Resulta inaudito que para un país del trópico una nevada haya sido tan determinante en su ruta mundialista. En el caso de la Selección de Costa Rica, así lo fue, ni más ni menos.
El 22 de marzo se marcó el antes y después de la Sele en la ruta a Brasil 2014, gracias al “abominable partido de las nieves” ante los Estados Unidos, en Denver.
Tal partido, infame y cruel, se jugó bajo una tremenda nevada a vista y paciencia de las autoridades de la Concacaf, que no hicieron nada para detener un juego cuyo campo terminó bajo una gruesa capa de nieve.
El malhadado cotejo lo ganó el equipo de las barras y las estrellas, 1-0 , y dejó en la Costa Rica futbolera un sentimiento de despojo, de juego sucio.
Sin embargo, como enseña un refrán: “No hay mal que por bien no venga”, pues algo cambió en el sentimiento interno del grupo y terminó de creer en sí mismo.
El cambio más grande se dio en la afición costarricense que, incrédula, vio esa noche cómo nevaba y nevaba y ese juego seguía y seguía, y saltó en defensa de su Sele .
Tras ese partido nevado, la gente sintió que la vejación fue a todos, arropó al equipo y no lo abandonó en el resto de la eliminatoria.
Luego de esa fecha, tribuna y cancha se pusieron en el mismo canal y el “jugador número doce” se hizo presente en el campo.
De ahí en adelante, los once que salían al campo del Estadio Nacional nunca caminaron solos (como reza el lema del Liverpool inglés) y el reducto de La Sabana se convirtió en un fortín donde la Tricolor empedró su camino a la cita brasileña.
El cuadro tico no perdió un solo punto en casa; el Nacional se hizo efectivamente “la casa del equipo”.
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Joel Campbell, Celso Borges y Bryan Ruiz, celebran el segundo gol del juego Costa Rica-EE.UU. en setiembre. | FOTO: JOHN DURÁN
La prueba de fuego pasó ante los estadounidenses , quienes sintieron el peso del reducto, el aliento unificado de los miles de ticos en las gradas y el rigor de un seleccionado que llegó a ajustar cuentas con ellos en setiembre, cuando el cuadro del Tío Sam devolvió la visita.
El equipo de todos fue el equipo de todos de nuevo y respondió al respaldo que bajó, sólido y firme, desde las gradas de la Joya.
Conquistó el boleto a Brasil con dos fechas de anticipación, algo que pocos esperaban (por no decir nadie) y con un equipo sólido, con una idea de juego definida y, muy importante, con personalidad (aunque hay recalcitrantes que reclamen el no jugar como España).
También se ajustaron cuentas con México, se sacudió 20 años sin ganarle en suelo tico y le dio un remezón la soberbia azteca. El Tri estuvo al borde de la eliminación en el último juego de la hexagonal , un torneo de espanto para los mexicanos.
Fue la incompetencia de Panamá para sostener el triunfo ante los Estados Unidos ( ¡le volcaron el marcador en el descuento! ) lo que dejó vivo a México y le dio la segunda oportunidad en el repechaje, que al final resultó un mero trámite para el Tri .
Hay que decirlo: haber eliminado a los aztecas habría sido la cereza en el pastel en el redondo año de los seguidores de la Sele .