Rafael Angel Pérez Córdoba fue de origen campesino, hijo de madre soltera (María Pérez Córdoba) de limitados recursos económicos, y además nació con agenesia renal unilateral, sin un riñón, por lo que su futuro como posible deportista no parecía ser muy halagüeño.
Combino como era tradicional en la época, los trabajos cotidianos del campo, como recolectar frijoles y de maíz e incluso arrear ganado, con los estudios escolares en su natal Villa Colón.
Su talento por el atletismo se empezó a reflejar a muy temprana edad, cuando lo mandaban a la pulpería que estaba casi a un kilómetro de distancia e iba corriendo. Incluso los vecinos le pagaban unos céntimos de más si lo hacía más rápido, por lo que fue apodado “Carreritas”, sin saber que esas carreritas lo convertirían en el mejor corredor costarricense de fondo.
Siendo adolescente estudió en el Liceo Luis Dobles Segreda, y cuando en sus clases de educación física los ponían a correr en el antiguo hipódromo en La Sabana, su talento por el atletismo floreció. Le recomendaron que tomara parte en los diversos eventos pedestre, y fue en 1964 cuando se inscribió en una carrera popular que se efectuó entre Santa Ana y Ciudad Colón, la cual ganó.
En 1967 gana las pruebas de 1.500, 5.000 y 10.000 metros en el Campeonato Nacional de Atletismo, e inmediatamente fue reclutado por el entrenador don Augusto Pila Teleña, con el objetivo de asistir al máximo evento deportivo mundial: los Juegos Olímpicos de México 1968.
Durante los primeros meses de 1968 se hizo una campaña a nivel nacional de recaudación para que Rafael Angel Pérez pudiera entrenarse en el volcán Irazú y que su organismo se adaptara a la altura de la Ciudad de México, así como para realizar algunos fogueos previos a las Olimpiadas. Fueron muchos los contribuyentes, sobresaliendo el aporte de 1.000 colones por parte de la compañía bananera.
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Inspirado en la leyenda del atletismo de fondo mundial Emil Zatopek, el único corredor en la historia en ganar las pruebas de 5.000 y 10.000 metros así como la maratón en unos mismos Juegos Olímpicos, Pérez llegó a México con su máxima motivación, pero con poca experiencia. Participó en los 10.000 metros y sus resultados no fueron los deseados (quedó en la posición 27, con 31:42), lo cual lo desmotivó. Incluso en dos ocasiones lo vieron llorar amargamente. Lloró de pundonor y vergüenza, por no poder conseguir lo que tanto ambicionaba, quizá influenciado por su corta edad.
Días después de su regreso de México, con el alma desgarrada por su experiencia vivida, buscó a su entrenador don Augusto Pila y le pregunto: “Profesor, ¿cuándo volvemos a entrenar?". Ahí inicio una etapa de riguroso entrenamiento con un promedio de 4 horas y 25 kilómetros diarios, y tres meses después, el 27 de enero de 1969, Rafael Angel Pérez ganó la XXXII Maratón de los barrios Max Tott (21 kilómetros), en Guatemala, acabando no solo con la hegemonía de los corredores mexicanos y guatemaltecos sino que además estableciendo un nuevo récord del evento, con un tiempo de 1:01.45 horas.
Esta victoria fue trascendental en la carrera deportiva de Pérez, no solo porque recobró la motivación y la confianza de su potencial como atleta, sino que además, el tiempo realizado lo catapultó a ser reconocido como uno de los mejores atletas de la élite mundial, ya que la mejor marca realizada hasta el momento en los 20 kilómetros era del belga Gastón Roelants, de 58.6 minutos, y el tico pasó los 20 kilómetros en 60 minutos y unos segundos, cuando todavía le faltan 600 metros más de carrera.
Los años venideros fueron de éxito no solo en campo deportivo sino que también en el profesional, ganando casi todas las competencias locales en que tomaba parte, y participando en renombrados eventos internacionales y cosechando grandes triunfos. Quizá de los logros más relevantes fue su constancia participación y triunfo en la famosa carrera San Silvestre, en Sao Paulo. Corrió por primera vez en 1964 con 16 años y ocupó el puesto 113. Luego en 1971 llegó de octavo, y en 1973 fue cuarto. Pero el 31 de diciembre de 1974, logró el triunfo, haciendo los 8.9 kilómetros en 23:58 minutos. Su victoria generó gran algarabía en el país, al punto que el gobierno decretó asueto a los funcionarios públicos para acompañar a Rafael Angel el día de su regreso.
En la década de 1970 participó nuevamente en unos Juegos Olímpicos, en Múnich, Alemania, en la prueba de los 10.000 metros y, estableció varios récord nacionales, entre ellos el de 10.000 metros en 1976 en los Estados Unidos, con un tiempo de 28:48,4 minutos, y en ese mismo año ganó la Media Maratón de Coamo, en Puerto Rico, con una marca de 1:03.46 horas, el mejor registro mundial de la época en esa distancia.
Cuando se encontraba en la cúspide de su carrera deportiva, y por una decisión de la cual siempre se arrepintió, Pérez no asistió en 1976 a los Juegos Olímpicos de Montreal. En la prueba de los 10.000 metros de esas justas triunfó el finlandés Lasse Virén, a quien Rafael Angel le había ganado meses antes en Coamo.
Rafael Angel Pérez se retira a mediados de la década de 1980 de la práctica del atletismo, tras participar en más de 400 competencias nacionales y 220 internacionales.
Durante todas su trayectoria deportiva recibió numerosos reconocimientos, como ser nombrado en 1969 el atleta del año. En 1975 los concejos municipales de San José y Mora lo declararon Hijo Predilecto de la Ciudad y del Cantón, respectivamente. Ese mismo año la Universidad Nacional le concedió el título de Benemérito de la Universidad. Fue nombrado personaje nacional distinguido en 1984, y uno de los 25 deportistas del siglo XX, en 1999. Ingresó a la Galería Costarricense del Deporte en 1995. En el 2006, el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica lo declara como “Costarricense Distinguido”. Y en el 2015, la Universidad de La Salle le otorgó la distinción de Doctor Honoris Causa.
También fue un exitoso profesional ligada al estudio y a la docencia. Se graduó en educación física, planificación curricular, educación para adultos y ciencias de la educación, con énfasis en investigación educativa.
Rafael Angel Pérez se considerada satisfecho por su aporte a la sociedad, por haber cumplido una vida bien llevada humildemente como un profesional en educación y por haber sido un ejemplo en el deporte nacional.
Curiosamente, el único sueño que no pudo cumplir en vida fue ver cómo mejoraban el último récord nacional que le quedaba, el de los 10.000 metros de 28: 48,4 minutos. Logró dicha marca en 1976 y, al día de hoy, permanece imbatible.
El autor es entrenador de atletismo y historiador del deporte.