Era mediodía del martes 23 y computadoras a mi alrededor mostraban videos de varios candidatos presidenciales sentados en mesas del Burger King del Parque de la Paz. Hombro con hombre.
El restaurante anunció –a través de sus redes sociales– que si llegaban al menos seis candidatos a comer y a participar de las actividades, regalarían 1.000 Whoppers. Once de 13 estaban ahí. Algunos con coronas de cartón sobre sus cabezas.
La transmisión se hizo en vivo desde un celular que manejaba la presentadora Natalia Rodríguez. Así lograron capturar a nuestro posible futuro presidente devorar aros de cebolla, papas fritas, y hamburguesas de varios pisos.
Todos tuvieron dos minutos para responder varias preguntas en el área de juegos que los comediantes Yiyo Alfaro y Choché Romano plantearon. El plan fue abrir un espacio para convencer al indeciso.
Inició Edgardo Araya (Frente Amplio), quien recordó a las personas que “en ese preciso momento”, no tenían que comer. También nombró la comida sana; proteger al pequeño y mediano productor agropecuario; los derechos laborales de la mujer; la salud primaria; los límites de las tarjetas de créditos; los costos de los medicamentos... Finalizó aclarando que “es el único partido que no está pringado de cemento”.
Jhon Vega (Partido de los Trabajadores) dijo que su partido plantea prohibir el despido, y recordó cuando la franquicia de Burger King, “lanzaron a más de 400 personas a la calle”.
Continuó Rodolfo Piza, (Unidad Social Cristiana), hablando sobre la esperanza, su metro, su propuesta, “los médicos de barrio a la par de médicos del Ebais”.
Choché entonces le pidió a Carlos Al varado que dirigiera su discurso hacia los indecisos, específicamente. Para eso, el candidato habló sobre el futuro.
Y sobre las decisiones que tomaron nuestros abuelos en la década de los 40.
Entre espacios muertos, Yiyo nos aseguró que a estas alturas todos deberíamos saber por quien votar. Pidió, además, que celebremos con banderas. “Que sea una fiesta bonita”.
Mario Redondo (Alianza Demócrata Cristiana) comentó que Mario Redondo es una persona humilde y acentuó cómo se tuvo que “arrollar las mangas” para estudiar, sin dejar de lado, una de sus abstractas propuestas: “La oportunidad de vivir en un país donde podamos erradicar la corrupción. Limpiar la mafia que se ha metido en múltiples instituciones”.
“El 27% de los indecisos es quien va a decidir el presidente de Costa Rica”, prosiguió Sergio Mena (Nueva Generación), el preámbulo para Juan Diego Castro (Integración Nacional), quien tomó sus dos minutos para decir, entre otras cosas, que de ahora en adelante hará sus discursos frente a un futbolín.
Esa cifra Mena la tomó prestada de la nueva encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica, hecha entre el 15 y el 17 de enero.
Las cifras resaltan que el grupo mayoritario sigue siendo el de los indecisos, aunque el porcentaje bajó de un 34% a un 27% de diciembre a enero, de acuerdo con el Semanario Universidad, donde se publicó la encuesta.
Según la nota, “predominan mujeres, menores de 55 años y personas con solo estudios de primaria”.
“Nosotros promovemos la competencia en todas las actividades económicas. No nos gustan los monopolios”, aclaró Otto Guevara (Movimiento Libertario).
Esto, luego de invitar a votar por él en la posible segunda ronda electoral.
Stephanie Campos (Renovación Costarricense) –la única candidata a la presidencia en estas elecciones– se presentó así: “Creo que Costa Rica necesita hombres y mujeres que aman lo que hacen. Lejos de tener mucha experiencia política o no, yo creo que necesitamos una nueva generación. Y yo represento esa nueva generación. Es un honor ser mujer”.
Finalmente, Óscar López (PASE) recordó su proyecto que pretende establecer un impuesto de ¢10 a la cerveza para recaudar –según dijo– “7 mil millones de colones por año para dárselos a la Casa del Seguro”.
En segundos se termina la transición. Faltan 6 días para votar. No sé por quién votar.
Para encontrar una luz y definir cuál partido apoyar, pensé que debía caminar hacia casas de campaña sin ninguna expectativa.
Llegué en busca de ayuda para tomar una decisión antes del 4 de febrero. Me presenté como periodista. Les dije que quería hablar con voluntarios, ver los cuartos donde se reúnen, conversar con las personas que confeccionan las banderas.
Me topé, la mayoría de veces, con jóvenes que creen en los partidos políticos que respaldan. No agendé una cita; en cambio, toqué el timbre.
La estación de metro de Nueva York
Llegué el jueves 18 a la casa de campaña de Rodolfo Piza sin avisar. “Cayó de sorpresa”, bromeaba la secretaria. Le dije que requería conocer a alguien que se sentara a contarme por qué pasa sus días dentro de una casa en barrio Escalante, transformada en una estación de metro.
En la entrada, una postal pegada al suelo de los rieles de nuestro tren, recibe al público. Todos los cuartos tienen el nombre de una estación del metro de Nueva York.
Para mi suerte, –y la de todos– ahí estaba la hermana de Piza, Aurora, dentro de un cuarto rosado que atiende temas relacionados a la mujer. Estaba al lado de una señora mayor con los ojos vidriosos, que no habló durante toda la conversación.
“Rodolfo es una persona buena”, dice Aurora, quien le lleva un año de edad al candidato.
“Era el bueno de mi casa. Cuando crecimos siempre fue noble y honesto. Mamá decía, ‘quien lleva el perro al veterinario’. Y yo jalaba para un lado, mi hermano para otro y Rodolfo lo llevaba. Fue mi chaperón porque en ese tiempo se usaban. Rodolfo me acompañaba hasta al baño”.
La casa de campaña del PUSC es una vieja edificación que aún conserva el olor de madera cerca del parque Francia. Es de algún familiar que trabaja con el partido, me dice uno de los encargados de llevarme a conocer los distintos cuartos.
Fanáticos de las postales extra large, algunas habitaciones están forradas con imágenes de un público entusiasmado. Como la primera fila de un concierto de rock.
“Nunca fue capaz de decirme algo que me hiciera daño. Como, ‘si haces algo te acuso’. Es bueno. Desde niño está pensando en cómo arreglar los problemas. Tenía 4 años y le decía a mi abuela en España, ‘abuelita no te preocupes. Cuando yo sea presidente te vengo a recoger’. Desde chiquito se preguntaba cómo hacer tal cosa. Era el que siempre ponía paz. Siempre fue bueno”.
Al otro lado de nuestra habitación, estaba el grupo de voluntarios. Once jóvenes encargados de movilizar a otros voluntarios en todas las provincias del país. El cuarto está pintando con un graffiti de un tren.
“Era extremadamente tímido. Tan tímido que para el baile de graduación lo invitó una muchacha y mi mamá con el pelo parado, porque no se atrevía. Era un buenazo”.
Piza era buen estudiante de lo que le gustaba. Estudió arquitectura pero no le gustó. Y según su hermana, sabe tocar la guitarra.
“Es el hermano a quien, cuando papá murió, acudimos todos. Él tiene esa bondad. Siempre fue buenísimo”.
Según Aurora, Piza –por su gran timidez– se dedicó a cultivarse mucho.
“Rodolfo sabe de filosofía, como de historia, así como de moda. Se sabe muchas frases y no se las enjareta. Él dice, ‘como decía tal’. Es muy justo. Es más recto que yo. Pero es un conservador con noción de justicia social”.
El castillo de San José
La casa de campaña del partido Liberación Nacional es –posiblemente– una de las casas más emblemáticas del barrio Los Yoses, en San José, en avenida 8.
“El castillo embrujado”, me dijo un taxista una vez. Pero los fantasmas que habitan en ese lugar son otros. Tienen nombre y apellido, y están escritos en placas afuera de las habitaciones, ahora oficinas.
En la entrada principal está “doña Lilly”, la secretaria, como me pidió que la llamara. Le explico que estoy ahí para conversar, que ya fui a la casa del PUSC, y que estoy haciendo un recorrido a pie por las casas de campaña porque estoy indecisa. Le digo que necesito escuchar voces en primera persona.
Entonces me da un panfleto con los candidatos a diputados para las distintas provincias. “Todos los nombre están bien. Menos los de Alajuela. Esos salieron mal escritos, y no corresponden las caras con los nombres”, me advierte.
Tomo el papel y camino por el patio, que está rodeado por árboles muy altos.
“Esta casa es muy fría”, me dice Steven Ramírez, encargado de prensa del partido. “Pero tiene que conocer las escaleras. Tiene tres juegos de gradas. Es muy grande la casa. Todos se pasan perdiendo”.
Entonces entramos. Me muestra las salas de reuniones. Luego ingresamos donde se encuentra el departamento de comunicación. Dentro tres hombres y una mujer estaban muy ocupados para saludar.
No sé si todos tenían audífonos. Pero los recuerdo así. Sentados con la misma postura, con tarros de plástico sobre la mesa, comiendo, distanciados y un poco inertes. Tampoco se despidieron. O hablaron.
En un anexo se encuentra la oficina de la juventud liberacionista. Ahí dos figuras con puestos populares dicen haber encontrado en los colores verde y blanco su ruta al poder.
Vivian Calderón tiene 26 años, estudió relaciones internacionales y trabaja para la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y del Espacio (ACAE). En el partido es Vicepresidenta Nacional de Juventud.
Desde los 16 años dice ser militante de Liberación. Todo inició cuando llevaron a su colegio un debate sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC). Era 2006.
“Llegaron dos posiciones, la del sí y la del no. A la del sí llegó un joven liberacionista; él fue quien tuvo las mejores ideas y dio la mejor exposición. Yo no tenía afinidad política. Lo que menos me importaba era la realidad nacional. Pero después de este debate, vi que Costa Rica necesitaba avanzar. Necesitaba meterse en el mundo globalizado, y por eso es que me gustaron las propuestas. Entré a un foro que se llama Fuerza Verde, y luego me metí en la campaña de doña Laura Chinchilla y luego en la de Rodrigo Arias, y así hasta hoy”.
El TLC también fue mi despertar político. El de toda una generación, probablemente. Pero yo desperté hacia el otro lado de Calderón. Y en ese gran abismo que nos separa, tenemos diferencias irreconciliables.
Junto a Castro estaba Juan Pablo de la Herrán, vistiendo una camisa polo verde Liberación.
“Estoy convencido completamente de que Liberación es la mejor opción. Esa frase que dice que cuando gobierna Liberación se vive mejor no deja de ser cierta. No es casualidad que nuestro slogan sea: vivir mejor. Ofrecemos las mejores oportunidades. Y el tema de la juventud, es que mucha de nuestra sociedad ha perdido valores cívicos”.
“Hay muchas cosas en la que creemos, como en una administración con Álvarez Desanti y Nuria Marín, que es un elemento importantísimo al luchar por la igualdad de mujeres, por buscar el primer gobierno paritario, y por apoyar el empoderamiento femenino”.
A la conversación se unió la periodista Evelyn Fachler, la jefa de prensa.
“Por 30 años he trabajado en medios y ha sido importante el tema de un gobierno 100% paritario. Eso me parece importantísimo de recalcar. Un gobierno donde el 50% sea hombres, y el 50% sea mujeres. En todos los puestos de gobierno. Tanto el ejecutivo como en las instituciones públicas, que las mujeres tengamos acceso a la decisión, voz y voto. Eso es tan importante como la abolición del ejército. Es una segunda revolución social en este momento”.
El frío comenzó a hacerse notar más y más, y con la poca calidez que se percibía, salí para caminar hacia el Partido de Acción Ciudadana. No tenía un orden estratégico. La idea era también tantear el ambiente y las distancias. Así llegué a San Pedro de Montes de Oca.
Política para y de los jóvenes
Me abrieron el portón de la casa de campaña del PAC, que solía ser un EBAIS. Me recibió Fabián Marrero, el encargado de prensa. Le explico lo que necesito; conversar. Cara a cara.
Se disculpó por el desorden que se tenían. Que eran muchas cajas de cartón, unas encima de otras, con cartas que ha recibido Carlos Alvarado durante el tiempo de campaña. Entré a una sala que tenía 8 computadoras y dos teléfonos de escritorio. El cuarto se llama Comunicación informática.
Para mi sorpresa, allí también pude conversar con la juventud del partido. Al parecer, son los que más saben.
Cuando Francisco Serrano estudiaba en la Universidad de Costa Rica comenzó a marchar por el medio ambiente y por los derechos humanos. En ese momento Laura Chinchilla era nuestra presidenta. Serrano tiene 25 años, y hace voluntariado para el PAC desde los 19. Es sociólogo y estudia Ciencias Políticas.
“Yo me crié en un carácter muy rural, en Turrialba, y siento un llamado muy de la razón sobre el por qué hay que apoyar al PAC, pero también muy sentimental, porque uno creció siendo beneficiado de un modelo de Estado que cada día se ve más amenazado por intereses económicos, entonces también siento una responsabilidad. Yo estudié en universidad pública, así que tengo un deber por devolver eso, y de tratar de dejar, no solo lo que uno encuentra, sino también de mejorarlo”.
Francisco está encargado del proyecto 82-82, que “busca identificar los logros del gobierno en los 82 cantones del país”. Trabaja 11 horas al día. “Jamás cobrar una hora, uno sabe que tiene el horario de oficina y el resto es voluntario, porque también hay que trabajar con mística”.
Con esto está de acuerdo Joselyn Rojas, sentada junto a mí en lo que sería la sala de la casa. Donde reciben invitados. Al fondo están los cuartos de operación. Muchas computadoras y muchos desconocidos detrás de ellas.
“La fe en la política se ha perdido. Creo que una labor que tenemos es rescatar eso para que la gente vuelva a creer. En esta elección se juega un cambio importante en la forma de pensar porque se decide si seguimos con lo mismo, si sigue una Costa Rica religiosa, conservadora, que prefiere quedarse atrás en ciertos temas o que no reconoce ciertos derechos, o una Costa Rica que va avanzar hacia ciertos temas que tal vez son tabú”, dice Rojas.
Joselyn también es socióloga y lleva 3 años trabajando con el partido. Además estudia administración de empresas en la Universidad de Costa Rica. Hace unos meses se dio cuenta que su mamá era beneficiara del programa Tejiendo Desarrollo, un “programa que impulsa el desarrollo en los territorios más desiguales de Costa Rica”, coordinado por la Primera Dama, Mercedes Peña.
“Yo sabía que mi mamá estaba recibiendo ayuda económica, pero no sabía de dónde. Me enteré de esto apenas hace dos meses y llevo años en el partido”, asegura.
“Yo siempre apoyé a Carlos por ver su deseo de ayudar a bastante gente, de rescatar, pero me di cuenta que dentro de mi familia, yo había sido beneficiaria de una acción buena que no solo te estaba ayudando en algo, sino que te está capacitando para un futuro. Con esa ayuda económica, mi madre tiene su negocio propio de panadería y pastelería”.
Detrás de las redes
“Es abrumador”, dice Camila Rodríguez, de 22 años, estudiante de Ciencias Políticas y encargada de llevar la comunicación de la Primera Dama en las redes sociales. “Soy la secretaria de comunicación de juventudes y llevo 4 años en el partido”.
Cuando Luis Guillermo Solís llegó a la presidencia, Rodríguez tuvo la oportunidad de trabajar en lo interno de la Casa Presidencial. Ahí fue su despertar.
“Me dije ‘aquí es donde se hacen los cambios’. Y sí yo puedo dar mi grano de arena, como sea que pueda hacerlo, se va a generar un cambio. Y sí yo no aporto lo que sé, ya sea en redes sociales, si yo no lo hago, nadie lo va a hacer, ni con el entusiasmo que le pongo”.
“Podrá sonar muy poético, pero es totalmente lo que uno piensa. Y así lo pensarán los otros jóvenes de los otros partidos. Que la forma de poder cambiar, de hacer política, de cambiar a través del instrumento, es con los partidos políticos. Otros irán a marchas, serán parte de movimientos sociales, pero nosotros aquí pensamos que esta es la forma de cambiar el país”.
Ambiente apagado
La noche cayó y la segunda parte del recorrido continuó el lunes siguiente. Todavía más confundida que antes, pienso en toda la información recopilada hasta el momento que no parece llevarme a ningún lugar. Pienso en Jeanette, la señora que vende chances en la avenida Central, en lo difícil que se le hace lidiar con los ‘piedreros’ que ahora la acechan a toda hora.
Pienso en Víctor, el vendedor de popis que vive afuera de su casa desde los cinco años porque su papá lo golpeaba en el estómago hasta sacarle el aire. ¿Qué pasará con él después de las elecciones? ¿Por quién votará? No pienso en mi pensión, ni en el déficit fiscal. No sé cómo.
Pienso en Crisley Jaley Martínez Rodríguez, la niña que desde los 14 años vivía con el jefe de Tránsito, Pedro Arce Araya, quien tenía 56 años, y quien eventualmente la mató, al frente del padre de ella. Y como Crisley, hay muchas más. ¿Quién las rescatará? ¿Cuál candidato piensa en ellas antes de dormir?
Pienso en las abuelas haciendo fila en la Caja. En las abuelas con hijos discapacitados y una pensión que no les alcanza.
Pienso qué pasará con el tren. Y cuándo será que podamos elegir a nuestros diputados.
Leo y leo las propuestas, pero dicen lo mismo que la vez pasada. Ya, para este punto, deberíamos entrar en un acuerdo común que decir: “erradicar la pobreza”, no significa nada. Ya no. Que prohibir el aborto nos espanta. Que decidir quién o quién no se puede casar, es gula. Que no necesitamos misa todos los domingos.
Pienso en mis amigos que no tienen trabajo y en los que trabajan mucho. En todas las personas que se pasan vidas detrás de escritorios. Detrás de manivelas. De los señores del bus que no tienen baños ni horas de almuerzo.
Pienso en las mujeres que serán miserables porque el Estado decidió por ellas. Porque, un hombre, decidió por ellas. Pienso en lo miserable que será esa vida así; y lo fácil que es evitar tanta tragedia. Pienso en mis amigos gays, en la pena que me da que les prohíban amar.
¿Qué pasará con el territorio de Salitre? Con el agua. ¿Qué pasará con los pueblos que el mar se está comiendo? ¿Quién podrá arreglar las aceras?
Despejar algunas vías para que podamos mantener la cordura. ¿Quién está pensando en todo eso? ¿Por quién voy a votar?
Luces suaves y tenues
Quería ir a la casa del Frente Amplio, que se encuentra cerca de la casa de Matute Gómez. Esperaba encontrar algo de histeria electoral. Pero era lunes y no había mucha gente en la oficina. La mayoría de voluntarios estaba volanteando. La luz apenas entra en el lugar. Demasiado tenue para despertar algo. La casa es oscura y tiene muchas habitaciones transformadas en salas para reunirse y en escritorios con computadoras.
Para poder conocer a profundidad el carácter político del Frente Amplio, la secretaria me llevó con dos hermanos que ingresaron al partido primero como voluntarios.
“No trabajamos para que una persona llegue a una curul. Trabajamos para que este proyecto político llegue a la Asamblea Legislativa. En el partido hay personas muy preparadas, y personas que han caminado las calles. Creo que el Frente Amplio es la única opción política de izquierda, desde distintos ámbitos, como el tema de género, el ambiente, el tema de mejorar la pobreza en el país”, dijo Daniela Miranda, quién es trabajadora social y actriz.
A quien hace mucho la política le parecía algo inservible, hasta que su hermano Diego, de 28 años y el regidor propietario del partido en San José, le habló sobre cómo funcionaba esta sociedad.
“Me impresioné, y dije no quiero pasar por esta vida sin haber hecho nada para cambiar este mundo”, recordó Miranda.
“Necesitamos que la gente se involucre en la política. Esto es lo que puede hacer que este país logre grandes transformaciones. La gente de a pie ha dejado de pensar que la política les pertenece, y eso para una democracia, es grave. Entre más apatía tenga la gente, vamos a tener un país indiferente, y eso es un boomerang”.
Durante nuestra conversación en la casa amarilla, gente entraba y salía de la habitación. Tenían que alistar camisas, y José María Villalta necesitaba un espacio para usar su computador. Parecía querer saber que hacíamos ahí, pero nunca preguntó.
“Nosotros siempre tratamos de estar con la gente. Estudiando las necesidades. Y creo que en algún momento eso terminará dando frutos. Alguna gente mayor tiene mucho prejuicio sobre el Frente Amplio, y se sorprenden cuando se dan cuenta que son los jóvenes los que conducen este proyecto”.
Se acababa el día y tenía que ir a una casa más. Afuera le pregunté a extraños donde debería ir, y un par me recomendó visitar al doctor Wálter Muñoz, del PIN.
El doctor Muñoz tiene en su página de Wikipedia que nació en el siglo XX. Y que en 1985 fue cogalardonado con un Premio Nóbel como parte de la organización Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear. Además pretende rescatar a la clase media.
La sede del partido, según esa misma página, está en el “edificio de imágenes médicas, segundo piso; frente al costado oeste de la plazoleta del Hospital Calderón Guardia”. Entonces fui.
La oficina y consultorio del doctor tiene una camilla con folders regados a todo lo largo. Tiene una mesa larga con más cúmulos de papeles, un escritorio y una caminadora.
Cuando abrió la puerta, le pregunté si podía entrar. Le dije que quería conversar, que tenía dudas. Me dijo que no podía pero que a las tres de la tarde había una reunión de diputado del PIN en un hotel de barrio Amón. La dirección la tenía en el celular. Le pedí que lo acercara para poder ver pero no me escuchó.
Balbuceó unas palabras. Cerró la puerta, que es translúcida, y lo único que deja ver son manchas borrosas; dejando la vista nublada.
Salgo del edificio y al frente está el hospital Calderón Guardia. Pienso en las largas filas que veo de noche salir de la puerta principal. En los indigentes que duermen en los alrededores. En el hueco que acecha cerca de la línea del tren. Pienso en las sirenas que escucho durante las noches.
No sé por quién votar.
(Aclaración: En la nota impresa se hace la declaración que Daniela Miranda expresó "ideologia de genero" pero este fue un error de redacción. Se aclara que solo dijo "ideologia").