Maikol Godoy, vecino de Fray Casiano, comenzó un viaje de pesca a las 9 p. m. del 23 de abril y desembarcó junto al puente del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), en esa misma comunidad, a eso de las 10 a. m. del día siguiente.
Godoy, de 33 años, zarpó con un compañero de pesca al golfo de Nicoya. Luego de capturar unos pargos y corvinas, a su arribo los alistó para venderlos en pescaderías de la zona y obtener algún dinero que le ayude a sacar adelante a su familia.
“Gracias a Dios salió alguito”, dijo este trabajador del mar, casado y padre de dos hijos.
Al consultarle por la situación en el barrio donde ha vivido siempre, afirma que se ve mucha droga, mucha muerte y mucho joven perdido.
Por eso pide más fuentes de trabajo, “para que esos muchachos que andan ahí asaltando dejen de hacerlo y se dediquen a otra cosa”.
Mientras eviscera y filetea el pescado sobre una tabla, en la proa de su barca artesanal, nos cuenta que su hija, de 12 años, está en primer año del colegio.
Su ilusión es que estudie y se forje un buen futuro. “Ese es el sueño de todo padre, que salgan adelante y que sean profesionales”, manifestó.
“Todo está duro, está difícil (…). Con esa situación del covid-19, les dan clases virtuales y eso es una alcahuetería”, acotó.
Sobre Fray Casiano, Godoy dice notar un incremento de drogas y asaltos, muy diferente a como era antes.
Al final de la conversación con un equipo de La Nación, a lo lejos se escucha un disparo y dice: “Seguro que ya se echaron a otro con una calibre 22″.
Pero también pudo haber sido un disparo al aire, pues los homicidios que venían con un repunte exagerado, han cedido últimamente debido a los fuertes operativos policiales, sobre todo en la noche.