19 de marzo del 2012. Reportaje sobre la labor de la Fundacion Genesis en el canton de Alajuelita. Atencion a indigentes, drogadictos y alcoholicos son parte de la gran obra social realizada por la fundacion dirigida por el pastro evangelico Alberto Castro. En la foto: en el centro de rehabilitacion de hombres se realizan de forma periodica las reuniones o mesas redondas en donde se habla de sus adicciones y sus intenciones de dejar la droga. (albert marin)
Reina es un inmenso basurero, en Pavas. Algo parecido a un hueco para indigentes y drogadictos, donde se vende droga con una nueve milímetros al lado. Ahí “vivía” Marlon Zuchini Leal, de 28 años, hasta hace un mes.
Resulta que una noche de viernes, un grupo totalmente ajeno al sitio llegó a repartir comida. Y Marlon aprovechó para guindárseles y salir del hueco al que se lanzó desde que tenía 12 años de edad.
Está guapo y entero. La droga no lo ha destruido tanto como suele hacer con sus presas. Aunque, como él mismo dice, la noche en que decidió salvarse estaba tan mal que “chiflaba para adentro”. Fue una corazonada la que le avisó que aquellos extraños le podían ayudar. Y no se equivocó.
Ahora, es el más nuevo –pero no el más joven– de quienes viven en el albergue de hombres de la Fundación Génesis, en Alajuelita. En su currículo están unas cuantas historias sobre cada una de las cicatrices de bala que tiene en el cuerpo.
Marlon repasó su vida frente al grupo de alcohólicos y adictos rescatados por la Fundación.
La verdad, si no fuera por ese albergue, él seguiría en Reina, y los otros, que buscaron ayuda como él, continuarían en las calles.
Este albergue es tan solo uno de varios proyectos sociales de Génesis en ese cantón josefino. Tienen otro igual para mujeres, un comedor para niños y mujeres pobres, y un proyecto de construcción de viviendas para familias en condiciones de miseria.
Pusieron a funcionar un enorme centro educativo con preescolar, escuela y colegio. Esta es la principal fuente de ingresos para sus proyectos.
El lugar también es fuente de trabajo para muchos indigentes rehabilitados por la Fundación. Allí, la conserje, el cocinero y el guarda, entre otros empleados, vivieron en las calles, y hoy son personas recuperadas.
En Alajuelita, reconocen a Génesis como un grupo de enorme apoyo para una comunidad donde solo 800 de sus 140.000 habitantes tienen título universitario. En ese cantón, existen barrios como Tejarcillos o La Verbena, que suelen ser noticia a causa de la violencia.
El responsable de lo que a muchos les parece una locura es un músico de profesión, nacido en Alajuelita, que se metió a pastor el día en que decidió llenar los vacíos de su vida con algo más valioso que el licor, las mujeres y las fiestas.
Pero aún como pastor, Alberto Castro sintió que aquellos sermones no lo llenaban. Fue cuando se topó con algo que está escrito pero pocos ven.
“En la
Empezó en la cocina de su casa, sacando arroz, frijoles, huevos, carne y cuanta comida tuviera para repartir. Siguió tocando las puertas de tíos y primos y cuanto conocido tenía. Finalmente, cuando la demanda de ayuda creció, creó lo que tiene ahora: la Fundación Génesis, que ayuda a los más pobres de Alajuelita y más allá.
Solo en viviendas, han logrado construir 105 casas bajo un modelo muy económico, que no sobrepasa los ¢2 millones en materiales de construcción.
La idea es sacar de la miseria a personas que han vivido en verdaderos tugurios.
“Es más fácil darle una casita humilde a una persona en miseria, que a una pobre. Ayudar al miserable le permite superar su situación, pero ayudar a un pobre es más difícil, porque se necesita mucho más para auxiliarlo”, asegura.
Una de esas familias que salió de la miseria es la de Wendy Vivas. Ella vivía en Cañas, Guanacaste, pero ahí se derrumbó el lote donde tenían lo que alguna vez llamaron hogar.
No les quedó más que buscar donde vivir y, rodando, rodando, fueron a dar a La Verbena, una de las zonas más críticas de Alajuelita.
La Verbena está en una colina donde alguna vez hubo una próspera finca de café del mismo nombre. En donde antes guindaban cientos de cogedores de café con su canasto a la cintura, ahora cuelgan rancherías totalmente insalubres y peligrosas para sus habitantse.
Los cinco miembros de esa familia vivieron, durante 11 años, en un cajón-casa donde las aguas negras les corrían entre los pies. Hace medio año, habitan en una vivienda diferente, donada por la Fundación. Una bastante distinta a la anterior.
“Un día, se vino un aguacero y yo corrí a abrir las sombrillas dentro de la casa. ¡Era la fuerza de la costumbre! En el rancho donde vivíamos teníamos que abrirlas para no empaparnos”, comentó en la nueva casa, estrenada hace seis meses.
Y como al techo lo acompaña la comida como necesidad básica, cientos de niños y mujeres solas de Tejarcillos y comunidades vecinas, acuden diariamente al comedor dirigido por la Fundación.
Allí, se les da lo básico: arroz, frijoles, garbanzos, alguna carne, leche y refrescos. Sirven casi 70 porciones de comida en la merienda de la mañana y en la de la tarde, así como al almuerzo.
Hace tres semanas, los chiquillos desayunaron rico:
Toda esta ayuda –para los indigentes, adictos, las casas y el comedor– no sería posible sin las donaciones de la gente. Las donas, por ejemplo, fueron regaladas por una empresa, lo mismo que el arroz.
Y aunque siempre están “raspando la olla”, en Génesis nunca se han quedado sin algo para dar a quien lo necesite.
De hecho, la fama ha corrido entre los indigentes, quienes, de boca en boca, comentan sobre los albergues. Llegan como cuentagotas, referidos por otros “colegas” de calle.
Yessenia Alvarado, de 39 años, llegó al borde de la muerte al albergue de mujeres. Otra indigente le pasó la referencia la noche en que,ya harta, estuvo a punto de rajarse el cuello y abandonar esta “perra vida”, como alguna vez la llamó.
Ella era una de los muchos que morían en el hueco de Reina. La desesperación la hizo tocar la puerta del albergue en un último intento de salir del alcohol y el crack.
Y le resultó, porque además de haberse rehabilitado –a pesar de una recaída–, consiguió trabajo: Yessenia será empleada administrativa en el mismo albergue que se convirtió en su hogar temporal. También, regresará con su familia, a la cual una vez abandonó consumida por la drogadicción.
A Yessenia ahora la motiva el firme deseo de iniciar una nueva vida, muy lejos de las personas y de los lugares que la hicieron caer en aquel hueco bautizado como Reina.