Los pescadores Erick Morera Samudio y Jorge Samudio Avilés, de 32 y 51 años respectivamente, recuerdan el drama que pasaron luego de permanecer tres días agarrados al casco de la lancha en que viajaban, en el Pacífico sur costarricense.
La odisea inició el sábado anterior a eso de las 5:30 p. m., luego de que Jorge, con 36 años de experiencia, acompañó a Erick en su primer viaje de pesca.
Ellos habían pasado la tarde en la Isla del Caño, en compañía de otros familiares, y al atardecer decidieron adentrarse unos 500 metros en el mar y lanzar trasmallos para luego regresar al día siguiente por el producto.
Sin embargo, todo cambió a eso de las 7 p. m. cuando una ola volcó la lancha en la que iban.
Así pasaron la noche del sábado, el domingo y el lunes, hasta que este martes, a las 9:55 a. m., fueron rescatados cerca de la Isla, por una lancha que transportaba a un grupo de turistas hacia ese punto.
Michael Miranda, capitán de la embarcación, observó a la distancia a dos hombres aferrados al casco de un navío, quienes les hacían señas con las manos y gritaban para ser auxiliados.
“Al llegar a la lancha vimos a dos hombres cansados, deshidratados y quemados por el sol; después de que nos contaron la odisea, los transportamos a tierra, a Uvita de Osa”, narró Miranda.
Ambos pescadores fueron trasladados por una ambulancia de la Cruz Roja al Hospital Tomás Casas, donde fueron hidratados y estabilizados por el cuerpo médico.
Tres horas después de su arribo fue dado de alta Jorge, mientras que Érick permanece internado en observación.
Fe en momentos difíciles
En su casa, en Ciudad Cortés, Samudio recordó, rodeado de su esposa, cuatro hijos, dos nietos y sus amigos, la experiencia vivida.
“Durante esos cuatro días no tomamos agua y no comimos absolutamente nada, solo nos aferramos al poder de Dios para que nos rescataran. Los días fueron muy trágicos y acongojantes por el fuerte sol, mientras que las noches se tornaban terribles por los fuertes oleajes”, dijo mientras observaba las lesiones sufridas por el sol en su cara, cuello y brazos.
“En dos noches observábamos luces, posiblemente de casas o faros a la distancia, pero al amanecer ya no veíamos nada pues la marea nos había tirado para otros lados”.
Recordó que la noche del lunes se alegraron un poco, debido a que vieron la luz de una lancha a la distancia, pero por más señas y gritos que hicieron, no fueron vistos ni escuchados.
“Mi compañero Erick amenazó con soltarse de la lancha y que el mar se lo llevara, ya que me dijo que no resistía más el dolor en los brazos y las piernas. Le contesté: no papá... hay que creer en Dios y aferrarse a él. Mañana (hoy martes) nos rescatarán. Pensaba mucho en mi esposa, en mis hijos y en mis nietos y hasta me dije que nunca más los volvería a ver. Le pedí a Dios que si me ahogaba, él me los cuidara”, afirmó el pescador de 51 años.
Ante la consulta de si volvería al mar, Samudio dijo que sí, ya que es su única forma de subsistencia.
Su esposa, Marjorie Granados Arroyo, con quien tiene 30 años de convivir, recordó que el sábado él se llevó el teléfono celular y la única lancha que tienen.
“Como no regresó esa noche, imaginé que algo les había ocurrido, pero no sabía qué, pues no tenía comunicación con él al volcarse la lancha. Tampoco yo podía salir de la isla a avisar porque no tenía cómo hacerlo. Fueron cuatro días que no se los deseó a nadie. Mis hijos y yo sólo pasábamos llorando y caminando por la playa en espera de verlo vivo o muerto”, expresó Granados.
“Pensaba que nunca más volvería a ver a mi viejito; sin embargo Dios nos hizo uno de nuestros días más felices”, añadió la mujer.
Este martes por la mañana, la mujer recibió una llamada de oficiales de la Fuerza Pública, sobre el hallazgo de dos pescadores a la deriva.
“Preguntaba por los nombres de los pescadores para ver si estaba mi marido. Cuando me confirmaron de que sí estaba vivo y en buenas condiciones, nos abrazamos, lloramos y saltamos de la alegría. Dios nos concedió el milagro de tener de vuelta con nosotros a mi viejito”, expresó Granados.