Personajes 2018, Fabricio Alvarado: El que nadie vio venir

Protagonista sorpresa de la campaña electoral, el excandidato evangélico sumó palmas e insultos por igual. Ganó la primera ronda, perdió la segunda, salió por la puerta de atrás de su partido y se reinventó con un nuevo proyecto político.

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En su reciente visita a Israel, Fabricio Alvarado cumplió el manual del turista, tomándose la foto de rigor en todos los lugares emblemáticos de Jerusalén que recorrió junto a su esposa, Laura Moscoa. La única foto que dejó sin hacerse fue en el Muro Occidental. "Fabricio Alvarado en el Muro de los Lamentos sería un meme seguro”, dice.

Alvarado se toma con humor el haber inspirado este año cientos de memes y chistes en redes sociales. Fue inevitable, no solo por su meteórico ascenso político, que lo tuvo a las puerta de hacerse con la Presidencia de la República, sino también por sus posiciones fundamentadas en un conservadurismo evangélico que divide aguas: ¿salvador o enemigo? Depende de a quién se le pregunte.

El 2018 fue un año que Fabricio no podía vaticinar: empezó enero como un candidato más en la contienda electoral, de media tabla para abajo en las encuestas, y para finales de ese mes era el principal aspirante a la silla presidencial; en abril perdió la segunda ronda electoral y fue desplazado del ojo público a medida que su partido, Restauración Nacional, lo hacía a un lado y le achacaba irregularidades de esa agrupación detectadas tras los comicios. Ahora, concluye diciembre como líder de ocho diputados disidentes de Restauración y con todo en marcha para volver a la arena política al frente de un nuevo partido, creado a su imagen y semejanza.

Alvarado sabe que el suyo fue un fenómeno político único, producto tanto de él como de sus circunstancias. Circunstancias que se alinearon de modo tal que pusieron al país a escoger entre el hoy presidente Carlos Alvarado y este periodista sin título universitario, un hijo de la educación pública, criado y siempre ligado a Desamparados y que, con su impecable voz y guitarra, tenía suficiente para labrarse una carrera musical por encima del promedio.

Las Serenatas

Es 1996. Voy dentro de una microbús junto a un puñado de estudiantes de Comunicación Colectiva de la Universidad de Costa Rica. El conductor es Francisco Prendas, y entre los pasajeros van Jarocho, Paco, Rigo, Yeyo, René y Puki. También va Fabri, el único que sí sabe cantar de verdad, aunque todos juramos que estamos a su altura vocal, pues aquella es una noche de serenata.

Llegamos a San Pablo de Heredia, donde vive la compañera cumpleañera. Tocamos el timbre, nos reciben de buena gana y el grupo se acomoda en la sala de la casa alrededor de Fabri, quien guitarra en mano marca la ruta: esa noche cantamos Alux Nahual, Sergio Dalma, Luis Miguel y Franco De Vita. No hubo canciones cristianas.

Nuestro improvisado ensamble no rindió para la decena de serenatas, pero Fabri siguió siendo el animador de cualquier encuentro estudiantil. En mi caso, la amistad con él venía incluso desde antes de la U, pues nos conocíamos por nuestras familias.

En esos años, Francisco Prendas ganó la presidencia de la asociación de estudiantes de Comunicación y renunció al mes de haber asumido. Él y Fabricio empezaron a forjar una amistad indestructible en las aulas de la Ciencias Sociales, y en sus almuerzos era común que se les pegara el hermano menor de Prendas, Jonathan, a quien por insistencia ya nos habíamos acostumbrado a incluir en las actividades de generación. Sin darnos cuenta, fuimos testigos de la fundación del triunvirato político que más resonancia ha tenido en la participación política del evangelismo costarricense.

Fabricio y Francisco salieron de la UCR para hacer carrera como periodistas en la televisión secular. Pronto la escena evangélica los atrajo y en ella se tornaron protagonistas, para luego dar el paso final a la política: ahí los Prendas jalaron a Fabricio, todos bajo el alero de Carlos Avendaño.

De aquel grupo de universitarios de la década de los 90 que hacía serenatas, el cantante estuvo muy cerca de convertirse en este 2018 en presidente de Costa Rica, y el conductor de la microbús en su segundo vicepresidente. Por su parte, el hermanillo menor fue electo diputado por Heredia y hoy es uno de los congresistas más visibles de la actual Asamblea Legislativa.

Ninguno de nosotros los vio venir.

Calle Fallas

En una soleada tarde de noviembre, Fabricio Alvarado abre la puerta de su casa. Él, Laura y sus dos hijas, Fabiana (9) y Dariana (4) viven en una calle sin salida, en el corazón de Calle Fallas de Desamparados. El suyo es un barrio tranquilo, en el que los chiquillos van a la pulpe de la esquina a comprar postales y helados. Nada parece indicar el frenesí que vivió su vecindario entre enero y abril, cuando las visitas de partidarios y periodistas se tornaron inevitables en el hogar de los Alvarado Moscoa.

Su casa es una vivienda de clase media, y como toda la clase media, aún se le debe al banco. A la vista no hay ningún signo político, ningún rasgo de la mediática exposición que Fabricio vivió en el primer trimestre del 2018. Tampoco hay notorios decorados religiosos.

Taza de café en mano, Fabricio reconoce que el 2018 no corresponde a las expectativas con las que se presentó ante la prensa el 10 de agosto del año anterior, cuando oficializó su candidatura presidencial por parte del partido Restauración Nacional. El entonces diputado estaba convencido de que, en el mejor escenario, su participación en los comicios ayudaría a que Restauración lograse más de una curul, rompiendo el techo con el que habían topado en las tres elecciones anteriores.

Aún así, desde ese día Alvarado apuntó que no sería un candidato de relleno y que su movimiento se metería en una eventual segunda ronda. “Nadie va a creerle a un candidato que no se la cree”, explica, aunque admite que no podía evitar reírse cuando los hermanos Prendas lo saludaban en aquellos meses iniciales de campaña como “Señor Presidente”. “Quizás me faltó un poco de fe”, añade.

Los Prendas –escuderos de Alvarado en todos los recorridos y actividades de campaña– fueron los que le abrieron la puerta de Restauración Nacional. Fabricio ya tenía cierta cercanía con el partido fundado y jefeado por Carlos Avendaño, tras prestarle sus servicios profesionales como comunicador. Reconocido por el público secular por sus años como reportero y presentador de noticias, así como también por la audiencia evangélica por su trabajo como salmista y conferencista, Alvarado carecía de experiencia y aspiraciones políticas cuando los Prendas le plantearon la posibilidad de lanzarse como diputado para el 2014, luego de la renuncia del aspirante original.

Llegó sin dificultad a la Asamblea Legislativa y se convirtió en el más visible de los diputados evangélicos que se conformaron en el llamado Bloque Cristiano. Desde Cuesta de Moras combatió el matrimonio igualitario, generó detractores y seguidores por igual y pasó de entrevistador a entrevistado. Su unción como candidato presidencial no sorprendió a nadie.

En la primera semana de enero, Fabricio exhibía un orgánico crecimiento en la intención de voto de los costarricenses. Pasó del noveno al quinto puesto en las encuestas, aunque aún no era suficiente para ser tomado en serio. Su publicidad era mínima, minúscula, y las puertas de debates y programas de entrevistas seguían cerradas. Previo al 8 de enero el plan era sencillo: tras las elecciones, Alvarado volvería a la Asamblea a terminar su período como diputado; retomaría su ministerio, seguiría dentro de Restauración en un rol de asesoría para los nuevos congresistas y exploraría volver a los medios, quizás con un programa de entrevistas.

Luego, el 9 de enero, todo cambió.

“Hay un antes y un después del 9 de enero para mí”, reconoce con franqueza. La misma frase igual podría atribuirse al hoy presidente, Carlos Alvarado.

Era martes y Fabricio se encontraba en una reunión, a la que también asistía el diputado y candidato Mario Redondo. Ahí les informaron que el gobierno de Luis Guillermo Solís había anunciado la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a favor del establecimiento en Costa Rica del matrimonio para parejas homosexuales. Tan pronto acabó la cita, Redondo subió de primero un video a redes sociales con su oposición a lo dicho por la CIDH, pero de eso nadie se acuerda: quien dio el golpe de efecto fue Fabricio.

El video en el que Alvarado criticaba a la Corte Interamericana y prometía su oposición férrea a cualquier intento de regularización del matrimonio igualitario se tornó viral. La comunidad LGTBI lo acusó de homofóbico e intolerante, e igualmente miles de costarricenses (entre ellos muchos católicos) se unieron a su causa. De ahí en adelante, Costa Rica avanzó al 4 de febrero enfrascado en un desgastante, intenso y a veces irreconciliable intercambio de opiniones sobre la diversidad sexual.

Como lo dijo en campaña, Fabricio aún sostiene que el anuncio de la opinión consultiva fue una estrategia de la administración Solís –con la venia de la CIDH– para mantener al PAC en el poder y levantar a Carlos Alvarado en las encuestas. Más allá de la especulación política, lo cierto es que después del 9 de enero los candidatos old school se despeñaron en las mediciones y los dos Alvarado corrieron solos hacia la segunda ronda.

Una semana después del anuncio de la opinión consultiva, Fabricio ya estaba en el primer lugar: las invitaciones para los debates llovieron; las entrevistas se multiplicaron más que los panes y los peces, y aquellos que habían rechazado unirse a su causa ahora le devolvían la llamada. Una parte del país hincó rodilla y dio gracias. La otra dejó de hacer bromas sobre los panderetas y empezó a preocuparse.

Nueva vida

Repasar la campaña electoral 2018 evoca en Fabricio Alvarado experiencias positivas. Casi todas.

Su vida y la de su familia cambió abruptamente: la intimidad del hogar se perdió y fue necesario blindar a sus dos hijas. “Tuvimos que bloquear las notificaciones en nuestros celulares”, dice.

En la calle vivió menos encontronazos de los que se creería. Solo un par de personas, en distintas ocasiones, se le acercaron gritándole insultos, algo que aún le pasa de vez en cuando: “Ayer iba entrando a la Asamblea y un chavalo que pasaba en carro me mentó la madre”, cuenta más con tono de anécdota que de queja.

Dice que el tono encendido de la campaña no fue su culpa (“lo que hice fue reaccionar a un tema que yo no propicié”) y que no es homofóbico, sino solo opositor de la figura jurídica del matrimonio para las parejas gais. El 1° de febrero, a solo tres días de las elecciones, la alta tensión de la campaña entró a la fuerza en el hogar de los Alvarado Moscoa. Y fue brutal.

Ese día Fabricio Alvarado Muñoz lloró. La cólera, la rabia, estuvieron a punto de lanzarlo a responderle a los miles y miles de ticos que comentaban, choteaban y reposteaban un video viral en el que su esposa Laura aparecía haciendo una oración en lenguas. A medida que el #RamashekaTalamasoa se abría paso a empujones en la cultura pop costarricense, el candidato de Restauración respiró hondo y aceptó que plantarse frente al tsunami virtual era imposible.

“Fue un momento muy duro. Tenía mucha rabia, pues una cosa es que te ataquen a vos y otra a tu familia”, cuenta. Tampoco tiene gratos recuerdos de cuando, en uno de los debates, otro candidato lo interpeló sobre qué haría si una de sus hijas fuese homosexual. “A mis hijas las amaré siempre, más allá de las decisiones que tomen”.

Zapote a la vista

Fabricio se impuso en la primera ronda electoral. Su objetivo de ayudar a Restauración Nacional a obtener más de un diputado se cumplió con creces: el partido evangélico sumó 14 curules.

Con solo dos candidatos aún en contienda, la segunda ronda atrajo mucha más atención sobre Fabricio Alvarado: todo lo que dijo y calló, todo lo que hizo o dejó de hacer fue sujeto de un escrutinio exhaustivo. Para sus críticos era notorio que Alvarado no esperaba llegar a esa instancia y por eso su plan de gobierno y gabinete parecían a medio cocinar.

El 1° de abril llegó tras una campaña frenética, desgastante para los dos Alvarado. En cuanto se emitió el primer resultado preliminar fue evidente que Fabricio había perdido la contienda. No lo lamenta. “No soy el primero ni el último en perder unas elecciones pero sí soy el primero que sin imaginárselo llegó a una segunda ronda”.

Tan pronto se dio el anuncio abrazó a Laura y se apartó para llamar a Carlos Alvarado. Al volver al cuarto encontró a Fabiana llorando en brazos de su madre. El recuerdo de su hija lamentando el desenlace aún le quiebra la voz. “Ahí mismo le dije que lo bueno de perder es que sí íbamos a poder ir a Disney”.

Nueva República

Hasta el 1° de abril, Fabricio Alvarado acumulaba suficiente notoriedad para ser uno de los personajes noticiosos del 2018. Bien pudo retirarse en silencio de la política que igual sería parte de esta edición. De nuevo: nadie vio venir lo que seguía.

Tan pronto la nueva Asamblea Legislativa entró en funciones, Carlos Avendaño metió a Alvarado en el congelador. El líder de Restauración se apresuró a desmarcarse de su excandidato presidencial, y cortó vínculos con él.

Dice Fabricio que su intención era apoyar a la nueva bancada, “dejar un partido más fuerte” pero que no se lo permitieron. En mayo, Avendaño da una sorpresiva conferencia de prensa en la que expone la supuesta existencia de una “estructura paralela” dentro de la campaña de Restauración e irregularidades en la contratación de proveedores. El veterano diputado exculpa a la dirigencia del partido de cualquier responsabilidad y apunta el dedo a la “fórmula presidencial”. Aquel fue el punto de no retorno.

Vinieron meses de silencio de parte de Alvarado, mientras la inexperta fracción legislativa de Restauración pasaba de una polémica a la otra con pasmosa facilidad. Fue evidente que la bancada no era homogénea y diputados cercanos a Fabricio, como Jonathan Prendas e Ivonne Acuña, tomaban prudente distancia de Avendaño.

En la segunda mitad de octubre retomé, después de años sin hablarnos, el contacto con Fabricio Alvarado. Le solicité una entrevista para este artículo, la cual aceptó pero me dijo que le diera unos días pues estaba ocupado con un proyecto. Dos días después, el proyecto fue revelado. De nuevo, por medio de un video en redes sociales, Fabricio volvió a insertarse en la agenda informativa.

El 23 de octubre, el excandidato anunció al país que renunciaba a Restauración Nacional y que estaba en el proceso de formalización de su propio proyecto político, Nueva República. Minutos después, Jonathan Prendas reveló que la mitad de los diputados restauradores se declaraban independientes y se apuntaban con el movimiento de Alvarado. El sismo político fue inmediato.

De golpe, Fabricio Alvarado volvió al ruedo, con la ventaja de tener ocho diputados de su lado en un congreso fragmentado donde cada voto vale oro. Nueva República se prepara para participar de las elecciones municipales y apunta a ser protagonista en el 2022.

Se da por sentado que él será el candidato presidencial. Dice que aún es pronto para negarlo o confirmarlo. Previo a un eventual regreso a las papeletas, asegura tener en el 2019 que resolver pendientes que le pesaron en la campaña, como estudiar inglés, completar el trabajo comunal universitario que le falta para concluir la carrera de periodismo y cursar alguna maestría.

Le gustaría tener más tiempo para volver a mejenguear, para ir al estadio a ver jugar a la Liga, para grabar nuevas canciones al lado de Fabiana, para ver series en Netflix. A lo mejor para volver a Israel a tomarse la foto en el Muro de los Lamentos sin pensar en los memes.

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