Varios sábados por la noche le ha sucedido que Al Pacino lo llama a su teléfono personal, le pide una mesa y deja en sus manos una reservación en el River Café, en Brooklyn, Nueva York.
El herediano lo atiende, revisa la lista de mesas disponibles y no tarda en prepararle las sillas y espacios que requerirá el famosísimo actor. Luego se cerciora de que las flores estén frescas, que el mantel luzca pulcro y que los de la mesa de al lado la estén pasando de maravilla.
En cuestión de minutos, el histrión de
El tico rompió con la hegemonía francoestadounidense de las ediciones anteriores en las que se ha entregado este premio. El reconocimiento llegó de las manos de la industria hotelera neoyorquina que, al votar a su favor, lo convirtió en el primer latino que recibe este galardón.
Nada fácil es esto de responsabilizarse por la comodidad de todos los visitantes del River Café entre jueves y domigo, pues son cerca de 250 clientes de diversas nacionalidades los que ocupan el restaurante cada noche. Esto equivale a 5.000 personas al mes y a 60.000 en un año. Y ahí está Javier Rodríguez, para atenderlos a todos y cada uno de ellos.
Lo suyo (es decir, lo del
“La idea es que la gente no tenga la necesidad de levantar la mano para pedir algo; a mí me toca estar un paso adelante de eso para dar la mejor atención”, explica Rodríguez.
No es un novato en esto, pues ocupa el puesto en el mismo restaurante desde el año 2000.
El tico recuerda con cariño y gracia el viaje de vacaciones que lo llevó a quedarse en la Gran Manzana de forma permanente a 19 años de edad; hoy tiene 34.
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“Fui a visitar a mi hermano y me quedé sin plata; tuve que empezar a buscar trabajo para poder comprarme una computadora. Cuando me di cuenta, ya había decidido quedarme en Nueva York”.
Su currículo en tierras norteamericanas comenzó a escribirse cuando trabajó de gratis en un pequeño bar en el mismo estado. Allí limpiaba mesas, hacía café y ayudaba en el local. Luego pasó a ser ayudante de bar,
Gracias a su trabajo, se ganó la visa estadounidense y, más tarde, encontró a la esposa con la que ha procreado dos hijos.
Ahora divide su semana entre el trabajo y la vida en su apartamento, en la tranquila Saratoga, a dos horas y media de Brooklyn.
El River Café se ha ganado la fama de ser el restaurante “más romántico de Estados Unidos”, esto por los comentarios que han hecho varios críticos culinarios y que el mismo restaurante ha sabido usar a su favor.
Gracias a esta reputación, el local se ha convertido en un punto predilecto para las declaraciones de matrimonio, y ahí está Javier para convertirse en la mano derecha de los y las interesadas en pedir la mano.
“A veces les ayudo poniendo el anillo en el postre, o llevándoles la botella de champaña. Siempre tengo que buscar qué necesita la gente para ocasiones especiales.
”Una anécdota curiosa que recuerdo fue la vez que, en una misma noche, me encontré a siete parejas que estaban celebrando su aniversario de plata el mismo día. Eran dos matrimonios de Estados Unidos, uno alemán, uno de Canadá y otrode Francia. Ninguna pareja conocía a la otra, entonces fue muy emocionante para ellos poder intercambiar sus historias”, cuenta.
Así como llegan tórtolos deseosos de entregar anillos, asisten también estrellas de la pantalla grande y de la pantalla chica, jugadores de la NBA y diplomáticos de todo el mundo.
Sin importar quiénes sean los clientes, Rodríguez asegura que todos reciben un “trato VIP”. Pero la igualdad también se aplica como norma a todos los clientes del River Café, donde rige un estricto código de vestimenta. Es indispensable el uso de saco y se prohíbe el ingreso con
Tal vez las reglas cambien cuando Javier Rodríguez tenga su propio restaurante, algo que está en sus planes para el mediano plazo. Este será de comida “nueva-latina” y, por supuesto, incluirá recetas de Costa Rica, el país sobre el cual muchos clientes le preguntan: “¿Por qué se fue?”