“La parte más difícil es no saber qué pasó. Desafortunadamente mi padre falleció este año, aún sin saber qué ocurrió con su primogénito. Nadie debería tener que experimentar eso y yo no puedo permitir que eso le pase a mi madre. La parte más difícil de todo esto es ir por la vida, todos los días, sin saber qué le ocurrió a uno de tus familiares”.
Con esta contundencia describe David Dixon la zozobra experimentada por su familia durante los últimos nueve años luego de que su hermano, el periodista inglés Michael Dixon, desapareciera en playa Tamarindo, en Santa Cruz de Guanacaste, el 18 de octubre del 2009.
“La segunda parte más difícil es tener una potencial idea de lo que pudiera haber ocurrido, pero de nuevo, todo se siente tan exagerado cuando no hay una conclusión real.
“Nos han dicho que pudo haber sido llevado a alguna parte o que pudo haber sido asesinado, pero no hay ningún cuerpo y tampoco hay testigos concretos que se paren ante un juez y digan: ‘Esto fue lo que le pasó a su hermano’. Es muy difícil”, agregó Dixon cuando conversó en exclusiva con La Nación.
Casi una década ha transcurrido y muchas cosas han cambiado para la familia Dixon. Aparte de la muerte de Hubert, padre de Michael, su hermano menor, David, se casó y se convirtió en el progenitor de dos niñas.
David recordó que la última vez que vio a su hermano fue en agosto del 2009, semanas antes de que Michael viajará a New York. De ahí salió rumbo a Costa Rica.
“Vino a visitar a unos amigos a Londres y pasó un par de días conmigo en el apartamento, lo cual fue muy agradable. Ese fue nuestro último encuentro. Cuando uno lo piensa en retrospectiva, fue una estadía demasiado corta para lo que pudo haber sido. Desde entonces tengo mi nueva familia y él no ha podido experimentar eso. Es triste”, agregó.
La familia siente que no ha recibido el apoyo suficiente tanto de autoridades británicas como de las costarricenses. Según el inglés, ambos gobiernos los han defraudado.
“Hemos sido estafados por investigadores privados e informantes falsos. Tuvimos que acudir a la sede de la Cruz Roja en Ginebra para solicitar ayuda. Nos dijeron que buscarían por dos semanas, pero tras dos días de búsqueda, los socorristas nos dijeron que ‘la pista se había enfriado’ y dejaron de buscar”, narró.
Desde la desaparición de Michael, el pariente ha venido al país en tres ocasiones en compañía de familiares con la intención de conseguir más información. La última fue en 2011; sin embargo, toda las visitas terminaron en “calles sin salidas”.
“Hemos tenido que hacer todo el trabajo nosotros y sacar todos los recursos de nuestros propios bolsillos”, detalló.
A pesar de su frustración, planea volver a Costa Rica el próximo año, para el décimo aniversario de la desaparición. Una vez más buscará las respuestas que tanto él como su madre necesitan.
“Casi 10 años después, nuestra única esperanza se reduce a que un ser humano tenga un despertar emocional y dé un paso al frente y diga: ‘¿Saben qué? De un ser humano a otro, esto es lo que le pasó’. Hemos tenido personas que se han acercado en confianza a comentar la última vez que vieron a Michael o lo que creen que pasó, pero de nuevo, todo es un gran signo de pregunta. Un inmenso hoyo negro”.
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En caso de que su hermano hubiera sido víctima de un delito, dice, lo que le interesa ahora no es hacer justicia, sino de cerrar heridas.
En Costa Rica, todos los delitos –excepto violaciones a menores de edad– prescriben después de 10 años.
"Me encantaría poder abrazarlo (a su hermano) y decirle que lo he extrañado y que desearía que nunca hubiéramos tenido que pasar por esta situación”, reflexionó.
En un comunicado de prensa, enviado por la agencia PR Newswire, la madre, Lynn Dixon, quien rara vez habla en público sobre el caso, imploró a cualquier persona que tenga alguna pista.
“Si sabe algo que podría ayudarme a descubrir qué paso con mi amado hijo, le suplico que nos brinde esa información”, dijo la mujer.
El caso
Michael Dixon llegó a Costa Rica el 14 de octubre del 2009. Su primera aventura fue en el volcán Arenal. Al día siguiente escribió un correo electrónico a su hermano explicando que su bulto había sido robado en un bus, aunque el hecho no lo hizo desistir de conocer el país.
“Perdí mi identificación belga (laboraba en ese país), pero eso no debería de ser muy difícil de reemplazar. Ahora voy para unas aguas termales y luego a escalar un volcán”, dijo.
Después de estar en San Carlos, el extranjero pasó dos noches en Monteverde. Su último estado de Facebook rezaba “Costa Rica, día 4. Nunca volveré a hacer un tour de canopy luego de salir en la noche con dos finlandeses. Es una situación en la que nadie gana”.
Ese mismo día, el periodista se dirigió hacia playa Tamarindo, Guanacaste. Cerca de las 3 p. m. llegó al hotel Villas Macondo, lugar donde alquiló una habitación. Luego de descansar, salió a buscar algo de comer y esa fue la última vez que los empleados del establecimiento lo vieron.
De acuerdo con Dixon, al día siguiente la mucama notó que el inglés no había pasado ahí la noche, por lo que avisó a la recepción. En apariencia, otro habría mandado un correo electrónico a la dirección que el periodista dejó en el registro, sin recibir respuesta.
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El 21 de octubre, ante su ausencia, el hotel informó a la Policía y a la Embajada del Reino Unido. A pesar de que se revisaron hospitales, no se encontró ningún paciente bajo el nombre Michael Dixon.
Durante este periodo, David Dixon asegura que la Oficina de Relaciones Exteriores británica decidió no informarnos porque, según ellos, las personas deciden desaparecer todo el tiempo. “Eventualmente alzaron la mano y aceptaron su error”, agregó Dixon.
Finalmente, de acuerdo al hermano menor, el 26 de octubre la policía local inspeccionó la habitación de su hermano y encontró todas sus posesiones sin tocar, por lo cual se descartó el móvil de robo.
Tres días después, David Dixon llegó a nuestro país y al día siguiente dos de sus primos hicieron el viaje.
Los tres recorrieron todos los lugares que Michael visitó por cerca de un mes.
A pesar de que la búsqueda no produjo evidencia concreta, David Dixon mantiene que las conversaciones con diversos habitantes de Tamarindo arrojaron detalles importantes.
“La gente más colaboradora han sido los locales. Hemos conocido gente muy amable que de verdad quieren ayudar. Caminaron y buscaron con nosotros. Fungieron como choferes e intérpretes, pero lo más importante es que son los que han dado la información de mejor calidad”, agradeció Dixon.
En un expediente que compartió con este diario, David Dixon detalla todas las conversaciones, reuniones y viajes hechos durante sus 29 días en el país cuando hizo su primer viaje, días después de que recibiera la noticia de la desaparición.
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Si bien solo se pueden interpretar como versiones preliminares, las pistas que, según Dixon, adquirieron mayor fuerza al pasar el tiempo indican que su hermano fue visto en un restaurante llamado El Pescador, en compañía de locales conocidos por el uso o trasiego de drogas. Dixon explicó que teme que su hermano haya sido drogado.
“Él no usaba drogas. Ni siquiera la gustaba salir a tomar mucho. No era de buscar problemas. Durante las diversas entrevistas hubo tres detalles que se repitieron con mayor intensidad a lo largo de mi búsqueda: el nombre del restaurante donde varia gente aseguró haberlo visto y los nombres de dos personas conflictivas de la zona que, en apariencia, se encontraban con él”.
Sin embargo, el mismo pariente es el primero en decir que esta información de poco ha servido, porque al tratar de involucrar a las autoridades, los testigos se han retractado o han cambiado sus versiones.
“No confían en las autoridades locales. Es un país bello, pero, al menos en Tamarindo, muchos locales ni siquiera se sienten seguros ahí, según me comentaron.
“La única forma en la que vamos a conseguir respuestas, en esta vida tan limitada que tenemos sobre la faz de la tierra, es que alguien tenga un poco de conciencia o tenga una conciencia culposa, dé un paso al frente y le diga a la familia qué fue lo que pasó. Solo así tendremos respuestas”, aseveró.
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Periodista aventurero
Michael Dixon desapareció cuando tenía 33 años. El 19 de julio de este año habría cumplido 42. Al momento de su desaparición, el periodista residía en Bruselas, Bélgica, donde trabajaba como editor de revistas.
1,70 metros de estatura, delgado, de tez levemente morena, cabeza rasurada y ojos café, con anteojos; así lo describe su pariente.
“Su idea de vacacionar era oír música, leer libros y tomar fotografías”, explicó, al tiempo que insistió en que Michael era un viajero experimentado y se alejaba de problemas.
Poco antes de viajar a Nueva York y posteriormente a Costa Rica, Michael Dixon había estaba en África, Bali, Jamaica y había recorrido Europa en varias ocasiones.
De acuerdo con David, a su hermano le gustaba mucho la música, en especial de los 80 y sus lecturas favoritas son las de thrillers policíacos. “Es un gran fan de Agatha Christie y uno de sus libros favoritos es La Vida de Pi, del escritor Yann Martel”, dijo, con versos en presente.
Cualquier información sobre el paradero de Michael Dixon se puede hacer llegar al Organismo de Investigación Judicial mediante la línea confidencial 800-8000-645.
También puede contactar a la Embajada del Reino Unido en Costa Rica o al correo electrónico info@helpfindmichaeldixon.com. Además, la familia cuenta con perfiles en Facebook y Twitter y la página web www.helpfindmichaeldixon.com.
Casos y Estadísticas
De acuerdo con datos del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el año pasado 2,9 millones de viajeros entraron al país, lo cual significó un ingreso de $3.873 millones.
Entre enero y agosto del presente año, un total de 2,1 millones de turistas han visitado nuestro país. De ellos, 53.587 son del Reino Unido, lo cual lo ubica como uno de los mercados más importantes para el turismo nacional. La mayor cantidad de visitantes siguen siendo los estadounidenses, con 937.595.