Hogares de ancianos luchan contra la soledad de una Navidad en pandemia

Este año no habrá grandes fiestas navideñas, ni podrán salir con sus seres queridos en los días festivos. La pandemia ha apartado a los adultos mayores que viven en residencias geriátricas del mundo exterior por prevención y aunque muchos lo entienden, asimilarlo no es tarea sencilla. Estas son sus historias

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La casa por fin quedó decorada. Ahora, todos los que allí habitan saben que la Navidad está cerca.

En esa familia todos sus miembros son muy participativos y, de una u otra manera, ayudaron a que el arbolito quedara tan radiante, luminoso y colorido. Unos pusieron esferas de colores, otros acomodaron las luces y así cada uno revivió la ilusión de la Navidad. El portal también lo hicieron entre todos y lo dicen con una sonrisa que refleja el orgullo de verlo terminado.

Hay un Santa Claus inflable de más de un metro de alto en el corredor y los pasillos hacia las habitaciones están llenos de luces. Sin embargo, lo mejor fue la tamaleada, en la que, por supuesto, todos cooperaron.

Rosibel Alpires, de 82 años, forma parte de esa familia, la cual está integrada por 20 adultos mayores.

“Aquí hacemos muchas cosas, hacemos el portal, el árbol de Navidad y hacemos figuras. Tenemos todo iluminado, tenemos unas cajas en los pasadizos en las que echamos cositas que son hechas por nosotros mismos, porque aquí casi todos los días trabajamos durante las mañanas, después de que nos dan las frutas. Ellos nos explican cómo hacer figuritas y nosotros los seguimos y eso es muy bonito, nos entretiene mucho”, relata Alpires, quien reside en el hogar de ancianos Casa Emmanuel.

Sin embargo, lo que más le gusta es hacer los tamales, pues todos se ponen guantes y se acomodan alrededor de una mesa y juntos van poniéndole los ingredientes. Cuando finalmente están listos, los disfrutan con una agua dulce o un café.

Esta será la tercera Navidad que la profesora pensionada pasará en la residencia geriátrica y si bien es una época que le gusta mucho, este 2020 será diferente, pues será la primera Navidad en 56 años que pasa sin su esposo, Carlos Luis Salazar, quien falleció hace siete meses.

De hecho, Alpires se fue a vivir al hogar por una elección propia, ya que ella quería estar cerca de su esposo, quien padecía de Alzheimer. Él fue el primero en ingresar al sitio y ella quería hacerle compañía.

Posterior a ese trago tan amargo, y pese a la insistencia de sus dos hijos, ella decidió quedarse en la residencia geriátrica.

“Mi hija quería que me fuera con ella, mi hijo quería que me fuera con él, pero yo no quise, yo prefería quedarme aquí porque cada uno de ellos tiene su propia familia y no quería incomodar. Aquí yo me siento muy bien, estoy muy cómoda, en esta época siempre nos dan un regalo, nos tratan muy bien, ellos tratan de hacernos la vida más bonita aunque nunca es igual a como es en la casa. Aunque sí, la época sí da mucha nostalgia.

“Además, esta es la primera Navidad que voy a pasar sin mi esposo y como yo sé que él ya no está yo trato de ser positiva, porque no me queda más, pero hay noches que me dan la 1 a. m. y no me puedo dormir porque me quedo pensando en muchas cosas“, explica.

Si bien sus sentimientos a flor de piel se deben a la muerte de su esposo, cada día que pasa y entre más se acerca la Navidad, Rosibel Alpires recuerda lo mucho que extraña a su familia.

Este año, justamente, será diferente, pues sabe que por su bien los besos y los abrazos están prohibidos y solamente puede ver a sus hijos por medio de un portón, o bien un ratito los fines de semana con una serie de protocolos.

Atrás quedaron las salidas dominicales, las visitas a los restaurante y el tiempo de compartir con su familia fuera del hogar. Pero se siente segura, protegida de la covid-19.

“Aquí la vida se ve triste. Antes yo salía, íbamos a misa y vamos a algún lado pero ahora no, ahora tenemos que estar aquí encerrados. Tenemos que hacer el sacrificio de no salir, porque en mi caso yo no quiero que me dé esa enfermedad, no quiero”, asegura.

Sentimientos

La pandemia llegó sin previo aviso y tomó por sorpresa al mundo y los hogares de ancianos no están exentos de esta realidad. De hecho, son de los que mayores cuidados han tenido que tener, tomando en cuenta que quienes allí viven forman parte de la población de mayor riesgo.

Zurielhy González, administradora del hogar de ancianos Casa Emmanuel, que se ubica en Guadalupe, confirma que este ha sido un año de los más complicados que han tenido en sus ocho años de existencia, donde las visitas han estado restringidas y tuvieron que incrementar los cuidados, adaptando protocolos y explicándole a sus residentes el porqué de la ausencia de sus familiares.

“Antes, la familia podía quedarse con ellos por tiempo indefinido, ahora no (máximo una hora y solo uno), deben mantener la distancia; tenemos definitivamente que tomar otras medidas para cuidarlos en salud y las familias se comprometen con eso, pero es que la pandemia también nos ha quitado los abrazos, los besos, los acercamientos y, aunque no parezca, son cosas que ellos sí han extrañado mucho, de verdad que les hace falta ver a sus familiares.

”Esta pandemia ha sido durísima para ellos, tuvimos que alejarlos, sin querer queriendo, de su familia. Es la única forma para evitar infectarlos y entonces yo creo que esta Navidad va a ser mucho más emotiva, porque es la primera vez en muchos meses de pandemia que van a tener un acercamiento más normal”, relata.

González explica que tienen preparada una sorpresa para este domingo 20 de diciembre, pero prefiere no dar más detalles, pues muchos de ellos, lo primero que hacen en la mañana, después de bañarse, es leer esta revista.

Para el hogar de ancianos, lo más importante en este momento es que los adultos mayores entiendan que su familia no se ha olvidado de ellos y que ya llegará el día en que las muestras de cariño regresen.

“Tal vez no podemos abrazarlos, tomarnos fotos, bailar juntos, ni compartir como antes, pero sí podemos pasar una Navidad acompañándolos a ellos y que ellos se sientan bien y que sepan que no fue que los olvidaron, sino que fue una situación singular en el mundo”, afirma.

Aunque sabe que lo que hagan en el hogar no va a compensar el tiempo perdido con la familia, han tratado de preparar actividades para que se entretengan y que sientan el calor de una familia entre ellos mismos.

Entre todos decoraron el arbolito, que se encuentra en una esquina del hogar, e hicieron el portal. Además, Santa Claus ya se está preparando para llevarles los regalos el día de Navidad.

“El asunto es que muchos de estos adultos mayores vienen de situaciones de vida muy difíciles: tuvieron una infancia muy complicada, una pobreza muy grande. Para muchos de ellos increíblemente esta es la primera vez que celebran una Navidad y reciben un regalo o nunca les habían adornado su casa entonces se ponen muy sentimentales.

“Muchos están sobre los 90 años y nunca habían tenido una Navidad en la que ellos fueran el centro, donde todo girará alrededor de ellos, donde ellos fueran los homenajeados y es tan lindo ver las caritas de emoción. Y yo sé que hablan mucho de los niños, pero ver la carita de un adulto mayor que nunca he recibido un regalo, provoca un sentimiento increíble”, asegura.

De acuerdo con González vivir con tantos adultos mayores es más bonito de lo que las personas pueden imaginar, afirma que el personal se siente muy afortunado pues, de una u otra forma, tienen muchos abuelitos, que les cuentan anécdotas, muchas historias y que dan los mejores consejos.

Desesperación

Por más esfuerzos que está haciendo el hogar de ancianos para hacer más llevadera la pandemia y la Navidad, a María Inés Solano le ha costado mucho adaptarse a su nueva realidad.

Ella es una adulta mayor de 70 años que llegó a Casa Emmanuel a inicios del 2020 y aunque no se puede quejar por la atención que recibe, afirma que extraña su vida de antes, cuando no había pandemia.

“Yo no esperaba pasar la Navidad aquí, pero ya casi se acerca la fecha, es decir, que voy a pasar la Navidad aquí. Y yo no puedo quejarme de ellos, porque son muy buenos y tratan de quedar bien con nosotros y hacer las cosas que uno les dice y nos ponen a hacer cosas y actividades para entretenernos, y yo me siento bien, pero hay días que amanezco rematada y quiero irme, porque allá afuera está mi familia”, detalla.

Al principio de año, una de sus hijas la llevaba a misa o a pasear, pero ahora, con la pandemia, solo va a visitarla de vez en cuando y a dejarle medicinas.

A Solano, quien es madre de dos mujeres y un hombre, lo que la detiene y la hace entender que por el momento su casa es el hogar de ancianos, es el hecho de que allí se siente segura. Sabe que la diabetes y su edad la convierten en una persona de riesgo frente a la covid-19.

Ella se ha tratado de mentalizar, para tener la paciencia que necesita mientras llega la vacuna a Costa Rica, que espera y sea muy pronto.

La época navideña le ha ayudado, de cierta manera, a dejar de lado esa angustia que siente y a sobrellevar la necesidad por volver a estar en su casa lo más pronto posible. Ahora ella tiene un deseo de Navidad y espera que se le cumpla, pues es la ilusión que la mantiene positiva.

No se trata de nada material, pues asegura que no necesita de ningún regalo, María Inés solo espera que el día de Navidad su hijo la llegue a visitar.

“Yo solo quiero que mi hijo sepa que me hace muchísima falta, que quiero verlo. Ese es mi deseo de Navidad”, asegura.

Con quien sí habla todos los días es con otra de sus hijas, quien vive en Estados Unidos, ella es la que le ha dado mucha esperanza y le ha explicado de la importancia de estar en el hogar de ancianos por ahora.

“Me dice que me espere que pase todo esto, que esté tranquila, ella es la que me anima a quedarme aquí pero es que uno es así de necio. A mí vienen a verme muchos vecinos y amigos, que me dicen que no tengo nada que salir a hacer a la calle, que dé tiempo, que tal vez ahorita pasa esto y me voy a poder ir”, relata.

Otra que le insiste en que tenga paciencia y esté tranquila es Rosibel Alpires. Ella detalla que a Solano la quieren mucho, pues desde las 10 a. m. y hasta las 2 p. m. el teléfono no deja de sonar, y son amigos, vecinos y familiares que la llaman para saludarla. También la llegan a visitar frecuentemente desde el portón.

Desde que Solano llegó al hogar de ancianos, ellas se han convertido en mejores amigas y ahora son inseparables.

Cuentan que las conversaciones son muy amenas, se apoyan entre sí y comparten todo el día. Ambas son fanáticas del fútbol y también comparten su amor por Saprissa, a tal punto que las mascarillas que tiene Alpires son moradas y con el escudo; y Solano, quien a las 8 p. m. ya está durmiendo, solo se desvela por ver a su equipo jugar.

La rutina de ambas arranca a las 4 a. m., hora en que se levantan y se bañan, pues les gusta que el agua esté “calientita” y la única forma de que no les quiten la ducha es madrugando. De modo que Rosibel se levanta de primera y cuando sale del baño, le toca la puerta a su amiga para que nadie más les gane.

Luego desayunan juntas, hablan de diferentes cosas y ven qué dicen las noticias sobre la pandemia. Son un apoyo una de la otra y ahora les emociona pasar su primera Navidad juntas.

Alpires y Solano tienen una tercera amiga, pero ella no quiso participar de la entrevista, pues explican que le daba vergüenza y afirman que no entienden por qué “si era para para hablar de nuestros sentimientos”.

Lejanía

Mientras en el hogar de ancianos Casa Emmanuel las visitas se realizan bajo un estricto protocolo, en el centro para adultos mayores Santiago Crespo, en Alajuela, la realidad es muy diferente.

Luego de detectar varios casos positivos de covid-19, al hogar de ancianos le emitieron una orden sanitaria sin fecha de caducidad, por lo nadie puede ingresar al sitio en el que habitan 186 adultos mayores, hasta nuevo aviso.

Debido a esta nueva normalidad, el centro ha tomado la decisión de separar a los adultos mayores y personal por pabellones y crear así burbujas sociales.

“Aquí tenemos la ventaja de que este es un lugar grande, tenemos espacios definidos donde ellos están ubicados por los siete pabellones, entonces no se les permite que ellos se pasen de un pabellón a otro. Ahorita tuvimos un brote y tuvimos que extremar aún más los cuidados porque no son los adultos mayores los que traen el virus, son las personas de afuera”, explica Francisco Hidalgo, administrador del hogar de ancianos.

Esto incluye todas las actividades que se realicen, hasta las de Navidad.

Por ello, cada uno de los siete pabellones ya tiene su portal y su arbolito encendido; sin embargo, los villancicos y las posadas en las que vestían a una persona de María y a otra de José, quedaron suspendidas.

“A mí me encantaría que ellos pudieran pasar con los familiares, que compartieran, que cantaran villancicos con un grupo que siempre viene, pero la orden sanitaria nos limita todo eso. Ahora andamos con un parlante que tenemos por todas las instalaciones con los villancicos y ellos solo observan desde donde están”, comenta.

Lo que sí hicieron fue reunirlos a todos, por pabellones, para inaugurar la Navidad con un tamal y una agua dulce.

Durante estos días han estado haciendo manualidades y el 25 de diciembre recibirán un regalo y se comerán otro tamal.

“Es increíble porque a estas alturas le hacen a usted una pintura que uno dice: ‘Qué belleza’, y ellos pasan entretenidos y es muy bonito. A mí incluso una señora me trajo hace poco una guardia morada y pintada muy bonita y yo me quedé sin palabras. Es que es muy conmovedor y a uno lo llena mucho también, porque usted económicamente no va a esperar nada más de los hogares de ancianos”, asegura.

Hidalgo cuenta que a pesar de que han sido meses muy complejos y difíciles, han logrado salir adelante por el personal que labora allí y que se puso la camiseta, pues no es solo el tema de la pandemia, sino el de explicarle a los adultos mayores, de un pronto a otro, que no pueden ver a sus familias.

“En este momento hemos tenido que sustituir a sus familiares y siento que lo hemos manejado muy bien. Sabemos que nosotros no podemos sustituirlos porque a una mamá le gustaría ver llegar a sus hijos y sus nietos y qué lamentable que nosotros tengamos que limitarlo. Sin embargo, creo que hemos logrado crear un vínculo muy familiar y hay momentos en los que le saca a uno las lágrimas de ver la energía que tienen y ver cómo ellos ven lo bonito y que vale la pena”, añade.

Lo que sí los “ha golpeado mucho emocionalmente” ha sido el hecho de ver el acercamiento por primera vez de los adultos mayores con su familia por medio de una videollamada.

Hidalgo explica que optaron por este medio, para que las familias tengan un momento especial y que los adultos mayores no se sientan abandonados por sus seres queridos.

“Es muy interesante también ver a adultos mayores en ese momento especial y tan íntimo con ellos, de verdad que es muy bonito, ellos lo disfrutan montones y por lo menos pueden a través de una tablet ver a sus familiares y conversar con ellos, tener su tiempito de intimidad”, asevera.

Virtualidad

En el hogar de ancianos Corazón de Jesús, en Puriscal, hay 37 esferas colgando sobre el árbol de Navidad. Cada esfera lleva el nombre de los adultos mayores que viven allí.

Este es un regalo que la residencia geriátrica le dio a los adultos mayores para encender el espíritu navideño. Saben que a diferencia de años anteriores no tendrán visitas y que la Navidad se vivirá diferente.

“Han sido meses de preparación, para poder explicarles, prácticamente uno a uno, que no iban a venir visitas, que se iban a dejar de hacer las misas que se hacían dos veces por semana y eran abiertas al público, y que no iban a haber posadas, pero que es para cuidarlos a ellos, que está pasando una enfermedad que está matando personas y que la población más vulnerable es la de los adultos mayores.

”Y lo hicimos así porque a los adultos mayores no se les puede hablar con mentiras, hay que decirles las cosas lo más certero posible”, explica Irene Arias, administradora del centro.

Desde entonces, todas las actividades han sido muy mesuradas. Lo que sí hicieron con mucho empeño y dedicación, fue decorar todo el hogar, pues es la forma que tienen para que los adultos mayores se ilusionen con la época; también hay varios arbolitos de Navidad distribuidos por todo el sitio.

Este año no habrá voluntarios que lleguen a cantar ni a organizar actividades, pero sí habrá regalos y tamales.

“Uno se siente como frenado porque quisiera hacer muchas actividades como ya está uno acostumbrado y lo que hemos tenido que hacer es unirnos como familia, porque lo que ha pasado es muy difícil por todo, pero dentro de lo que cabe hemos tratado de darle ese poquito de atención y cariño que ellos requieren”, comenta.

Arias explica que en el caso del hogar de ancianos, que recientemente cumplió 42 años, no han abierto las visitas desde que empezó la pandemia porque consideran que esa es una puerta que permitiría el ingreso del virus al lugar, y en su lugar han apostado por la virtualidad.

“Con esta pandemia adquirimos una tablet que es con la que se comunican con su familia; anteriormente teníamos un teléfono pero ahora como todo es por videollamada quisimos adaptarnos y es muy conmovedor cuando los hijos llaman, también hay algunos que después de hablar con la familia uno los ve tristes”, cuenta.

Lo cierto es que dentro de cada hogar de ancianos hay un adulto mayor esperanzado por volver a ver a sus familiares para abrazarlos, darles besos y compartir como en la vieja normalidad, donde un virus no era obstáculo para compartir con los seres queridos.

Muchos están preparados para celebrar la Navidad de una forma diferente, pero con la ilusión de que el 2021 será mejor y volverán las muestras de cariño.