La mascarilla nuestra de cada día: el negocio más inesperado del 2020 llegó en pequeños trozos de tela

Del Guasón, de 'Frozen' o del Real Madrid; las mascarillas para evitar la propagación del covid-19 se insertaron a la fuerza en la moda, han dado rienda suelta a la creatividad y convertido en tabla de salvación de emprendedores y empresas de la talla de Red Point.

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El fin de semana rompí mi ‘burbuja’ y me subí a un bus de San José más que aterrado. Debido a la pandemia no me había vuelto a viajar en transporte público y lo menos que hubiera querido era toparme con el Guasón en media carrera.

El payaso terrorista estaba allí. Sentado, a dos asientos de distancia, me miró y yo lo miré, y de una sola vez me “sonrió”.

Me bajé en la capital apresurado, como huyendo, aunque rápidamente pase del susto a las risas. Luego del Guasón me topé en la Avenida Central con Spider-Man, con Snoopy y con la rana René, descubriendo en tan solo 500 metros de caminata una particular y muy rara parte de la “nueva normalidad”.

En tiempos del covid-19, las mascarillas o tapabocas se llevan puestas como los zapatos. Aunque no todos las usan todavía, las nuevas directrices del Ministerio de Salud han obligado a los ticos a armarse de este indumentaria de protección, que mutó de ser un simple pedazo de tela a “sentirse” como una especie de salvavidas y parte ineludible de la moda citadina.

Decenas de emprendedores y empresas textileras costarricenses dan fe de que la compra de mascarillas se ha disparado en estos días en el país, convirtiéndose en su ‘modus vivendi’ y la tabla de salvación en estos días de incertidumbre y peripecias económicas.

“Desde que comenzó la cuarentena se han vendido bien, pero tras el último anuncio de don Daniel Salas (Ministro de Salud) esto ha sido una locura. Tengo como 300 de solicitudes que no he podido atender”, dijo Pablo Thames, dueño emprendedor de Mascarillas de Costa Rica.

Lo más curioso es que las mascarillas quirúrgicas o el modelo KN95 no son las que más pide la gente. Los de tela (antifluidos) son el gran ‘pegue’ en la calle.

“De cada 100 tapabocas que nos piden, unos 64 son de tela con estampados. Eso realmente me sorprendió mucho, por lo que hemos ampliado nuestro catálogo”, añadió Thames.

En Costa Rica se comercian mascarillas clásicas, de colores varios y hasta con florcitas color pastel. Esas últimas las conocí el miércoles pasado, el día en que no me dejaron entrar al Banco Nacional por no andar tapabocas y una muchacha rubia, muy fashion, me volteó la cara y me miró con un toque de superioridad.

Me sentí bastante mal y ni modo, me compré una mascarilla. Mi primer tapabocas es negro y sin estampado, pero mi hija de 3 años no tardó nada y casi de inmediato ya me pidió uno de Elsa, la de Frozen.

-¿Cuando fue que algo tan serio como el covid-19 se mezcló con las princesas de Disney?-, me pregunté.

Hasta ahora no tengo ni espero una respuesta; simplemente son los tiempos del coronavirus y de los negocios inimaginados. Una tradicional empresa conocida por todos, un médico y una humilde costurera, nos contaron como las mascarillas les cambiaron la vida y ahora les dan de comer.

Negocio de ‘chiripa’

Pablo Thames no lo podía crear. Pidió 200 tapabocas KN95 para su negocio de tratamiento láser y, sorprendido, se dio cuenta que le enviaron 2.200.

-¿Qué iba a hacer con tantos?-, se preguntó, un tanto abrumado.

Devolverlos era lo que tocaba, hasta que su esposa le dio otra idea mejor: vender y vender.

Thames, que es médico de profesión, de pronto se vio envuelto en el negocio de los tapabocas y su comercio al detalle. Actualmente es el dueño de Mascarillas Costa Rica, un emprendimiento que comercializa sus protectores faciales por intermedio de las redes sociales y WhatsApp.

“Con decirle que puse a la venta las 2.000 mascarillas que me sobraban y a los tres días ya no tenía nada. Entonces pintaba bien el negocio, por lo que nos metimos de llenos a vender tapabocas”, expresó el galeno.

No fue mala idea. El negocio comenzó a crecer como la espuma, al punto de que ya le dio trabajo directo a tres personas: un diseñador para las mascarillas, el encargado de las redes sociales y la persona que atiende los pedidos por Whatsapp.

“El negocio se dio por coincidencia pero la verdad es que llegó en el mejor momento. Así, como todo el mundo, mi entrada principal se vio muy afectada por la cuarentena”, comentó Thames.

“Además tuvimos otro problema, por estos días nos bloquearon la página de Facebook de mi esposa, la cual vendía complementos nutricionales y funcionaba como la segunda entrada del hogar. Es una página de casi 20.000 seguidores, a la que habíamos invertido mucho dinero. Ahora ya no podemos publicitar nada por ahí”, agregó.

Entonces Thames y su esposa se lanzaron con todo. Los tapabocas iban a ser su tabla de salvación.

Casi de inmediato la pareja creó la pagina de Facebook Mascarillas Costa Rica y desde ese espacio tramitan los pedidos por WhatsApp y los envían por medio de Correos de Costa Rica.

“Desde entonces no ha ido súper bien, pero con el anuncio del ministro Daniel Salas, de volver obligatoria las mascarillas, las interacciones de la página crecieron entre un 500% y 600%. Es una locura completa”, expresó entre risas.

“Tanto nosotros como nuestros proveedores, hemos venido pensando cuánto tiempo va a durar esto, pero cuando ya pensamos que todo va a bajar, de pronto el interés vuelve a levantar. Creo que esto irá para largo”, agregó.

Pero así como crece la demanda, crece la competencia. Por eso Thames y sus colaboradores se pulen tratando de encontrar diseños que le llamen la atención a la gente.

Mascarillas Costa Rica sigue vendiendo los tapabocas KN95, pero su negocio principal son las mascarillas de tela antifluidos. Con ellas hacen lo que lo que sea: las personalizan con logos empresariales o las ofrecen con temáticas musicales o personajes del cine.

Ojo a la oferta de diseños: en Mascarillas Costa Rica venden de Winnie the Pooh, Los Muppets, Chicas Superpoderosas, Los Aristogatos, Friends y una edición de rock, con bandas como AC-DC y Guns N’ Roses.

También tienen de Snoopy, Toy Story, Frozen, superhéroes de Marvel, Cars y el Guasón, solo por mencionar algunos.

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“No puedo decirle cuáles se venden más, todas se venden. Está la gente clásica, que la quiere azul o negra, hasta una familia entera que nos ha comprado de Los Increíbles o de Los Simpsons”, aseguró Tamez.

“Puedo decirle, eso sí, que la del Guasón de la última película sale bastante, así como las de La casa de papel. Las mujeres buscan muchos diseños florales, mientras que los niños se desviven por Iron Man y Spider-Man”, finalizó el galeno.

De los calzoncillos, a los cubrebocas

¿Qué tico no ha usado un calzoncillo, unas medias y quizá unas pijamas de Red Point?

Por 74 años esta textilera costarricense, fundada en 1946, vistió a varias generaciones sin imaginar que el destino le tenía preparado una insospechada sorpresa: en el 2020, atormentada por las bajas ventas, Red Point terminarían fabricando una prenda en contra de la propagación de un virus.

“Cuando la cuarentena comenzó todo se cayó. El 6 de marzo se anunció el primer caso de covid-19 y el 29 de marzo nuestras ventas cayeron a cero. Fue impresionante, la gente entró en pánico y ya nadie compraba cosas que no fueran alimentos y básicos de limpieza”, recordó Marianela Granados, gerente de mercadeo de Red Point.

Tanto fue el descalabro que sus trabajadores fueron los primeros en sufrir las amargas consecuencias. La textilera, acogiéndose a la ley, recortó jornadas laborales o suspendió contratos.

“Con el dolor del alma tuvimos que hacerlo, porque de otra forma no hubiese sido posible sostenernos”, añadió Granados.

En Red Point trabajan unos 150 empleados y la mayoría son mujeres jefes de hogar. Por ese motivo, la preocupación era mayor.

Peloteando ideas llegó la solución, que paradójicamente iba estar ligada con el covid-19, el mismo virus que los puso en aprietos. Red Point, saliéndose de todo esquema, comenzó a fabricar mascarillas, ó cubrebocas, como les llama la compañía.

“Cuando comenzamos lo hicimos pensando en la necesidad que tenía la CCSS de que no se agotaran los cubrebocas quirúrgicos, que son tan necesarios en los hospitales. Entonces, en abril, comenzamos a fabricar nuestra línea y descubrimos que los clientes comenzaron a responder”, comentó Granados.

La demanda por el producto fue tan grande, que Red Point hizo volver a todos sus empleados. Les regularizó su situación laboral y hasta la fecha trabajan en la textilera como si nada hubiera sucedido.

“Ya les pagamos todo el salario y es una gran bendición. Es más, como no damos a basto con la demanda, subcontratamos a otros talleres que estaban parados por la pandemia y los pusimos a trabajar con nosotros. fueron cerca de 20 talleres”, puntualizó Granados, emocionada.

El resurgir de Red Point fue de abril a junio, pero ahora que el ministro Daniel Salas anunció la obligación de usar los cubrebocas en bancos, instituciones estatales y hasta en restaurantes, la empresa se prepara para una segunda ola, pero de ventas.

“Ya estamos notando cómo se está vendiendo mucho más. Es algo muy bueno para nosotros, pero ya hasta estamos preocupados que vaya a ver suficiente producto para cubrir toda la demanda”, agregó Granados.

Red Point comenzó fabricando cubrebocas sencillos, pero dado que el ministro Salas explicó la importancia de hacerlos más seguros para los costarricenses, ahora la empresa los confecciona con varias capas de tela y hasta con protección especial para los ojos.

Tampoco se han escapado a la moda. Diseños estampados con bolas de fútbol, logos de equipos de Primera División y hasta de la carreta típica, forman parte de su catálogo.

“La idea es hacer que esto no sea tan aburrido. Nosotros en la empresa, por ejemplo, usamos cubrebocas todos los días y sabemos que no es tan cómodo. Entonces hemos reflexionado sobre la idea de hacer todo más divertido para la gente y que sonría en medio de todo”, finalizó Granados.

Costurera envalentonada

Por los días de Semana Santa doña Claudia Hincapié no sabía que hacer. Es costurera y, debido a la cuarentena, ya nadie le estaba pidiendo vestidos, ni pantalones ni los típicos arreglitos.

“Estaba pensando que seguro me iba a tener que dedicar a otra cosa, por que ya esto no me estaba dejando”, confesó Hincapié, quien es de origen colombiano y tiene 13 años de vivir en Santa Ana.

Pero un día le pidieron una mascarilla y su angustia comenzó a desaparecer.

“La verdad la hice por hacerla, jamás pensé que esto iba a tener futuro. Pero bueno, compré una tela y la dejé ahí, pensando en si otra persona me pedía otra”, agregó.

Y sucedió. Le pidieron otra, luego otra y luego otra, y desde entonces no ha parado de hacer mascarillas.

Doña Claudia no vende por Internet, ni siquiera en Facebook: es el boca a boca de vecinos y conocidos los que la han llevado a tener éxito en el nunca imaginado negocio.

“Nunca me imaginé haciendo esto, pero llegó la oportunidad de hacerlo y se hizo”, comentó.

Tan bien le ha ido con las mascarillas, que doña Claudia ya piensa en evolucionar. En estos días se la ha pasado buscando proveedores de tela para aumentar su producción y comenzar así a vender su producto por Internet.

Además, aprovechando que su taller de costura queda al frente de una parada de buses, ya está diseñando un rótulo para venderle a los pasajeros.

“Como ahora es obligatorio montar en bus con la mascarilla, creo que esa idea va a funcionar”, explicó esperanzada doña Claudia.

“Lo de vender en web nunca lo he hecho, es un negocio pequeño este, pero creo que es lo que toca. Pienso que esta situación se va a quedar bastante tiempo con nosotros y es una buena idea enfocarme más en producir mascarillas”, finalizó.

Una moda que se apodera del mundo

En Europa les llaman mascarillas ‘chic', un apodo que ineludiblemente refiere a moda y estilo en las épocas del nuevo coronavirus. No es casualidad, por ende, que reconocidas firmas de diseñador hayan hecho la tarea, complaciendo a sus clientes con tapabocas que bien podrían lucir en una pasarela.

Dos de ellas son la casa francesa Louis Vuitton y la italiana Fendi, que ofrecen sus diseños por precios que oscilan entres los $120 y los $450. Muchos famosos como Kate Hudson y Gwyneth Paltrow han sucumbido ante sus propuestas, demostrando al mundo que llevar un tapabocas no tiene que quitarnos el glamour.

Gucci es otra de las marcas italianas que han alzado la mano. Sus mascarillas de lujo cobraron notoriedad en los Grammy 2020, en enero pasado, cuando la cantante Billie Eilish llegó a la cita con un ejemplar de la marca.

Lo de Eilish fue la muestra más evidente de que los tapabocas son una moda, ya que en este caso su mascarilla no tenía ninguna función protectora. La prenda, de color negro, estaba confeccionada con una delgada tela transparente, que hacía juego con sus guantes y traje Gucci.

Gucci, por si fuera poco, pone a sus modelos a mostrar mascarillas que combinan en color y forma con sus atuendos. La combinación se ve bonita, sin duda, aunque quién sabe si el público costarricense estaría dispuesto a pagar ₡130.000 por un simple tapabocas.

-¿O será que sí?-

La diseñadora nacional, Maripaz Hidalgo, viene confeccionando cubrebocas desde que la pandemia comenzó a hacer estragos en suelo nacional y, vendiendo, ha descubierto que en el país sí hay un público dispuesto a pagar más por tener mascarillas de lujo.

“Al menos un 10% de mis clientes pagarían por eso. No es que van a pagar un precio tan elevado como el de las mascarillas de Gucci, pero si bastante más”, comentó Hidalgo.

Según la diseñadora, ya tiene prototipos de mascarillas que costarán entre los $40 y $50, es decir, entre ₡23.000 y ₡28.000.

“El precio lo determina el número de cristales Swarovski que el cliente pida, pues es un elemento que le agrego a mis mascarillas. Muchos me han dicho que le quisieran poner 100 cristales, entonces ahí yo me he dado cuenta que si se pueden vender a ese precio”, explicó.

Actualmente, Hidalgo vende mascarillas un poco más accesibles: la más cara vale ₡5.500 y tiene unos 20 cristales Swarovski. Vendiéndolas le ha ido muy bien y espera que con las de lujo el resultado sea igual.

Cuestión de gustos

Si bien es cierto portar mascarillas no será opcional, al menos en ciertos lugares, el tipo o diseño que usted elija sí será una decisión única y muy personal.

Usted verá si se la compra de El Guasón o de Los ositos cariñosos, pues en la “nueva normalidad” nadie debería asustarse ni tampoco reírse. Gustos son gustos.

Pero lo que se recomienda, más allá de cual mascarilla elija, es que se cerciore de los materiales en que está confeccionada y que se informe en medios oficiales sobre su uso correcto.

En resumen: lo mejor es que se la compre ya; no vaya a ser que lo miren raro o no lo dejen entrar al banco.