Llegó a su habitación después del cole , colocó el salveque en una esquina y se zambulló entre las cobijas. No salió más hasta la noche, cuando su mamá lo llegó a buscar para que cenara.
Ahí, entre lágrimas, sollozos y mucha ira, confesó el motivo de su aislamiento: la novia le había “terminado” y, aunque no se lo dijo de manera directa, él sabía que la razón era su apariencia física. Lo apodaban “cara de pizza ” y algunos compañeros le insinuaban que eso lo causaba la masturbación.
José David (nombre ficticio de un caso real) estaba en crisis y su madre, más preocupada que nunca. También ella había sufrido el acné en la adolescencia y comprendía muy bien el dolor de su hijo, porque recordaba las veces en que no quiso ir al colegio o a una fiesta por ese mismo motivo.
Las estadísticas confirman que el drama por el que atravesaba este joven no es una excepción. El 80 por ciento de los adolescentes presentan acné en algún momento de sus vidas. Sin embargo, en algunos los brotes se salen de control y se muestran tan severos que pueden dejar cicatrices o hasta desfigurarles el rostro o la piel de otras zonas del cuerpo.
Debido a las lesiones físicas, el área emocional también se ve afectada. Rechazo y fobia social, disminución de la autoestima, fracaso académico, dificultades para encontrar empleo, incremento en los cuadros depresivos e incluso, ideas relacionadas con la muerte, son algunas de las secuelas que marcan la vida de estos muchachos.
En el 2010, los hallazgos de un estudio publicado en Journal of Investigative Dermatology , encendieron la señal de alerta. Entonces, un grupo de investigadores noruegos entrevistaron a 4.000 jóvenes de 18 y 19 años, y descubrieron que el 14 por ciento de quienes sufrían acné severo presentaban hasta el doble de pensamientos suicidas en comparación con quienes estaban libres de este padecimiento o lo mantenían controlado.
Ante resultados como estos, el médico dermatólogo costarricense Rodrigo Martín insiste en hacer un llamado de atención a los papás de adolescentes para que no le resten importancia al acné de sus hijos.
“Como esta enfermedad se asocia con la adolescencia, muchas veces los adultos descuidan el tema y los muchachos podrían verse profundamente lesionados, a nivel físico y psicológico. Otros papás carecen de información apropiada y terminan regañando a los hijos, al pensar, equivocadamente, que todo se debe a falta de higiene”, advirtió el especialista.
La genética y su peso
Si se trata de buscar culpables del acné, muchas han sido las hipótesis. Sin embargo, cada vez hay mayor evidencia de que la principal cuota de responsabilidad en esta patología la tiene la herencia.
De acuerdo con los dermatólogos de la clínica SKN, del Hospital Cima San José, Dánitza Orlich y Allan Sunikansky, el acné se relaciona, en la inmensa mayoría de los casos, con la interferencia de las hormonas –especialmente los andrógenos– que estimulan las glándulas sebáceas. Y es precisamente en la pubertad cuando la producción de estas hormonas suele incrementarse, tanto en varones como en mujeres.
“Por factores hereditarios, una glándula puede ser más sensible y producir más cantidad de sebo de lo normal, o bien, gracias a la genética, algunas mujeres pueden ser más proclives a sufrir de quistes en los ovarios que alterarán la cantidad de hormonas circulantes y estimularán aún más a las glándulas”, explicó Orlich.
Los científicos han logrado determinar que pueden existir semejanzas en el tipo y grado de acné entre los miembros de una familia. De igual manera, se ha visto que aunque esta enfermedad dermatológica está presente en todas las etnias, los caucásicos tienden a ser más afectados que los hispanos, los negros o asiáticos.
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Con respecto a la dieta, la controversia sigue vigente. Hay estudios que relacionan el acné con el consumo de chocolates, lácteos o un exceso de carbohidratos. Sin embargo, también existen investigaciones que no han encontrado evidencias contundentes de que estos alimentos incrementen el problema.
Lo que sí se ha determinado es que en algunos casos, tal condición se agrava por trastornos relacionados con la menstruación, la excesiva sudoración tras el ejercicio, el hecho de llevar el cabello sobre la frente, el uso de gorras o vinchas, y elevados niveles de estrés.
No hay cura mágica
Para tratar el acné, existen decenas de opciones, pero ninguna de ellas es totalmente infalible. “No hay curas mágicas porque ningún caso es igual. Cada paciente necesita ser valorado, para que el especialista pueda decidir cuál es la ruta a seguir. En oportunidades, se deben hacer ajustes en el camino”, enfatizó Martín, quien está convencido de que la atención oportuna por parte de un profesional en el campo hace la diferencia.
En ese sentido, Sunikansky explicó que antes de elegir una opción terapéutica, se debe evaluar el género del paciente (en mujeres, pueden utilizarse anti-andrógenos para bloquear la excesiva estimulación de las glándulas sebáceas).
Hay que estudiar la edad de la persona (si es adolescente o adulto), su capacidad de adhesión al tratamiento, la extensión del acné y la respuesta de cicatrización (para elegir entre los tratamientos tópicos u orales disponibles).
Los dermatólogos también toman una decisión según el tipo de acné (si predomina la obstrucción, la inflamación, los quistes o los abscesos) y el grado de afección emocional de los pacientes (muchos necesitan soporte psicológico).
Entre los fármacos más utilizados, se encuentran algunas marcas de pastillas anticonceptivas (con efecto antiandrógenos, sobre todo en mujeres con acné tardío u ovarios poliquísticos), algunos antibióticos tópicos u orales, bactericidas con peróxido de benzoilo, unguentos o cremas con ácido salicílico para tratar las espinillas y puntos blancos (estos se venden sin receta médica), así como otros medicamentos que disminuyen la acción y el tamaño glandular.
Algunos especialistas tratan las secuelas (no el acné en su fase aguda) con láser y los llamados peelings .
Mantener una buena higiene del rostro, sin necesariamente recurrir a tónicos o exfoliantes, utilizar maquillaje dermatológicamente probado, evitar la excesiva sudoración, lavar muy bien el cabello y no aplicar en el rostro o cerca de este productos que contengan aceites o grasas, pueden ayudar a controlar el acné, aunque no necesariamente lo curan, aclaró Martín.
Muy controversial
La isotretinoína (nombre genérico) es otro de los medicamentos que se han venido utilizando en los últimos años para controlar el acné, desde leve hasta severo.
Se trata de un retinoide derivado de la vitamina A que es posible encontrar en pequeñas cantidades naturales en el cuerpo, y que ayuda a controlar la producción de sebo en las glándulas.
Según Martín, este fármaco es bastante efectivo, pero no está indicado para todos los casos. Solo un experto en el campo podrá determinar si el paciente es candidato o no a recibir este tratamiento, porque, aunque ha demostrado un alto grado de efectividad, también posee efectos secundarios.
El efecto que más preocupa es que puede causar malformaciones en los fetos. Por eso, las mujeres deben estar totalmente seguras de no estar embarazadas ni concebir un hijo durante el tratamiento o en los meses posteriores a su conclusión.
Solo el médico podrá determinar cuándo ha pasado el peligro y el organismo logró deshacerse de todo residuo.
La sequedad en los labios, alrededor de los ojos y en otras partes de la piel (no solo en las áreas donde presenta el acné), son otros de los efectos esperados con el uso de este medicamento.
De igual manera, se habla de un posible empeoramiento del brote, durante las primeras semanas.
Hace algunos años, se vinculó a la isotretinoína con problemas hepáticos y cuadros depresivos. Empero, Martín asegura que las estadísticas son demasiado reducidas como para alarmarse.
Según él, si el medicamento se ingiere en las dosis correctas y los pacientes siguen las indicaciones (como el uso de humectantes labiales, el no asolearse, no ingerir antibióticos ni alcohol, disminuir el consumo de lácteos o derivados, y mantener las cápsulas en el empaque correspondiente para que no pierdan efectividad), los resultados pueden verse en cuestión de semanas o meses, dependiendo de cada persona. Algunas requerirán de un segundo intento.
Por todo lo anterior, no hay que desesperarse. Lo más prudente es buscar el mejor consejo médico para dar con la terapia más adecuada.