El escalofriante caso del ginecólogo que inseminó a cientos de pacientes con su propio esperma

El Dr. Quincy Fortier diseminó su material genético por todo Las Vegas en mujeres (y sus esposos) que acudieron a él entre como reconocido y exitoso experto en inseminación artificial. La verdad salió a flote en medio del estupor de decenas de medios hermanos

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Piénselo por un momento. Usted proviene de una familia tradicional encabezada por su mamá y su papá, a quienes ha visto como tales en sus 30, 40 o 50 y tantos años de vida. Por alguna razón médica debe realizarse una prueba genealógica y al recibir el resultado se percata de que su papá, sencillamente no es su papá. Los pensamientos se atropellan en su mente, ¿fue infiel su mamá?, ¿cómo se tomará su papá esa insospechada noticia?, ¿quién es su verdadero papá?, ¿dónde queda su vida como la conoce hasta hoy?, ¿y ahora qué sigue?

Eso fue, tal cual, lo que le ocurrió a Wendi Babst, una destacada detective que se desempeñó por 13 años en la Oficina del Sheriff del condado de Clackamas, Oregon. Hija única proveniente de un unido hogar de clase media originario de Las Vegas, Wendi decidió darse un regalo con motivo de su jubilación para conocer más sobre los antepasados de sus padres, de manera que se sometió a un kit de genealogía en marzo del 2018.

A cualquiera se le perla la espalda al ver a Wendi contar en el documental Baby God, de HBO, el calibre del revuelo emocional que vivió en el momento en que recibió el resultado y que, a la postre, cambiaría gran parte de su vida, a sus 54 años.

Porque había un gigante detalle: ella no tenía primos, ni tías ni tíos, pero obtuvo coincidencias genéticas con decenas de desconocidos, más aún, con numerosos medios hermanos. Entonces recordó un hecho que conoció desde que tuvo la edad adecuada: sus padres le contaron que, ante la imposibilidad de un embarazo natural, habían recurrido a la inseminación artificial en una clínica de fertilidad en Las Vegas. Y hasta ahí: el procedimiento había sido exitoso y pare de contar, el tema no se volvió a tocar prácticamente nunca más... ¿por qué habrían de hacerlo?

Entonces, mientras fue recuperando el aplomo, empezó a hurgar en sus recuerdos, hizo preguntas (detective al fin y al cabo) y, siempre en medio del trauma que le significó semejante noticia, empezó a notar que todos los caminos conducían a Quincy Fortier, el obstetra tan respetado de Las Vegas que había ayudado a su madre a quedar embarazada.

Aquel episodio no solo le cambiaría la vida a ella, sino a decenas de medios hermanos que gracias a la tecnología actual, y a su destreza como detective, empezaron a ser localizados. Ninguno conocía la verdad, pero varios confesaron que su vida había sido, como menos “extraña” porque física y en cuanto a personalidad, no había mayor parecido con el resto de sus familias.

Catorce años después de la muerte del Dr. Quincy Fortier, ocurrida en el 2006, a la edad de 94 años, la verdad de lo que ocurrió por unas tres o cuatro décadas con el otrora prestigioso ginecólogo de Las Vegas, salió a flote: hoy se le atribuye una especie de “complejo de Dios”, como se llama la serie traducida al español.

Lo peor es que no se trata de un caso aislado en Estados Unidos, pero posiblemente sí sea el que más “hijos seminales” haya procreado. Hasta la fecha, se conocen 26 demandas, pero se ignora cuántos otros medios hermanos han optado por seguir con sus vidas sin acudir a la justicia, y mucho menos se puede saber cuántos otros viven sus vidas ignorantes de quien es su verdadero padre biológico.

A la luz de los tantos años en que Fortier “jugó a ser Dios”, hay quienes especulan que podría ser el padre de cientos y hasta de miles de hijos que hoy estarían desperdigados dentro y hasta fuera de Estados Unidos.

Macabro. Increíble, Impensable. Incomprensible. Mientras presenciamos en el mencionado documental cómo el ginecólogo Quincy Fortier jugó a ser Dios y juzgamos sus acciones prácticamente en sus más de 45 años como ginecólogo, observamos las decenas de testimonios de personas que, como Wendi ya de adultos descubrieron que Fortier era su padre biológico, no el progenitor que conocieron desde que vinieron al mundo y durante la mayor parte de sus vidas.

Y es imposible no pensar en que, sin el incomprensible accionar del Dr. Fortier, estas personas que están ofreciendo su testimonio a HBO, que estrenó su documental Baby God hace unas semanas, no existirían al día de hoy, ni tampoco la enredadera de hijos y nietos que a estas alturas son una verdadera legión... al menos todos los que participaron en el impactante documental, parecen ser hombres y mujeres de bien. Por estos días, eso sí, enfrentando una realidad prácticamente surrealista.

El “Doctor del Año”

De acuerdo con diversas biografías publicadas en las últimas semanas a raíz del exhaustivo audiovisual de HBO, Fortier nació el 16 de setiembre de 1912 en un suburbio rural de Massachusetts, y desde muy joven desarrolló el interés por la infertilidad cuando una de las tres vacas que tenía su familia (Fe, Esperanza y Caridad, así se llamaban) no lograba quedar preñada. Con conocimientos básicos y casi a pura intuición, Fortier logró inseminar la vaca, una historia que contaría después con orgullo a la prensa local de Las Vegas, donde se afincó tras estudiar medicina y servir en las Fuerzas Aéreas.

Su éxito y reconocimiento llegó tan lejos que logró abrir el primer hospital para mujeres en la ciudad y fue nombrado Doctor del Año en 1991 por la comunidad científica de Nevada.

Pero nada es para siempre. Ni siquiera la extraña matráfula con la que el diestro obstetra decidió, solo porque sí, ayudar a repoblar el mundo con la mayor cantidad de “aportes” (hijos) posibles. Nada, ni siquiera su formación como médico, lo haría intuir que los avances de la ciencia iban a la velocidad de la luz y que en pocos lustros las pruebas genéticas y de ADN se convertirían en un inusitado fiscal de sus aberrantes actos.

Pero con el arribo del nuevo siglo se le empezó a venir la noche al ya para entonces longevo Fortier, y hubo dos casos de familias que se percataron de que sus sendos hijos no podían tener tantas disimilitudes con el resto de la familia y pronto dieron con la terrible verdad.

El primer campanazo se abrió y cerró en el 2001, tras un arreglo extrajudicial, y el otro se finiquitó en el 2006, justo el año en el que murió el inaudito padrote.

Hay tremendos vacíos sobre lo que ocurrió con estos dos casos: existen versiones que aseguran que hubo arreglos económicos y cláusulas de confidencialidad, pero también hay quienes afirman que las demandas quedaron enterradas en el sistema burocrático judicial, a pesar de que las pruebas de ADN solicitadas por la justicia demostraban que el doctor era el padre biológico de los hijos de sus dos pacientes.

Como fuera, Fortier nunca fue juzgado y mucho menos declarado culpable, ni se le obligó a admitir el engaño e increíblemente ni hubo intento alguno para revocarle la licencia. Siguió practicando en la consulta que tenía en su casa hasta pasados los 90 años, según asegura el documental de HBO, que muestra incluso imágenes de un anciano Fortier, sirviendo a sus pacientes en su consultorio aún a principios del 2000.

Las consecuencias de su decisión posiblemente no se sepan nunca en su totalidad, pues el afable médico, conocido como “Doc” por sus cientos de pacientes, se convirtió en una leyenda de Las Vegas: no es un tema menor que se le adjudiquen más de 60 años de ejercicio de la medicina en Nevada.

A la luz de la actualidad, esta historia sacudió a la famosa Sin City y planteó serias preguntas sobre la ética de la inseminación artificial. Y es que apenas en abril del año pasado, o sea, recientemente, estalló un caso similar en Holanda, cuando se descubrió que el médico Jan Karbaat, quien murió en 2017 a los 89 años, fecundó a mujeres que acudieron a su clínica de fertilidad en Bigdorp, cerca de Rotterdam, Holanda, sin que ellas lo supieran. Así lo confirmaron los resultados de las pruebas de ADN realizadas en el marco de una investigación, después de que la justicia de ese país accediera a que fueran publicados, según información de medios como la BBC.

Sobre el mismo caso, la agencia EFE informó que, además de estos 49 casos se suman a otros 22 hijos biológicos de Karbaat con sus tres esposas, lo que lo convierte en padre de al menos 71 holandeses, además de las cientos de personas nacidas por inseminación artificial que desde el año pasado están reclamando que la justicia les permita hacerse la prueba de ADN para salir de dudas. Medios como El Mundo, de España, basados en distintas investigaciones, calculan que la suma total de hijos de Karbaat asciende a unos 400, como mínimo.

De vuelta a Quincy Fortier, todo se vuelve más rocambolesco: fue solo después de su muerte que el médico reconoció en su testamento que él era el padre biológico de los cuatro hijos de los dos pacientes que lo habían demandado, según el Las Vegas Review-Journal. Y en los documentos judiciales presentados en 2007 en relación con su patrimonio, informó el periódico citado, Fortier agregó una nota al pie de página que sugería que podrían presentarse más niños biológicos.

El documental sobre su caso surgió gracias a Hannah Olson, quien vio de primera mano cómo las pruebas de ADN comerciales habían desentrañado el mundo de la genealogía mientras trabajaba como productora en Finding Your Roots With Henry Louis Gates Jr., un programa que hizo que las celebridades descubrieran sorpresas en sus historias ancestrales.

“Fue este fenómeno”, dijo Olson. “Quería mostrar cuán inacabado podría ser este acto y cómo se prolonga para siempre”.

Wendi Babst, tras superar el shock, está de acuerdo en que la verdad cambió su vida y las de los medios hermanos que hasta ahora ha podido contactar, y considera que estas personas conectadas por las presuntas fechorías del médico de fertilidad son “un regalo”. Es decir, se trata de esa dualidad sentimental en la que de un momento a otro Wendi (y varios de sus hermanos) descubren la tremenda tropelía pero nada qué hacer, ya lo que pasó, ocurrió, y ahora varios de ellos tratan de unirse como parientes, al tiempo que asimilan su nueva realidad.

Aunque ha encontrado la paz, la exdetective aún se pregunta por qué Fortier engañó a su familia de una manera que durará mucho después de que ella se haya ido. “Es como una reacción en cadena que realmente no se puede detener”, ha declarado.

Palabras mayores

Como si fuera poco todo lo sucedido con el libre albedrío que administró Fortier durante décadas, su hijo (este sí, su primogénito de matrimonio) Quincy Fortier Jr., también acusó a su padre de abuso sexual durante años, según diversos medios internacionales.

El tema de las posiciones de los hijos de Fortier dan cada uno para una historia aparte. Como Sonia Fortier, quien dijo en Baby God que no quería saber si las acusaciones de abuso eran ciertas. Nunca se presentaron cargos contra Fortier, quien negó lo dicho por su primogénito y acusó a su hijo de extorsión, según el Review-Journal.

En el documental, Olson entrevista a muchos de los supuestos descendientes de Fortier que rastrearon sus vínculos con él a través de pruebas de genealogía.

Por otra parte, después de enterarse de su conexión con el médico hace dos años, Wendi Babst se obsesionó con saber más. Pronto descubrió a los medios hermanos nacidos entre las décadas de 1940 y 1980. Con cada mensaje que enviaba a posibles medios hermanos con la esperanza de conectarse con ellos, se preguntaba exactamente cuántos otros miembros de la familia “habrá ahí fuera”.

“No sé si alguna vez le importó que lo atraparan”, dijo Babst sobre Fortier. “No creo que él pudiera prever (durante todos los años de inseminaciones ocultas) que por $69 podrías enviar una muestra y conectarte con personas de todo el mundo. No creo que él pudiera ver eso venir “.

Ironía suprema

Brad Gulko, un científico de genómica humana en San Francisco, nunca pensó que también podría ser uno de los descendientes de Fortier. Sabía que su madre había ido a ver a Fortier para que la inseminaran artificialmente con el esperma de su marido, quien era amigo de Fortier desde sus tiempos juntos en la Patrulla Aérea Civil. No podía imaginar que el médico tratara así al marido de su madre.

Cuando se hizo una prueba genética en el 2017, Gulko imaginó que su secuencia reflejaría la de su hermana menor, que fue concebida de forma natural y resultó en un 99,5 por ciento de judíos europa-centrales. Pero cuando su secuencia mostró que era solo un 51,2 por ciento de judíos ya mencionados, tuvo que sentarse dentro de la casa de la familia en el sur de California para digerir la noticia.

“Dije, ‘Uh oh’”, dijo Gulko, de 54 años, a The New York Post. “Mi mamá estaba en la habitación de al lado y me escuchó decir eso. Ella dijo: ‘¿Qué quieres decir con, uh oh?’ Fue entonces cuando le dije que parecía que yo era uno de los hijos biológicos de Quincy. Ella respondió: ‘Ahh, maldita sea’ “.

Durante años, Gulko, quien se describe a sí mismo como introvertido, pensó que había algo malo en él porque no se parecía en nada a su extrovertido padre. Ahora, aunque no quiere saber nada más sobre Fortier, dijo que está agradecido de haber conocido a varios de sus medios hermanos para hablar sobre sus experiencias el año pasado. La reunión, dijo, “nos dio a cada uno de nosotros un vistazo a una vida que podría haber sido”.

Anarquía

Como decíamos, innumerables pruebas de ADN han podido determinar que Fortier utilizó sus propios espermatozoides para inseminar con grandísimo éxito a sus pacientes, en lugar de los de los propios padres, tal y como en principio se había acordado con un confiado apretón de manos. Baby God recuerda el escaso control que se daba en la época, cuando no existían bancos de esperma ni se podían congelar convenientemente las muestras.

Como atestigua una de esas madres engañadas, el doctor las dejaba con las piernas abiertas mientras entraba y salía de la sala, para hacer sus tejemanejes y dar el cambio de contenido seminal entre los fluidos y los esposos y los de él.

Con respecto a su evasión de la ley, que en algunos momentos husmeó el proceder del médico, dice el Washington Post: “Nadie pensó que un ginecólogo pudiera repartir su esperma, como si estuviera donando su propia sangre”, por citar la desafortunada expresión de una de sus hijas, donde infería por su cuenta que su semen era mejor –sin duda más efectivo– que el de sus clientes.

“Enterarte de que tu padre no es tu padre, sino ese tipo siniestro con bata blanca que asistió a tu madre, no es algo que se asimile así como así. En el momento del actual efecto cascada, los traumas causados por Fortier son variados en su infinita gama”, replica uno de los científicos consultados en el especial HBO.

El documental cita unos pocos (“nunca me sentí muy conectado a mi padre”), aunque también presenta a una madre, ya de edad avanzadísima, que, con el marido muerto y enterrado desde hace décadas, le baja el tono al asunto, diciendo que, de otra forma, no hubiera tenido nunca a su hijo, que está ahí, de cuerpo presente, pero sin saber muy bien qué pensar de todo el asunto. Una desorientación con la que es fácil identificarse.

“El realismo se conjuga en este serio documental, con la calidad acostumbrada de HBO, que combina filmaciones caseras, imágenes de archivo, infografías añejas de reproducción asistida, y entrevistas con algunos de los muchísimos afectados por el caso, como se dijo, la mayoría inquietantemente parecidos –con la misma mirada acuosa azul, y esa inconfundible nariz aguileña–, además de colaboradores y familiares de Fortier”, dice atinadamente el sitio Cinemanía, de 20minutos.es

Y agrega: “Bueno, sobra decir que el tema de Baby God ocasiona una tremenda resaca mental en los espectadores”. Tal cual. Además, se trata de una resaca permanente e interminable.

“Hablábamos del misterio, y lo cierto es que nunca sabremos con qué ecuación mental Fortier resolvió que tenía que eyacular sin descanso, de forma tan sistemáticamente censurable y a lo largo de tanto tiempo. Nos lo podemos imaginar paseando, armado de una sonrisilla de paternal satisfacción, por esa ciudad no tan grande en la que constantemente se iría cruzando con gente, de todas las edades, en cuyos rostros reconocería la marca de la casa”, ironiza El País de España.

El título de Baby God va en esa dirección: Fortier jugó a ser Dios. Aunque no dejan de ser conjeturas, todo parece apuntar a que, más que actuar sin pensar en las consecuencias, o actuar a pesar de las consecuencias, su deseo era esparcir su semilla por el mundo, con el secreto anhelo de llegar al máximo de sus posibilidades en ese sentido. En una entrevista para el Star Tribune de Minnesota, la directora confirma su visión: “Creo que actuó movido por una combinación de ego y de poder”.

Además de todo lo dicho, ¿qué ocurriría si por esos azares del destino se encuentran y enamoran dos medio hermanos, sin saber de su vínculo? ¿O dos miembros de la tercera generación?

Como se pregunta el Washington Post: ¿Cuáles serían, o más bien han podido ser, las consecuencias de estos encuentros que podrían haberse multiplicado exponencialmente a lo largo de tres décadas? ¿No hay ahí una tara de incalculables consecuencias? ¿Un posible efecto piramidal?

Esto, para bien o para mal, nunca se sabrá o se sabrá a cuentagotas.