La a mañana de aquel lunes, el pasado y el presente acudieron al mismo tiempo a pedir audiencia a la oficina del presidente del Congreso.
Afuera del despacho, asesores, diputados, autoridades judiciales, ministros y periodistas esperaban que el jerarca legislativo encontrara una solución para apaciguar la tormenta institucional desatada por la no reelección del magistrado Fernando Cruz .
Mientras tanto, puertas adentro, Víctor Emilio Granados Calvo emprendía un viaje retrospectivo que lo remontó a aquellos días cuando limpiaba la capilla de La Reforma.
Era una tarea diaria y repetitiva. Baños, pisos, bancas... todo pasaba por el rigor de la escoba, el palo de piso y el limpión. La capilla debía recibir impecable a los reos que iban a rezar el rosario o a escuchar la misa que el padre Blas, capellán de la cárcel, celebraba los sábados.
“Se trabajaba mucho”, rememora Granados sobre su época como monaguillo en la prisión alajuelense.
Entre los años 2001 y 2002 , este capitalino de cepa estuvo confinado en el ámbito B del Centro Penitenciario La Reforma, luego de que en 1992 fuera condenado por cometer, tres años antes, una estafa por ¢30 millones en contra del Banco Nacional.
¿Por qué llegó a la cárcel? La pregunta le arranca un suspiro del alma, pues lo encara con un episodio muy triste de su niñez, cuando a los siete años le tocó presenciar en su casa cómo un padre admirado sucumbía ante la daga de un infarto.
Don Víctor recuerda a su papá, Paúl Granados, como un hombre que se ganó el cargo de juez de la República a punta de sacrificio. Sin embargo, confiesa que su tempranera pérdida le causó un resentimiento que lo llevó a rebelarse en contra de lo que él representaba.
“Yo culpé a mi papá muchísimos años por haberse muerto, por haberme dejado solo y ese es el proceso que me lleva a cruzar esa línea de hacer lo que no tenía que hacer”, comenta mientras una lágrima surca sus mejillas.
El silencio es lo único que se escucha durante unos segundos en la habitación. Entonces, sacando fuerzas de lo más hondo, por fin agrega que la falta de oportunidades de trabajo fue otro de los factores que lo hicieron tropezar.
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Hoy, 23 años después de aquel error, afirma que lo más doloroso del año y medio que pasó en prisión fue experimentar la verguenza y la pérdida de libertad, y verse reflejado en el “espejo” de otros reos que parecían condenados a vivir esa vida por siempre.
“Eso me impulsó a ser mejor. Yo salgo de prisión con un deseo irremediable, con una sed increíble de hacer las cosas bien”, asegura.
Empujones de la vida
El mediodía se cuela con timidez por las cortinas del despacho del presidente del Congreso. Los recuerdos y las anécdotas revolotean por todos los rincones de la pieza, pero él sabe que asuntos muy importantes le aguardan al otro lado de la puerta.
“Hemos llegado adonde estamos a empujones, son empujones de la vida”, reflexiona don Víctor, mientras se frota la cicatriz que le dejó en la frente uno de los tantos partidos de béisbol que jugó de chiquillo en el barrio La Catedral, en el corazón de San José.
El hijo de Paúl Juan Granados Oviedo y Nuria Calvo Coin ha tenido, desde siempre, un vínculo muy cercano con la capital. De niño, su familia vivía en una casa de madera desde donde solía irse caminando a la escuela Juan Rudín, localizada en barrio Los Ángeles.
Con la llegada de la adolescencia, sus pasos se encaminaron hacia los salones del Liceo de Costa Rica, al sureste del casco metropolitano y, luego de casarse, se mudó a Paso Ancho. En esa misma época, realizó estudios superiores en Hatillo y consiguió trabajo allí mismo.
Granados considera que hay muchos estereotipos injustos sobre las personas que viven en los barrios del sur.
Sin embargo, este amante de las novelas latinoamericanas y de las estampitas del padre Pío y de San Judas Tadeo, afirma que en las calles y centros educativos de ese sector josefino recibió enseñanzas valiosas que le ayudaron a levantarse.
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“En los barrios del sur vive, probablemente, mucha gente con muy escasos recursos, pero con grandes valores y con una riqueza espiritual increíble”, sostiene.
Aferrado a este legado y a la formación del hogar, Granados salió de la prisión con el firme propósito de rehacer su vida. Una de sus primeras acciones, recuerda, fue impulsar una pequeña empresa familiar que se dedicaba a confeccionar productos impresos.
Elaboraban desde tarjetas navideñas hasta naipes con fotografías turísticas de Costa Rica. Este último proyecto, por esos caprichos del destino, se financió con un crédito del Banco Nacional, entidad a la que él trató de engañar en el pasado.
Sin embargo, estaba decidido a reconstruir su reputación. Como evidencia de los logros alcanzados, comenta con orgullo que a lo largo de los años ha generado un récord en distintos bancos como persona que pide crédito y que paga.
“Cada vez trato de acercarme más a lo que quiero ser, a lo que sueño ser, y trato de alejarme de lo que pude haber sido como persona y como ser humano. Es una lucha constante y solo los actos lo pueden lograr”, sentencia con rostro apacible.
Animal político
Al tiempo que empujaba el negocio de la imprenta, Granados entró a estudiar derecho en la Universidad Cristiana del Sur, localizada en Hatillo, y comenzó a trabajar con un abogado.
Fue en los salones universitarios donde conoció a Óscar López, un inquieto joven no vidente que era asesor del presidente Abel Pacheco en temas de discapacidad y que pretendía ser candidato a alcalde de San José por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).
La amistad entre ambos floreció y despertó el “animal político interior” que don Víctor mantuvo dormido por años, pero que en la adolescencia ya lo había impulsado a postularse a la presidencia estudiantil del Liceo de Costa Rica y a acercarse a las filas socialcristianas.
En el 2004, Granados y otros entusiastas soñadores fundaron el Partido Accesibilidad Sin Exclusión (PASE), una agrupación provincial que se convirtió en una de las sorpresas de las elecciones del 2006 al lograr que Óscar López ganara una diputación por San José.
¿Visualizó usted en ese momento la posibilidad de ocupar una curul? “Para nada. Yo siempre tuve claro que iba a ser una dificultad mi pasado”, sostiene. Por esa misma causa, dice, dudó mucho cuando López le pidió que lo acompañara en el Congreso como asesor.
Sin embargo, tres años después, no pudo esquivar su destino. La Asamblea Nacional del PASE, que ya se había transformado en partido nacional, decidió por aclamación postularlo candidato a diputado por el primer lugar de San José. Para sorpresa de propios y extraños, en los comicios nacionales del 2010, el bisoño partido obtuvo no una, sino cuatro curules, incluida la de Granados.
Coqueteos
La posibilidad de que Víctor Emilio Granados fuera presidente del Congreso se asomó casi desde el inicio de su gestión.
Cuenta el propio legislador que compañeros de otras bancadas empezaron a mencionarle esa posibilidad cuando las fuerzas de la oposición conformaron la Alianza por Costa Rica, en el 2011, para quitarle el Directorio legislativo al Partido Liberación Nacional (PLN).
En ese momento, recuerda don Víctor, los oficialistas también coquetearon con él para ofrecerle respaldo. Sin embargo, su agrupación decidió apoyar la coalición golpista y, para hacer viable el acuerdo, desistió de aspirar a la presidencia en los siguientes dos años. Fue así como 30 diputados de cinco bancadas opositoras concretaron el “mayo negro” al elegir una papeleta multipartidista encabezada por Juan Carlos Mendoza, del Partido Acción Ciudadana (PAC) , y anunciar el impulso a una agenda diferente a la del Poder Ejecutivo.
No obstante, 12 meses después, la opinión del PASE sobre la Alianza había alcanzado niveles de desencanto y frustración, debido a la imposibilidad de llegar a acuerdos para aprobar leyes. Además, Liberación había intensificado el cabildeo para resquebrajar a los golpistas.
Al final, el PASE asumió gran parte del costo político que en ese momento significaba romper un bloque opositor que, a criterio de Granados, ya estaba roto desde hacía tiempo.
Esta bancada y Restauración Nacional aceptaron llegar al Directorio con los votos del oficialismo, a cambio de devolverle al Gobierno el control sobre las comisiones legislativas que tramitan proyectos de su interés. El pacto se consumó el pasado 1.° de mayo .
¿Se siente un traidor? “No, para nada. Yo fui traicionado por la Alianza porque generó mucha ilusión en los ciudadanos y en los diputados, pero no tuvo como grupo la capacidad de generar un proyecto político ni afuera de la Asamblea Legislativa ni adentro”, alega.
Temas delicados
Dos décadas atrás, don Víctor no imaginaba que hoy estaría en el alto de Cuesta de Moras resolviendo asuntos tan gruesos como un conflicto entre Poderes de la República.
Él no estaba en el país cuando 38 diputados insatisfechos pretendieron “darle una lección” al Poder Judicial votando contra la reelección de Fernando Cruz, magistrado de la Sala IV, y advirtiéndole a los colegas de este que vendrían más cambios.
La amenaza cayó como una bofetada en los recintos judiciales y desató un vendaval de reproches mutuos que, a una velocidad vertiginosa, iban y venían, desde ambos extremos del bulevar de 400 metros que separa al Congreso de la Corte Suprema de Justicia.
Al calor de la escaramuza, llegaron presiones de todo lado para que Granados encontrara una solución rápida. Ese era, precisamente, el tema que deambulaba como alma en pena afuera de su despacho, a la espera de meterse por cualquier hendija.
Dicho conflicto se sumaba a otras situaciones inéditas que el legislador del PASE ha afrontado desde que se instaló en el segundo piso del Castillo Azul (se trasladó al edificio Sión debido a remodelaciones), con la bendición de Gobierno y oficialismo.
Meses antes, le había tocado lidiar, por ejemplo, con un grupo de diputados que se negaban a autorizar el ingreso de barcos artillados de Estados Unidos para patrullajes antinarco y con la falta de un trámite claro para aprobar los proyectos de iniciativa popular.
También facilitó acuerdos para tramitar proyectos como la ley antitabaco , la reforma a la ley de tránsito , la reforma procesal , la ley de protección a la vida silvestre y los eurobonos que, en ciertos casos, llevaban años esperando el aval del plenario.
La mayoría de estas iniciativas eran de mucho interés para la administración Chinchilla. Sin embargo, Granados afirma que ni él ni su partido son instrumentos de Casa Presidencial.
Un día después de este viaje por el presente y el pasado, don Víctor emitió una resolución que podría tener repercusiones en el futuro. El jerarca trató de anular la votación impulsada por el PLN contra el magistrado Cruz al considerarla extemporánea.
No logró su cometido, pero al menos pudo desmarcarse del oficialismo en este tema e hizo méritos para recibir un abrazo en público del presidente de la Corte, Luis Paulino Mora. ¿Afectará esto a Granados en sus pretensiones de reelegirse?
Eso se sabrá el próximo 1.° de mayo, o antes, si el futuro también llegara a pedir audiencia al hombre que ha surgido a punta de empujones.