Fue un exitoso corredor de bolsa, logró amasar una gran fortuna, pero cuando lo perdió todo (cerca de $10 millones) por culpa de la crisis financiera de 1987, decidió irse a vivir como un ermitaño en una paradisíaca isla frente a las costas del norte de Australia.
Desde que David Glasheen tomó esa decisión han pasado 23 años, según confirman medios internacionales como Clarín e Infobae. Ahora cuando la pandemia por el nuevo coronavirus tiene a millones de personas en el mundo confinados en sus casas viviendo una cuarentena obligatoria, Glasheen abrió las puertas de su “hogar” para contarle al planeta cómo es vivir alejado de todo por elección propia.
Este hombre de 76 años vive en la isla de la Restauración, según reveló cuando se fue a vivir allí lo hizo solo con un bolso en el que llevaba tres camisas, dos pares de pantalones cortos, una antorcha, un par de libros, un frasco de chile en polvo, un cepillo de dientes y pasta dental, publicó Clarín en su historia.
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Dice Glasheen que vive con pocas cosas que le permiten disfrutar de su aislamiento de manera correcta. Entre los artículos que llevó a su isla desierta destaca la presencia de dos maniquíes a las que llama Miranda y Phyllis, ellas son sus compañeras en el tanto que busca una buena dama para que se vaya a vivir con él.
Tiene una biblioteca personal, conexión a internet proporcionada por energía solar, recoge agua de lluvia para beber, también toma la que baja de las montañas y come lo que el mar y la isla le proporcionan (su dieta se basa en pescado, cocos, almendras, cerezas y alcaparras). Tiene una red para pescar, usa piedras para encender el fuego y, por supuesto, su herramienta más importante es un afilado cuchillo.
Eso sí, no es que esté aislado del todo. Al menos una vez al año este ermitaño sube a su bote para viajar a la ciudad de Cairns para comprar algunos suministros necesarios como jabón y papel higiénico. También recibe visitas de algunos turistas que de vez en cuando lo acompañan y le generan algunas ganancias para sus compras de urgencia.