El pelo con
Si fuera un árbol, tendría raíces firmes y profundas. Pero, sin ser planta, Sankey ha sabido aferrarse a la tierra limonense y succionar de ella un jugo vital que le da vida. Ha sacado provecho del sabor del Caribe a través de los años, recopilando objetos y símbolos de su cultura para hacer de su casa un museo y convertirse en todo un personaje del sur de la provincia.
La idea del AfroCaribbean Sankey’s Historical Museum se le vino a la cabeza en su adolescencia. “Cuando estaba en el colegio, nos dijeron que todo tiene un valor sentimental o cultural, y desde entonces me dediqué a rescatar valores de una cultura: la afrocaribeña”, explica Sankey.
Hoy, a sus 63 años, vive solo, entre paredes de las que cuelgan herramientas antiguas, fotos, documentos y hasta un vestido de la reina del carnaval de Limón de 1951. Los muros que lo rodean están llenos de pedazos de historia de la provincia y sus habitantes, de reliquias y chunches que llevan anécdotas en sus entrañas.
Sankey nos mostró cada una de las piezas con las que ha ido reconstruyendo una línea de tiempo capaz de volver a la vida el pasado. “Así se puede contar a las nuevas generaciones cómo ha sido el verdadero Limón”, afirma.
De todos los objetos que ha recuperado de chatarreras, de conocidos y hasta del fondo del mar, su favorito es una motobicicleta Mercedes Benz que ya perdió la pintura y le abrió paso al herrumbre, todo un clásico con gran valor sentimental.
Moledoras de pan, gatas para alzar vehículos de 1918, lámparas de carburo, cámaras fotográficas, el sombrero de safari de su bisabuelo, teléfonos antiguos, bayonetas, vestidos de gala de los años 30, balas de cañón de piratas –que se rumora atacaban en Manzanillo– y hasta un afiche de Bob Marley, son también parte del museo.
Sankey cuenta que lo visitan muchos turistas y que hasta ha recibido a la embajadora de Trinidad y Tobago, y a personas de Irak, Japón y China.
“¿Quiénes fueron las primeras personas sobre la tierra?” “Adán y Eva”.
“¿Cuál es el continente viejo?” “Europa”.
“¿Quiénes son los carnívoros?” “Los negros”, dramatiza Sankey en son de burla a lo que se enseña en las escuelas.
Está convencido que que la educación tradicional simplifica para esconder verdades y distorsionar la realidad de hechos que sucedieron.
Entre papeles empolvados, saca unos documentos que llevan el nombre de Harold Nichols, un afrodescendiente vocero del Partido Comunista en San José en los años 30. “Él estuvo al lado de Carmen Lyra, pero la historia solo la recuerda a ella; él vivía en la capital y lo que dicen es que los negros no pudimos pasar de Turrialba hasta el 48”, afirma indignado.
Lo mismo sucede con el idioma. “Nosotros aquí en Limón hablamos muchas lenguas, pero la gente piensa que es solo
Coloca sobre la mesa un libro, al que los años le han amputado la parte inferior. Entre las hojas desgastadas, hay frases en inglés y en la portada se lee “United Kingdom” (Reino Unido).
Cuando Sankey iba a la escuela, la enseñanza era en inglés, impartida por negros británicos. “Nosotros aprendimos inglés británico; también hablábamos francés, que es lo que nosotros llamamos
Muestra el pasaporte de su abuela, Ida Sankey, que lleva escrito en la carátula el nombre de la nación inglesa y ya está rasgado y envejecido. También tiene libros de registro de tributos, cartas de la Caja Costarricense de Seguro Social, cédulas de identidad antiguas y fotografías colgando del techo de personajes memorables de Limón.
Como parte de las reliquias, Sankey también guarda un libro de medicina natural que lista diversas plantas y sus usos. Asegura que no debería faltar en ningún hogar limonense. “Nuestros antepasados sabían cómo curar todo”, relata, mientras resiente que la tradición se haya olvidado y hoy los limonenses prefieran ir a las salas de emergencia de los hospitales.
“Viajar me ayudó a mantener mi cultura y a no perder mis raíces. Cuando uno está afuera y empieza a hacer frío, dan ganas de venirse para Costa Rica, al calorcito”, afirma Sankey.
Mientras coloca sobre la mesa varias fotografías Polaroid, cuenta que en los 70 se aventuró con rumbo al norte. Conoció Nicaragua, jugó baloncesto en El Salvador y se fue a probar talento con el balón a México, donde formó parte de un equipo en Acapulco.
Los últimos tres años de la travesía los vivió en Nueva York. “Aquí estaba en Brooklyn en traje entero, pero vestirse así no es lo mío”, dice mientras muestra una de las imágenes.
Tras ser deportado de Estados Unidos, volvió a suelo tico. Sin embargo, a pesar de las “trabas”, Sankey ha hecho de todo en esta vida, como el mismo lo dice. “He vivido en la calle, en la altura, en San José”, cuenta.
Fue ayudante de un científico en Puerto Viejo, basquetbolista, fotógrafo y hasta monaguillo. En una ocasión, mientras vivió en la capital, quiso ser abogado, mas no le gustó “ese tipo de educación que lo que enseña es la avaricia. A uno le enseñan a ser cangrejo: agarre todo y se mete al hueco”, dice.
Hoy se dedica a la pesca y dice vivir como millonario, porque “vivir en Cahuita es como ganarse la lotería, no es como estar en una ciudad llena de ruido, sino oyendo esto”, y su silencio deja oír cantos de aves, y el susurro del mar y de la brisa.
Pero en medio de la tranquilidad de la costa, también ha sabido alzar la voz para defender la zona.
Fue regidor municipal y ahora es presidente de la Línea Estrella Negra (LEN), una agrupación del Caribe Sur.
“El banano envenenó a la provincia. Por eso hay que impulsar proyectos para beneficio de las comunidades”, justifica Sankey.
Al fondo de la sala, hay unos televisores modernos pero que no funcionan. Sankey se queda viéndolos y suelta la carcajada. “Dentro de unos añitos, estos también van a ser parte del museo”, añade convencido.
“El rescate significa mucho para mí. Antes, vivíamos más felices pero las raíces se perdieron. Ahora hay que tener verjas en las puertas y nos obligaron a hablar español en las escuelas. Quiero tener esta colección de cosas para que la gente sepa que nuestra cultura no es barbárica; que aquí vivíamos como hermanos, como vecinos, como comunidad”, asegura Sankey.
Está de pie y descalzo. Toma un suspiro hondo que lo inunda de añoranza.
“Mi Limón era verde y bonito, ahora está seco”, dice con nostalgia.