actividad sísmica sigue disminuyendo y el macizo va desinflándose porque los gases magmáticos atrapados van saliendo.

“Por supuesto, la vigilancia se mantiene porque es un sistema abierto y en cualquier momento podría ocurrir una nueva intrusión magmática que produzca otro tipo de erupción, pero en este momento lo que estamos viendo es que el volcán va de caída”, precisó.

A raíz de la reciente actividad, se observa una subsidencia o leve hundimiento vertical del macizo volcánico, producto del peso de los sedimentos, que en los últimos dos años venía con tendencia a contraerse.

Pacheco recordó que a menos de un kilómetro del cráter activo se encuentra una base de magma que en el 2017 subió y fue captada en enero del 2018 por un dron a unos 200 metros del cráter. La temperatura de ese material volcánico alcanzó esa vez más de 800 grados Celsius. Luego desapareció en el fondo.

Ese cuerpo caliente del fondo, que originó las erupciones fuertes del 2015 y 2016, puede tardar, según Pacheco, entre 50 y 80 años para enfriarse, pues su temperatura puede rondar, en la actualidad, los 600 grados Celsius.