Oficialmente llevamos apenas un mes de campaña electoral, y faltan tres más. Nos toca a usted y a mí decidir a quién le damos el brete , y tenemos solo dos alternativas: hacernos los majes y creernos el cuento de que uno puede decidir que la política “no le importa”, y que gracias a eso tampoco le afecta (¡cajita blanca!). O, dos: ponernos vivos y hacer la tarea, que en campaña avisada nadie muere embarcado.
A partir de ahora, y hasta el día de las elecciones, por definición asuma que lo están engañando. En una campaña política todo es una mentira hasta que se demuestre lo contrario.
Disfrute de los anuncios de televisión, véalos todos, compárelos, y luego ignórelos. En Costa Rica, la publicidad electoral rara vez aporta algún insumo útil para tomar una decisión informada. Nos han acostumbrado a que los anuncios en campaña son el bling-bling de la democracia: no le sirven de nada a nadie. Solo a quien los cobra.
Ignore las maromas, los grandes actos, los shows políticos, la parafernalia, el confeti y la pólvora. La mejor forma de esconder una cosa es mostrar otra. Que no lo distraigan.
Escuche y lea todas las entrevistas que pueda. Oiga responder a los candidatos. Escuche con atención lo que los periodistas cuestionan, y cuestione usted a los periodistas. Piense en las preguntas que faltan, en las que nadie ha hecho. Hágaselas llegar a los medios.
Critique a este periódico, y a todos los demás. Exija que la prensa haga una labor balanceada, y reclame espacios para los candidatos a los que usted quiere escuchar. Usted tiene el derecho, y los medios, el deber.
Conocer los planes y propuestas de los candidatos es fundamental, nadie lo duda; pero si solo tiene tiempo para concentrarse en una cosa, mejor ocúpese de conocer sus trayectorias. Para mañana, cualquiera ofrece el cielo y la tierra, pero el ayer habla de quiénes son hoy. Es más importante lo que han hecho que lo que prometan hacer.
Entienda el contexto. Un presidente es él y sus circunstancias. ¿Cuál es su ideología? ¿En qué cree? ¿Con quién se junta? ¿Quién lo acompaña? ¿Quién le va a ayudar? ¿Quién lo inspira? ¿Por qué quiere gobernar?
No vote en blanco y no anule su voto. Es un desperdicio, aunque uno que otro rebelde tardío quiera convencerlo de lo contrario. El único “llamado del pueblo” que le importa a un candidato es el que lo hace presidente, o lo condena a perder.
Tome una decisión y vaya a votar con la frente en alto. Es el máximo ejercicio de ciudadanía. ¡Y espabílese! Que la democracia es una fiesta, pero la campaña es una fiesta de disfraces.