Boca Tapada (Pital de San Carlos). El aviso pegado en la pared del único salón del lugar, escrito a mano y en una hoja de cuaderno, anunciaba la suspensión de las clases de inglés que decenas de niños comenzarían a recibir esta semana de Nancy Fonner, una estadounidense voluntaria del Cuerpo de Paz.
Ese era solo uno de los indicios que evidenciaban que la tranquilidad de este pequeño poblado del distrito de Pital, ubicado 66 kilómetros al noreste de Ciudad Quesada, se había roto.
A esto se sumó esta semana la toma de la escuela, del local de la Asociación de Desarrollo Comunal y de la Unidad para la Erradicación de la Malaria por parte de la Guardia Civil y la Policía de Fronteras, así como el despliegue de decenas de efectivos y el rugir frecuente de los motores de un helicóptero de la fuerza pública.
Como si fuera poco, el hotel Laguna de Lagarto Lodge, el único de la localidad y donde se consumó el secuestro de las dos turistas europeas, cerró sus puertas al público; fue ocupado por oficiales del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) y su reapertura puede demorarse de seis meses a un año.
Junto a todo lo anterior, por las arcillosas calles de Boca Tapada, pululan decenas de periodistas locales y extranjeros, se apostaron equipos de televisión con todo y sus antenas parabólicas y los lentes de los fotógrafos procuraban apropiarse de las mejores imágenes del recóndito lugar.
Pero el asunto ha ido mas allá. Muchos de sus habitantes han tenido que permanecer en sus casas y no han podido desplazarse hasta sus parcelas y demás sitios de trabajo ante la prohibición de las autoridades de frecuentar ciertos sitios, debido a los constantes operativos que se llevan a cabo en la zona.
¿Cómo han asimilado ellos el secuestro? Sorpresa, resignación y temor han sido la respuesta de la mayoría de los vecinos, quienes temen la retirada masiva de los excursionistas que les proporcionaban una sustancial fuente de ingresos y empleo. (Nota aparte.)
El pueblo
Con solo un millar de pobladores, Boca Tapada es una pequeña comunidad fundada hace mas de 30 años que debe su nombre a un riachuelo que desemboca en un río del lugar. Cuando el cauce del río aumentaba por la inclemencia del invierno, la salida de su afluente quedaba totalmente bloqueada.
En su arranque, tres decenios atrás, los lugareños se hicieron del sustento diario con la siembra de productos como frijoles, yuca y plátano, además de la ganadería de cría y engorde.
En los últimos meses, habían comenzado a combinar tales actividades con una incipiente industria turística que ha sacado provecho de sus tupidos bosques, sus viviendas rústicas y el impresionante paisaje de los ríos San Carlos y San Juan.
Por las calles de esta localidad pitaleña, ahora se entrecruzan diariamente moradores oriundos del resto del cantón con nicaragüenses que en otra época buscaron refugio allí tras huir de la cruenta guerra que vivió su país.
Este pueblo ha crecido paulatinamente al abrigo de la esperanza. Esa misma que una vez les permitió contar con un camino de acceso desde Ciudad Quesada luego de tener el río como única vía de transporte. Y ahora, confían en la promesa del Ministerio de Obras Públicas, de asfaltar esa carretera.
Pero el plagio del 1 de enero le dio un giro radical a este panorama. "Este secuestro no solo alteró la vida tranquila de un pueblo, sino toda la actividad del país y de naciones amigas como Alemania y Suiza", se lamentó Réyner Navarro Araya, presidente de la Asociación de Desarrollo Comunal.
La naciente industria turística le ha permitido, por ejemplo, a casi una veintena de lugareños laborar en el hotel Laguna de Lagarto Lodge y a otros establecer su pequeño negocio de transporte de viajeros a través de los ríos San Carlos y San
Temor y resignación
Las siguientes son algunas impresiones de vecinos del poblado de Boca Tapada sobre el secuestro del 1 de enero y sus repercusiones.
Ciriaco Rivas
(peón agrícola):
"Estuvimos un poco asustados y preocupados porque no podíamos ir a trabajar. Ya estamos más tranquilos aunque siempre vienen muchos policías."
Carmen Gamboa
(dueña de pulpería):
"La comunidad se había aferrado al turismo como vehículo de desarrollo armónico y ahora no sabemos qué va a pasar."
Húbert Gamboa
(maestro pensionado):
"Es un daño grande para el país y la comunidad en general, por el turismo. Hace dos años hubo una situación parecida cuando se presentaron varios asaltos."
Yolanda Munguía
(ama de casa):
"Uno se extraña mucho porque son cosas difíciles, pero tenemos que acostumbrarnos. Ahora será lo que Dios quiera."
Réyner Navarro
(presidente de la Asociación de Desarrollo):
"Representa un daño irreparable para la comunidad, para el país y para otras naciones amigas. Las cosas ya no volverán a ser iguales."