Paciente 31: la mujer que contagió del nuevo coronavirus a más de 1.000 personas

Le llaman la “supercontagiadora”. En Corea del Sur esta paciente, miembro de una secta “cristiana”, se paseó por la calle propagando la enfermedad a diestra y siniestra. No podía ni decir que se sentía mal pues la enfermedad -según sus creencias fundamentalistas-, es "hermana del pecado”.

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Tenía fiebre alta, pero todo “bien”. Al parecer salir de fiesta, cumplir ciegamente con sus singulares preceptos religiosos y las ganas insoportables de tener contacto social, pudieron más que cualquier “me siento mal”.

-"¡Nada de excusas"-, debió pensar, -¡vamos pa’ la calle!

En Corea del Sur, país asiático donde el nuevo coronavirus ha dejado ya 120 muertos y más de 9.000 contagiados, esta mujer de 35 años se arregló y asistió a dos cultos de su secta cristiana fundamentalista -la cuestionada Shincheonji de Jesús-. Luego se apareció sonriente en una boda, cenó junto a unos amigos en un hotel y hasta asistió a un funeral.

Por si fuera poco, tras estar involucrada en un accidente leve de tránsito, visitó varios hospitales de la ciudad de Daegu, donde tenía vínculos familiares muy fuertes.

Nada de lo que hizo la mujer es ‘pecado’, ciertamente, excepto porque tenía el nuevo coronavirus (covid-19) y no se lo dijo a nadie aunque sus síntomas eran evidentes. Para ella, en todo caso, el ‘pecado’ hubiese sido decir que estaba enferma, pues en la secta Shincheonji de Jesús el estar enfermo es un estado relacionado estrechamente con “el pecado” y sus feligreses están obligados a asistir a sus multitudinarios cultos a pesar de padecer cualquier dolencia.

En resumen, la mujer era una bomba ambulante de covid-19 y explotó en el peor momento. Su onda expansiva y su irracional forma de comportarse terminaron contagiando a más de 1.000 personas. He aquí a la “supercontagiadora” de Corea del Sur, la anónima persona de la que no se sabe el nombre, pero sí de su nefasto legado.

Viajera indeseable

Para contener una epidemia es clave ubicar a las personas infectadas, pero también es determinante identificar a aquellas con las que tuvieron contacto. De esa manera, es más fácil evitar que la enfermedad se siga propagando de forma exponencial.

Por eso, a medida que surgieron los primeros casos de covid-19 en Corea del Sur, las autoridades sanitarias comenzaron a aplicar este ejercicio de rastreo. De esta manera, en ese país el virus se confirmó por primera vez el 20 de enero, cuando una mujer china que voló desde Wuhan (la cuna del coronavirus) al aeropuerto internacional de Incheon, fue aislada al ingresar al territorio coreano.

En las cuatro semanas posteriores al incidente, Corea del Sur logró evitar un brote importante con solo 30 personas identificados con el virus. Sin embargo, de pronto, los contagios se multiplicaron y el sistema de salud comenzó a colapsar.

Fue entonces que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Corea del Sur (KCDC) detectaron a la “Paciente 31” y no hubo quien no se echara las manos a la cabeza y quedara impávido ante su increíble historia. Según los registros, entre el 6 y el 16 de febrero, esta mujer había disfrutado de la vida esparciendo el covid-19 a diestra y siniestra.

No está claro dónde se infectó la paciente 31, pero en los días previos a su diagnóstico, fue un hecho que asistió a lugares muy concurridos en Daegu y Seúl, sin restricción alguna. Nada la detuvo. Como se mencionó al principio de este reportaje, dos cultos, un funeral, una cena y hasta un matrimonio, la tuvieron como protagonista.

Quizá, el único episodio en que su nefasta aventura se vio amenazada, fue cuando tuvo el accidente de tránsito. En ese momento, varios médicos de los hospitales a donde acudió la mujer le sugirieron que se hiciera una prueba de detección del coronavirus, pues la fiebre que tenía era muy sospechosa.

Sin embargo, según los testimonios recogidos, la mujer rechazó hacerse la prueba. Pero a medida que sus síntomas empeoraron, los doctores una vez más le aconsejaron que se hiciera la prueba. El 17 de febrero, finalmente, la mujer accedió y se sometió al test. Al día siguiente, sin dilatación alguna, las autoridades de salud anunciaron que ella era el caso número 31º confirmado en ese país.

Pero que ella fuera diagnosticada no fue lo relevante. Lo que llamó la atención es que, en cuestión de días, los contagios se dispararon en Corea del Sur y cientos de personas de la Iglesia Shincheonji y sus alrededores comenzaron a confirmarse con covid-19.

Los números no mienten. Desde que la Paciente 31 dio positivo, el número de contagios aumentó de 30 a 977 en un abrir y cerrar de ojos. El 80% los casos, según las investigaciones del KCDC, estarían relacionados con la secta a la que acudía la Paciente 31: la Shincheonji de Jesús.

Jesucristo hombre, versión coreana

Apunte este nombre: Shincheonji, Iglesia de Jesús del Templo del Tabernáculo del Testimonio (SCJ), comúnmente conocido como Iglesia de Jesús Shincheonji o simplemente Shincheonji.

¿Su líder? Lee Man-hee, un hombre que afirma que Jesucristo mismo se apareció ante él y lo eligió para una misión extraordinaria: salvar a la humanidad.

En otras palabras, quien se congrega en Shincheonji, estaría adquiriendo su ‘pasaje al cielo’.

“En la página oficial del grupo, se presenta a Lee como el Pastor Prometido, mencionado en la Biblia como la segunda venida del Mesías”, detalla la BBC, de Londres.

La Paciente 31 era ferviente seguidora de Lee Man-hee y su iglesia, que fue fundada en 1984 y actualmente cuenta con unos 250.000 adeptos.

“Las creencias del grupo se basan en la idea de que la Biblia está escrita en metáforas y que solo Lee puede interpretarlas correctamente... Es común entre los miembros de Shincheonji ocultar su pertenencia a la secta, dado que no es popular en el país. Sus formas de asociación, los rituales que practican y el culto a la personalidad de Lee la han ubicado a través de los años en el centro de varias controversias, según medios surcoreanos”, agrega la BBC.

Según el diario La Razón, de España, una de sus creencias más singulares es la que pudo haber desatado el horror epidemiológico entre sus filas. En la secta coreana, no solo consideran que la enfermedad se relaciona con el pecado, sino que van más allá.

“El sufrimiento en la enfermedad es alentado. Se promueve prolongarlo sin intentar curaciones médicas”, detalla el diario ibérico.

¿Pudo la Paciente 31 actuar en consistencia con su religión y por ese motivo contagiar a tantas personas? Sería temerario afirmarlo, pero la verdad es que el mundo no encuentra otra forma de entender su comportamiento.

Al respecto El País, de España, publicó el testimonio de un ex miembro de la secta, Advent Kim, el cual podría ayudar a comprender el modus operandi de la iglesia y el poder de control que tienen sobre sus miembros: “El grupo enseña que está bien mentir sobre su fe para proteger a la organización. Lavan a todo el mundo el cerebro para obedecer órdenes”, dijo a medios surcoreanos.

En esa misma línea, las críticas sobre las practicas religiosas de Shincheonji se volvieron más agudas cuando el propio Lee Man-hee alzó la mano y pidió perdón por los contagios masivos en su iglesia.

“Quiero ofrecer mis más sinceras disculpas a la gente, en nombre de los miembros”, expresó Lee Man-hee, postrándose en el suelo ante un grupo de periodistas.

“No fue intencionado, pero numerosas personas fueron contagiadas”, agregó el cuestionado pastor.

Y aunque muchos catalogaron el gesto de Lee Man-hee como un derroche de humildad, otros lo consideran la consecuencia de un repentino ataque a su conciencia y hasta un reconocimiento público del delito.

El paso siguiente fue lógico. Las autoridades de salud pidieron a Shincheonji -que tiene más de 1.000 sedes en Corea del Sur- un registro completo de sus miles de fieles. Querían seguirlos, controlarlos, aislarlos. Al menos hasta donde se pudiera.

“El Gobierno aseguró que ya conoce los nombres de todos los integrantes y que ha sometido a una prueba de coronavirus a más de 100.000. Otros 90.000 miembros ya fueron contactados. Se trata de una búsqueda que es sentida como una persecución, una suerte de caza de brujas”, publicó El País, de España.

¿Caso cerrado?

Conforme ha pasado el tiempo, las autoridades coreanas se muestran orgullosas del trabajo hecho para contener el coronavirus. Su estrategia, para estabilizar la curva de contagios, ha sido aplicar más de 260.000 test a su población, logrando aislar con mayor eficacia a los enfermos con covid-19.

Los resultados, relativamente positivos, han hecho olvidar un poco a la Paciente 31 y los reproches generalizados a su controvertida secta. Incluso, ya los coreanos están intentando retomar su vida normal. Por ejemplo, hay quienes están volviendo a la vieja costumbre de ver películas en autocinemas. No se bajan de su carro, disfrutan de su filme favorito sin contacto y, aunque sea por la ventana, pueden hasta flirtear con otras personas.

Sin embargo, para muchos, el tema de la Paciente 31 no puede ni debe cerrarse. Un grupo de surcoreanos, en modo teoría de conspiración, dicen que el caso de la secta no es más que una cortina de humo para tapar la mala gestión del gobierno, en otras palabras, un chivo expiatorio.

Otro tanto, sin embargo, rechazan de plano las conspiraciones y se centran su discurso en la necesidad de hacer justicia. Consideran que la Iglesia y la mujer deben hacerse cargo del costo social y económico de sus funestas acciones.

Esas posiciones son alentadas por datos oficiales de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Corea del Sur. Según sus informes, 9.300 personas asistieron a los dos servicios religiosos a los que asistió la Paciente 31. De esa cifra, de 1.200 se quejaron de síntomas similares a los de la gripe, y otros cientos, fueron confirmados con el covid-19.

El otro grupo de contagiados, que identificaron oficialmente las autoridades, surge de un hospital cercano a Cheongdo, un condado cerca de la ciudad Daegu. En este caso, las autoridades están investigando los vínculos entre la iglesia y un servicio funerario en el hospital, al que asistieron varios miembros de la iglesia. Si se confirma, significa que la paciente 31 podría estar vinculada a ambos grupos, sumando más casos de contagio a su funesto conteo.

Hasta la fecha, no se sabe finalmente que pasó con la Paciente 31. A falta de que se diga lo contrario, se supone que sobrevivió a los embates del covid-19.