Si se escarbara en la vida de estos cuatro medallistas olímpicos latinoamericanos, muy pocos habrían apostado por ellos en el pasado.
De origen extremadamente humilde, Erick Barrondo (marcha, Guatemala), y los colombianos Yuri Alvear (judo), Óscar Figueroa (alterofilia) y Rigoberto Urán (ciclista), provienen de localidades muy pobres, y siempre han estado en el grupo de los excluidos.
Probablemente, existan muchas historias parecidas a las de estos cuatro medallistas olímpicos en África, Asia o la misma América. Estas cuatro solo demuestran que el ser humano es capaz de superar las condiciones más miserables y surgir, a pesar de los pesares.
Centroamericano
Como muchos niños de Guatemala, Erick Barrondo caminó kilómetros de kilómetros para aprovisionarse de agua potable, luz y alimentos.
El primer deportista en dar una medalla olímpica a Guatemala –ganó plata en los 20 kilómetros de marcha, el 4 de agosto–, nació hace 21 años en una de las comunidades más pobres de ese país: la aldea Chiyuc, en San Cristóbal Verapaz, a 210 kilómetros de la capital.
A su pueblo le dicen “la pupila del cielo”, relata ElPeriódico de Guatemala, que describe la casa donde creció Barrondo como un humilde rancho de tablas de madera, piso de tierra y techo de lámina. Un tugurio.
“No tenemos una buena situación económica, pero hice un esfuerzo y compré un televisor para que me vieran ganar la medalla. Yo confiaba en conquistarla”, contó el atleta al diario guatemalteco Prensa Libre después de coronarse subcampeón en los 20 kilómetros con un tiempo de 1:18:57. Sí: ¡ni televisor tenían Bernardo Barrondo y Dora García, sus papás!
Como es de imaginar, la proeza olímpica lo convirtió en una especie de héroe nacional para 15 millones de guatemaltecos. Antes de su segunda participación en estas Olimpiadas –ayer en la prueba de 50 kilómetros, cuando ya esta edición de la Revista Dominical estaba impresa–, los 116 diputados del Congreso habían decidido condecorarlo con la orden del Soberano Congreso en el Grado de Caballero y darle un reconocimiento de $64.000.
Barrondo no pierde la humildad que le heredó su origen y, en medio de la gloria que ahora se rodea, no olvida a su entrenador, el cubano Rigoberto Medina. Según se cuenta, este le dio cobijo en su casa y ambos pasaron penurias. Si solo había comida para uno, el que se alimentaba era Barrondo.
“Mi sueño es que el día de mañana alguien cambie una pistola o un cuchillo por un par de zapatos para hacer deportes”, declaró el joven deportista.
Violencia y pobreza
Igualmente, los medallistas colombianos han protagonizado sus propias historias de violencia y pobreza.
Lo relata ampliamente el diario ElComercio.com : el papá del ciclista Rigoberto Urán (medalla de plata en ciclismo de ruta, el 28 de julio), fue asesinado por paramilitares cuando Rigoberto –hoy de 38 años– era un adolescente de 14.
Como Barrondo, Urán nació en un pueblo de una inmensa pobreza. En Urrao, Antioquia, su papá se dedicaba a vender lotería. Tras su fallecimiento, Rigoberto uvo que hacerse cargo de la familia.
La salvación apareció de pronto en el Programa Orgullo Paisa, que reclutaba jóvenes para la práctica del deporte, especialmente ciclismo, relata ElComercio.com. Y ahí empezó la gloria, que ahora le dejó una medalla de plata en su pecho.
La judoka colombiana Yuri Alvear, de 26 años, también nació pobre. El único ingreso de su familia provenía de la venta de empanadas en Jamundí, un pueblo de Cali donde su mamá se redondeaba el ingreso como lavandera y su papá, como constructor. Sin duda, el bronce que ganó el 6 de agosto le ha costado mucho sacrificio.
“Su trayectoria ha sido difícil –relata ElComercio.com–. El judo cuenta con escaso apoyo gubernamental en Colombia y a Alvear le tocó organizar fiestas, rifas y bingos para reunir fondos y poder viajar a competencias internacionales”.
Hoy, como sucedió con otros medallistas, a Alvear le prometieron declararla hija ilustre de su aldea y la alcadía le regaló una casa de $63.000.
Óscar Figueroa, por su parte, salió huyendo de Zaragoza (Antioquia) amenazado por grupos armados. Ya en Cartago, en el Valle del Cauca, descubrieron su potencial como deportista en la especialidad de alterofilia (pesas). Años después, Figueroa le regala a su país una medalla de plata en Londres.
Colaboró el periodista Alexánder Sánchez