El tiempo ha transcurrido y ha sepultado en la impunidad el asesinato de Diego Trejos Fonseca, ministro de Seguridad Pública durante el gobierno de su padre José Joaquín Trejos Fernández (1966- 1970). El crimen se cometió hace 27 años. Las autoridades nunca identificaron a quienes asesinaron al arquitecto, de 49 años, aquel 22 de febrero de 1987. Trejos fue ultimado a balazos por dos individuos que viajaban en una moto, cuando la víctima trotaba hacia su finca en Coris, Cartago.
El hecho ocurrió hacia las 11 a. m., tres kilómetros al noroeste de Coris, en la vía que conducía a Río Azul de La Unión, cuando Trejos fue interceptado por los antisociales y recibió un balazo en la sien derecha y otro a la altura del corazón en un aparente asalto.
Su esposa, la mexicana Silvia Cadaval, se convirtió en la única testigo del crimen. Ella observó la escena desde el retrovisor del vehículo, marca Chevrolet, en el que iba, pues Trejos había decidido bajarse pocos metros atrás. En su versión, dijo que dos hombres interceptaron a Trejos para supuestamente consultarle la hora y luego ocurrieron los balazos.
El exministro portaba, en la cintura, una pistola Magnum del calibre 44. Se cree que en ese momento intentó sacar el arma y que esto alarmó a los sujetos, quienes dispararon en dos ocasiones con un revólver de calibre 22.
La pesquisa revela que Trejos también hizo dos disparos, pero que, como estaba herido, no tenía posibilidad de fijar el objetivo.
Luego, Cadaval y dos personas que transitaban por el lugar montaron a Trejos en el carro. Silvia Cadaval llamó por radio al guarda de la finca para que avisase a la Cruz Roja y se toparan con la ambulancia, pero la víctima murió.
Para la Policía, la acción fue por delincuencia común y el único móvil fue el robo.
Pesquisa. La Nación conversó con Hugo Izquierdo, entonces jefe de Homicidios del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), y él asegura estar convencido de que el homicidio ocurrió en un asalto.
“Se realizó una investigación muy exhaustiva. Hicimos una reconstrucción en el lugar de los hechos con Silvia Cadaval. Hubo testigos que ubicaron en tiempo y espacio que esa motocicleta había pasado por ese lugar cuando se escucharon los disparos. Yo hice un informe que descartó a la esposa como sospechosa”, expresó.
Carmen Seas, entonces fiscal de Homicidios, sostiene a la fecha que el móvil nunca fue el robo, pero hubo varias hipótesis que nunca se pudieron probar.
La familia Trejos contrató investigadores privados y trajo dos agentes del FBI. Aun así, los indicios nunca arrojaron pistas confiables sobre los homicidas.
De hecho, la fiscal Seas recordó que la familia Trejos se unió totalmente. “Hubo una injerencia de la familia sobre la investigación. En una reunión, dirigida por Carlos (el hijo de Diego), yo me sentí presionada”, aseguró.
Humberto Trejos, hermano del fallecido, reconoció que, sin presiones, el caso no hubiese avanzado, pero sostuvo que jamás obstruyeron la labor policial. Él formó parte de un equipo de investigación que se reunía cada semana para analizar los avances del caso durante casi tres años.
Sin embargo, Humberto Trejos criticó la labor del OIJ, pues no hubo resultados. Añadió que no se contaban con laboratorios adecuados para analizar pruebas. Según él, hubo desórdenes que llevaron a que las pesquisas resultasen infructuosas.
A su vez, Hugo Izquierdo negó cualquier presión de la familia y manifestó que la Corte Plena no escatimó recursos para esa investigación, pero el tiempo llevó a que el caso no se resolviera y nunca más se continuase indagando.
En el 2011, el Poder Judicial destruyó el expediente de investigación del crimen. Esto generó sorpresa tanto en familiares como en investigadores.
Carmen Seas aseguró que, por ser un caso tan importante, debió digitalizarse. A Humberto Trejos también le llamó la atención y señaló que el expediente no trataba del robo de un televisor, sino de un homicidio muy sonado.