Rylyuk es el artista que cambia el color de Tibás

Con el sueño de pintar todo el país, este artista urbano pasó de soportar lluvias a recibir el abrazo de una sociedad que quiere mirarse diferente

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Alexander López Rylyuk, quien prefiere ser simplemente llamado por el apellido que le dejó su madre, veía a través de la ventana de su casa de Tibás el poste de alumbrado público que siempre ha estado frente a sus narices.

Pero en una ocasión, la mirada fue diferente.

Era de noche, a inicios del 2018, y Rylyuk veía la calle con determinación, como si estuviera apretando su puño para tomar fuerzas y enfrentarse a un enemigo.

Decidido, salió con un par de cubetas cargadas de pintura oscura y con un ligero temblor en sus manos.

Rylyuk se encontraba frente a una paradoja: quería hacer algo bueno, pero sentía que podía verse como algo malo.

El muchacho de 32 años no soportaba más ver los papeles colgantes en el poste frente a su casa, ni las trenzas de suciedad que peinaban la superficie del caño.

Él decidió arrancar toda la basura que se amontonaba en la columna en medio de la oscuridad nocturna y se dedicó a pintar.

No sabía ni qué diseño realizar; su único propósito era borrar la insoportable suciedad que no lo dejaba tranquilo.

“Esa noche tardé como una hora o dos, viendo a ver cómo reaccionaba el poste, viendo qué diseño podría funcionar. No fue muy complicado: hice unos círculos, y conforme pasaron los días le fui agregando cosas. Al principio fue como algo clandestino, porque salía en la noche como si tuviera que ocultar mis ganas por intentar que el barrio se viera más bonito”, dice el artista urbano.

Tan solo un día después, el temor de Rylyuk se agigantó.

Miró a unos cuantos policías acercarse a uno de los postes que pintaba mientras la tarde caía.

Sorpresivamente, no recibió ningún reclamo por intervenir las columnas de luz públicas.

“Yo pienso que el hecho de que sea pintura y no espray le quita a la gente el prejuicio de que uno podría estar haciendo vandalismo. Conforme pasaban los días, tomé confianza y ya me tiré más a la calle durante el día. Quienes pasaban solo me decían que gracias, que qué bonito. Uno se motiva más así”, afirma.

El encuentro con los policías fue algo así como una suerte de prueba de fuego para su propósito.

Finalmente, Rylyuk tardó una semana en darle forma a su primer obra pública, un poste de luz que ya no transmitía abandono, sino calidez.

El resultado le agradó lo suficiente como para buscar más espacios, tarea que iba a resultar sencilla.

“Irónicamente, me encontré con mucho trabajo por hacer. Casi todos los postes están descuidados, se ven feos. Como yo vivo en Tibás, empecé a ver por dónde podía entrarle a más postes y cuando me di cuenta, ya un montón de gente legitimaba mi trabajo y comenzaron a ayudar con la causa”.

Así de simple comenzó el giro de su vida. Ya sin temores, el horizonte gris tarde o temprano se convertiría en pintoresco. Al menos esa era la idea.

Un lienzo inesperado

El poste de luz es un lienzo completamente diferente. Sus componentes dependen de las experiencias del día que lleve Rylyuk, o el encargo que se le haya dado.

Nunca se imaginó pintar perros o pollos en una columna, por ejemplo, pero es parte de la innovación a la que está dispuesto a ceder.

Durante los últimos cinco años, Rylyuk ha atravesado el mundo del diseño de camisetas con gran fruición, sin esperar que sus días cambiasen.

Él confiesa que nunca se había interesado en pintar, pero la necesidad de ver con color su barrio fue el motor para enviarlo a las calles.

“La idea surgió como una mezcla de varias cosas. Estaba un poco frustrado porque no veo arte callejero bueno. Siempre tuve esa decepción de que veía otros países donde se ve color en la calle… Aquí se ven grafitis y rayonazos feos, cosas que no me gustan mucho. Además, los postes están llenos de propaganda, de papeles para pedir préstamos… Vi que podía tratar de hacer algo bonito, como ponerle color a lo que vemos a diario”, confiesa el artista.

La mente de Rylyuk había dado vueltas sobre arte callejero desde hace algunos años. En el 2016, realizó un mural en el barrio La California y nunca más volvió a asomar sus pinceles en el espacio público.

Ahí está la ironía de sus días: la camisa manchada y el pantalón desgarrado son acompañantes de su causa diaria. Con su estilo relajado, se muestra satisfecho de completar una de sus principales promesas: convertir el parque de Tibás en algo muy diferente.

Llaves, teclados, círculos y sobre todo flores son la pintura que refleja el movimiento de una comunidad que necesitaba encenderse.

Desde la municipalidad de Tibás, el vocero José Cojal aseguró que el recibimiento de la comunidad ha sido gigantesco con Rylyuk.

“Actualmente, estamos esperando una propuesta del muchacho (Rylyuk) como parte de nuestro programa Embellecimiento del cantón. Hace tres meses comenzamos el contacto y vemos que ha funcionado muy bien”, señala Cojal.

“A veces, pido en redes sociales pinceles o un sellador y la gente aparece. Es muy curioso porque pareciera que todos queríamos hacer un cambio pero no sabíamos cómo hacerlo. Por eso yo digo que Tibás lo está pintando la gente”.

Más allá de un par de trazos

Hace tan solo unos meses, Rylyuk vivió una experiencia que lo dejó en un estado reflexivo inédito.

Viajó a Rusia para disfrutar del Mundial de Fútbol e inesperadamente quedó más sorprendido por el arte que encontró en las calles que por los propios espectáculos deportivos.

“Ahí sí hay cultura”, dice mientras deja salir aire de su boca, como un lamento. “No se ve la cochinada que a veces uno se encuentra, que hasta da tristeza”.

“Aquí nos acostumbramos porque nadie hace nada. Llega alguien, quita los papeles del poste, los vuelven a poner y listo. En cambio, si uno los pinta, ataca el problema. Algunos irán a pegarlos a las paradas de bus pero es un paso a la vez. Hay que encontrar la manera sana de revertir estos problemas”, afirma Rylyuk.

El artista se siente orgulloso de su trabajo, pero a la vez se sienta ofuscado al saber que la mayoría de espacios se encuentran contaminados.

“Es que es un proceso muy largo”, dice. “Yo quiero pintar en otros lados, en parques de cantones, en lugares donde van los niños.

La idea es ir expandiendo el color a lugares más visibles y todos ganamos”, dice. Además de Tibás, también ha plasmado su arte en unos cuantos postes de San José y Calle Blancos, y tiene planes de decorar las estructuras de Moravia.

El trabajo de Rylyuk puede ocurrir repentinamente, con una llamada que lo invita a pintar alguna columna con la donación de materiales o encargos particulares.

“Así nos olvidamos de los problemas de contaminación y se difunde el arte. Se da de qué hablar, la gente se activa, ayuda. Ojalá pudiéramos sentir la experiencia del arte cada vez que miramos al frente”, dice el artista, como si repasara la experiencia en su barrio que lo llevó a cambiar sus días.