Especial 70 aniversario: Las páginas más dramáticas de La Nación

El periódico plasmó en tinta y papel uno de los placeres culposos más populares de los ticos: las telenovelas. ¡No lo niegue! Al menos alguna vez se dejó seducir por estos culebrones

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Uno podría afirmar que no hay nada más dramático y trillado que la historia detrás de una telenovela. La chica pobre que cae rendida ante los pies de un guapo e insoportable multimillonario ( María la del Barrio ); la secretaria “más fea” que salva a una empresa en quiebra y conquista a su atractivo dueño ( Yo soy Betty, la fea ) o la elegante señora de sociedad que asesina a su multimillonario esposo con tal de quedarse con la fortuna de su familia ( Cuna de Lobos ).

Sí, estas tres historias y sus actores han sido algunos de los protagonistas de La Nación y son parte de un fenómeno televisivo que se ha visto reflejado en las páginas del periódico: los lacrimógenos culebrones. Todo comenzó en 1963 cuando Teletica transmitió las dos primeras telenovelas en Costa Rica: La herencia y Un hijo cayó del cielo .

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Sin embargo, por más increíble que parezca, las tramas que se han generado por la difusión de estos programas –considerados como un fenómeno sociológico de profundo impacto en la sociedad– superan por mucho la ficción de las telenovelas, involucrando a diputados, jueces constitucionales y hasta representantes de la Iglesia Católica.

¡Así es! Lo que comenzó como un artículo para recapitular las telenovelas más populares que han quedado plasmadas en La Nación durante 70 años, se convirtió en otra cosa completamente distinta, aunque con los mismos tintes dramáticos: estas tramas generaron roncha y han desencadenado todo tipo situaciones que al final fueron noticia.

VEA EL ESPECIAL 70 ANIVERSARIO DE ONDAS TELEVISIVAS

Diputados al ataque.

Empecemos con un artículo de Viva del 2011 titulado El reino del culebrón . Aunque de esa publicación ha pasado relativamente poco tiempo, un diputado levantó la voz para denunciar un hecho, para él, sin precedentes en la historia televisiva del país: se estaban transmitiendo 27 culebrones que amenazaban con pervertir a los televidentes más jóvenes.

Ese año, el legislador socialcristiano Luis Fishman prometió mano dura para frenar esa “barbaridad” que estaba ocurriendo en la televisión nacional.

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Aunque exageró en la cantidad (luego se supo que eran 20 novelas las que se podían ver por los canales ticos), su denuncia no pasó a más porque seis años después estos programas siguen vigentes, reinando en horarios estelares y hasta mostrando a los televidentes producciones de países como Turquía, cuando Teletica transmitió en el 2016 Las mil y una noches .

Tema de análisis.

Los años 80 fueron muy fértiles para este tipo de producciones, que empezaron a dominar las franjas con más audiencia de la televisión nacional.

Por ejemplo, a mediados de esa década, La Nación recalca que cuatro de los diez programas más vistos en el país eran novelas: La Intrusa , Cristal , María de nadie , Señorita maestra y La dama de rosa fueron algunas de las producciones más exitosas.

Esa popularidad motivó a que algunos sectores de la sociedad se pronunciaran en contra de este tipo de programación, como refleja el artículo Telenovelas. Industria de sueños... y fortuna , publicado en la Revista Dominical , el 14 de noviembre de 1993.

En esa década las novelas que se transmitían por televisión eran vistas como una solución “al tradicional problema de carencia material que sufren los latinos”.

En otras palabras, cada capítulo era comparado a una inyección de anestesia que adormecía a los televidentes para que se olvidaran de los problemas de inseguridad social, desempleo y pobreza que diariamente sufrían, promoviendo estereotipos y “finales felices imposibles”, según psicólogos y sociólogos de la época.

Incluso, estos analistas aseguraban que las telenovelas satisfacían las necesidades ocultas de los telespectadores, “principalmente de las mujeres de sectores populares que realizan labores domésticas”.

Además, se afirmaba que “los grupos socialmente dominantes ratifican sus intereses a través de los personajes de las telenovelas. Por eso, presentan a las mujeres en el rol de dependientes y débiles; al igual que los pobres”.

La Iglesia Católica también criticó en 1993 este tipo de programas, en la voz del sacerdote Rodolfo Murillo, teólogo moralista del Seminario Mayor, quien expresó su inconformidad por “la caricaturización de la vida en familia, la exaltación de la intriga, y el estímulo a crear una sociedad violenta; elementos que desvirtúan el sentido de la vida”.

Con los años, y a pesar de estos señalamientos, los culebrones continuaron dominando las franjas horarias con mayor rating .

En los 90, el mito de que las mujeres eran las únicas adictas a los culebrones se cayó cuando se perfeccionó la manera de medir los índices de audiencia, que ahora mostraban a “un rebelde público masculino, que acostumbrado por las presiones sociales, negaban su preferencia por estos melodramas”.

Todos estos factores, y por supuesto las ganancias que le dejaban en publicidad a las televisoras, fueron determinantes para que en la década de los 90 se importaran telenovelas de más países y se empezaran a transmitir historias de acuerdo al tipo de público: Carrusel (niños), Muchachitas y Rebelde (adolescentes), Lazos de amor (jóvenes universitarios) y La usurpadora (adultos).

Esta popularidad fue el empujón que necesitaron las televisoras para importar las producciones brasileñas, con dramas que iban más allá de la chica pobre que se enamora de un chico de alta sociedad: Doña Bella , Tieta , Lazos de familia y El Clon abordaron temas como la fecundación in vitro, la sexualidad femenina y la clonación humana.

Incluso, para el 2000 se empezaron a registrar en las páginas de La Nación dos fenómenos que le dieron un giro de 180 grados a las tramas de estos programas y que le hicieron la vida “a cuadritos al viejo culebrón lacrimógeno”, como describió Víctor Fernández en un artículo de portada de Viva del 2002.

El primero fue abreviado bajo el término de “la nueva telenovela” (para describir las comedias dramáticas como Yo soy Betty, la fea ) y más recientemente las narconovelas (como El Señor de los Cielos , La Reina del Sur y Sin tetas no hay paraíso ).

Hoy, las telenovelas siguen siendo noticia, ya sea porque se retransmiten por enésima vez Yo soy Betty, la fea ; se presentan historias cada vez más crueles o porque Televisa arma un novelón con Netflix.