'Dirty John’: un amorío de terror salido de la vida real enciende las alertas vía Netflix

Los sociópatas del amor abundan, pero el calibre de estafador sentimental del estadounidense John Meehan sobrepasa la capacidad de asombro. Por lo mismo, su historia y la de sus víctimas se plasmó en ‘Dirty John’, una serie de recién estreno en Netflix que muestra el lado más retorcido del “amor”.

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Las historias de mentirosos patológicos en asuntos de amores (hombres y mujeres) se suceden desde siempre a diario y en todas las latitudes. Entonces ¿qué tiene John, el sucio (Dirty John) para que Netflix convirtiera la vida de John Meehan en su serie de estreno estelar en el recién pasado Día de los Enamorados?

Pues hay que ver sus ocho episodios para entender, incluso, por qué la gigante plataforma de streaming hasta sacó del ostracismo al connotado actor australiano Eric Bana (furor de la década pasada en megaproducciones como Troya o encarnando a Hulk) y fichó a otros titanes de la industria para recrear la siniestra historia en la que se vieron involucradas varias mujeres estadounidenses (y sus familias) al caer en las redes de quien pensaron, en un principio, era el hombre con quien sentarían cabeza para el resto de sus vidas.

Alerta de spoilers: Antes de continuar, el lector debe saber que habrá un exhaustivo recuento tanto de los hechos reales como de la producción de Netflix, de manera que si desea ver la serie sin tener insumos por adelantado, este es el momento de pasar la página.

Tal como reseñan diversas agencias y medios, sobre todo estadounidenses, en octubre del 2017 el periódico Los Angeles Times publicó una historia real tan extrema, que sonaba como el guion para alguna película de terror. El caso se convirtió en la trama del podcast Dirty John, que ahondaba sobre la macabra vivencia de de Debra Newell, una exitosa y adinerada empresaria de diseño de interiores de Los Ángeles quien, tras entrar a la década de los 50 años, intentó darse una nueva oportunidad en el amor. Eso sí, Debra decidió explorar posibilidades pero ya no a la antigua, si no en aplicaciones para citas en la web donde, entre la inmensa marejada de opciones, terminó topándose con un carismático y atractivo prospecto. A la postre, el posible príncipe azul resultó ser un cínico embaucador, estafador, agresor, acosador e incluso, asesino, quien estuvo a punto de destruir su vida y la de su familia.

La realidad de la vida actual está repleta de saltos impensables y realidades inesperadas. No deja de ser extraño pensar que, hasta hace menos de dos años, solo los allegados y por supuesto, las víctimas de la macabra seducción de John Meehan, sabían que este personaje existía.

El podcast de Christopher Goffard, el periodista de L.A. Times que compartió la historia, fue descargado por millones de personas que se aterraban de pensar en que esto les hubiera podido pasar a ellas y extremaron precauciones al concientizarse de que algo así podría ocurrir en la vida de cualquiera si no enciende las luces de emergencia a tiempo. Bravo, canal estadounidense de la cadena NBC, decidió ponerle rostros y visualizar la historia, que fue transmitida con gran éxito entre noviembre del 2018 y enero del 2019 en Estados Unidos. Luego, en asocio con Netflix, la serie vio la luz este febrero en la famosa plataforma de streaming, donde inmediatamente se convirtió en una de las producciones más vistas a nivel mundial en este mes.

Como se ha vuelto habitual, la prensa mundial disecciona las más exitosas de las series de Netflix y esta no ha sido la excepción. Incluso, una revista de alto perfil, como GQ, por ejemplo, toma una posición fatalista al asegurar que “Dirty John se acaba de convertir en una serie con la que nunca más vas a volver a confiar en los extraños o a creer en el amor”. Tampoco así. Pero de que previene y asusta, sí.

De cómo todo comenzó

El 20 de agosto del 2016, un ya desquiciado John tuvo una cruenta muerte cuando intentó asesinar a Terra, de 24 años e hija menor de Debra, quien casi como un milagro logró desarmar al agresor, hacerse con el cuchillo de cocina que portaba Meehan y repeler el ataque con una fuerza proveniente de tanta furia acumulada, al punto de que le propinó 17 puñaladas a John, incluida una que le traspasó el ojo izquierdo. John quedó con muerte neurológica y fue desconectado de las máquinas que lo sostenían con vida cuatro días después.

Para entonces, las vidas de Debra y el resto de su familia estaban hechas añicos, tras lidiar desde el 2014 con la manipulación y perversión de quien alguna vez, pensó Debra, sería el hombre con el que terminaría felizmente sus últimos años.

Tampoco deja de ser extraño pensar que, posiblemente, John supo en el pasado de la existencia del prominente actor Eric Bana, quien como ya se dijo, estuvo en el pico de su carrera en la década del 2000. ¿Qué se iba a imaginar el ya entonces activo sociópata, que alguna vez el célebre actor calzaría sus zapatos para interpretar sus fechorías ante una audiencia de millones de personas alrededor del mundo?

Cuando se le comentó este raro viraje del destino a Donna Meehanm, una de las hermanas de John, durante una entrevista con Christopher Goffard, guardó silencio y la única palabra que utilizó para calificar lo que había sentido al ver a Bana representar a su hermano fue “surrealista”.

Ese mismo adjetivo y otros más revoloteaban en la mente y el corazón de Debra después de aquella noche de octubre del 2014 cuando, después de haber vivido varias experiencias rocambolescas durante una seguidilla de citas en línea con resultados tanto desastrosos como risibles, finalmente creyó haber encontrado a una posible media naranja tras su primer encuentro con John Meehan.

Su primera cita fue en Houston, un restaurante en Irvine, California. Ella asistió a la cena algo desanimada por los desaguisados en sus encuentros anteriores, pero cuando vio a John, sintió una extraña certeza de que, con este atractivo cincuentón, pasaría algo diferente. Era guapo, carismático y, según los decires del galán en potencia, profesionalmente tenía su vida resuelta como médico anestesiólogo y, además, desde el primer momento le hizo ver que estaba realmente interesado en ella.

Lo cierto es que Debra no la había tenido fácil en su vida amorosa. Como dice el adagio, “bien en el dinero, mal en el amor”. La acaudalada empresaria de diseño interior llevaba ya cuatro matrimonios fallidos. Cansada de sus fracasos y consciente de que su edad ya no le permitía darse el lujo de mal invertir el tiempo a la hora de conocer potenciales candidatos para compartir su vida, había optado por la agilización de las citas en línea.

En el primer encuentro, John se solazó contándole sus heroicas historias sobre su servicio en Irak o su año en Médicos Sin Fronteras. Eso sí, John hasta tuvo la precaución de no parecer “demasiado perfecto” aquella primera noche, de manera que cuando decidieron terminar la noche con una copa de vino en la casa de Debra, él simuló sentirse molesto por una tontería al final de la velada y se retiró con una seca despedida.

Un par de días después, la llamó y se disculpó. A ella se le salió el corazón del pecho cuando vio en su celular el nombre “John” y ahí mismo, concertaron una segunda salida.

Ya para la tercera cita, él le había dicho la gran frase: “Te amo”.

Pasaron unas semanas de ensueño, viviendo juntos: él salía a diario con su atuendo de médico de quirófano y ya en casa, la consentía de todas las formas posibles, empezando por encendidas jornadas de sexo y terminando por los batidos saludables de distintas mezclas que le llevaba a la cama cada mañana.

Se reían de todo, como adolescentes y charlaban mucho, sobre todo de más y más historias de la vida de John como médico.

El tiempo voló y a los dos meses, ciegamente enamorada, la pareja empezó a buscar una casa para mudarse juntos. A él le gustó la opción más onerosa, en Newport Beach, pero muy consideradamente le dijo a su novia que el alquiler se salía de todo presupuesto y que siguieran buscando. El calculó la adecuada modestia en cada palabra. Debra pensó que su hombre era la prudencia personificada.

Dos días después, ella le daba la sorpresa de que había asumido el alquiler de $6.500 al mes. Por los mismos días, realizaron un viaje a Nevada y, estando en Las Vegas, John le pidió matrimonio. Procedieron ahí mismo y volvieron casados a la lujosa casa de playa que sedujo a John y pagó Debra.

Mientras la mujer seguía levitando en la felicidad de su nueva vida, las alertas se dispararon en sus hijas, quienes se dieron a la tarea de indagar sobre el pasado de John. Así supieron que había estado un tiempo en la cárcel, varios lustros atrás, y que entre el 2005 hasta que conoció a Newell, en 2014, el hombre había repetido su modus operandi con varias mujeres a las que había seducido, acosado, estafado y aterrorizado, incluida su primera esposa y madre de sus dos hijas, la enfermera anestesista Tonia Sells, de Ohio, con la que se había casado en 1990.

A ella la conoció en un bar y la conquistó con un piropo atípico sobre la capa de nieve que andaba. Si algo le sobraba a John, era ingenio. Las palabras correctas en el momento justo. Para aquel tiempo, él estaba joven y lozano; la joven pareja tuvo dos hijas pero, casi desde el principio del matrimonio, Tonia empezó a vivir una rutina de pesadilla, llena de agresiones, actitudes extrañas y, sobre todo, mentiras. A los 10 años de casados ella pidió el divorcio, pero entonces conoció realmente el lado oscuro de su esposo, quien era adicto a los analgésicos, los robaba en el hospital en el que trabajaba después de que Tonia le consiguiera un cupo para que aprendiera a ser auxiliar de anestesista. La desconcertada exesposa tuvo que acusarlo por el robo de medicamentos y Meehan, ciego de odio, la llamaba y hostigaba a todas horas, diciéndole que disfrutara de “su tiempo restante en la tierra”.

El hombre se desentendió por completo de sus hijas y poco después fue cuando se declaró culpable, en el 2002, de robo de drogas. Por ese tiempo pareció ir en caída libre, fue hallado drogado, con un kit de anestesia en su poder; intentó fugarse de la ambulancia que lo llevaba al hospital y agredió a los policías.

Fue condenado a año y medio de prisión.

Al parecer, en ese período pensó muy bien en cómo utilizar sus tácticas de engaño con sus víctimas favoritas y “se actualizó” con el fin de ser más eficiente en el proceso: el mismo día que salió en libertad, se abrió el primer perfil de las entonces incipientes citas en línea. Él se “inauguró” en Match.com

Pronto, multiplicó su “talento” y se convirtió en “un depredador en serie. Fue de víctima a víctima” dijo el periodista Goffard, en un comunicado sobre sus postcads.

John, el sucio, marcado desde la niñez

Hasta la publicación del podcast Dirty John, la audiencia no sabía nada sobre la existencia de John Meehan. Pero su atroz final, a manos de la joven hija de su millonaria esposa, en un acto de defensa propia, puso todos los reflectores sobre el caso. De acuerdo con un perfil pulblicado por el sitio especializado Mexico.com, Meehan es un sociópata que creció en una familia estadounidense de clase media hasta que sus padres se divorciaron y quedó bajo responsabilidad de su padre, un estafador que, entre otros sitios, trabajaba en un casino en San José, California.

Las hermanas de Meehan rafiticaron en su entrevista con Goffard que su padre había sido en gran parte responsable de la conducta de su hijo. Siendo apenas un preadolescente, John ya recibía lecciones de su padre sobre cómo entablar juicios falsos con tal de chantajear a abogados y también lo aleccionó sobre estafas a seguros. En otras palabras, él lo entrenó en “cómo mentir” y “cómo engañar”, dijo Donna Meehan a L.A. Times.

“Al mismo tiempo, era el sobreprotegido de mi padre. Si alguien intentaba hacerle algo al pequeño John, mi padre nos decía “Ve hasta allá con un palo y cuídalo”, agregó Karen Douvillier, su otra hermana.

Meehan asistió al Prospect High School en Saratoga, en California, donde se robaba las miradas porque era atlético, atractivo y agradable. “Era un imán para las niñas, un estudiante que se jactaba de su inteligencia superior y su encanto, era un imán para las niñas, todos se arremolinaban a su alrededor, era de esas personas que llenan un lugar con su personalidad al ingresar a cualquier recinto”, afirman los diversos perfiles publicados sobre John en las últimas semanas. Ya desde entonces, también se acostumbro a lisonjear a sus profesores y a chantajear con pequeños regalos a sus compañeros o posibles conquistas. Aprendió a que los regalos --así fueran pequeños-- aunados a su encanto natural, proporcionaban atajos para conseguir lo que quería.

Su audacia fue in crescendo con los años. Antes de los 20 desarrolló una particular destreza para hacerse atropellar por automóviles sin resultar con heridas serias, pero sus cortadas, su actuación y sus ropas ensangrentadas hacían que los conductores se asustaran y le pagaran ahí mismo compensaciones para que acudiera al hospital y para no incursionar en papeleos legales. Lo mismo hacía en restaurantes de comida rápida: era capaz de poner trozos de vidrio en su comida y lacerarse la garganta con el fin de buscar compensaciones, lo cual ocurría casi siempre.

En 1988 se matriculó en escuela de derecho de la Universidad de Dayton, en Ohio, donde se hizo con el apodo de “Dirty John” por las muchas mujeres con las que dormía. “Básicamente era un tipo extraño, un lobo solitario que hacía todo tipo de cosas escandalosas, y no era solo con mujeres”, dijo su excompañero de clase, Kevin Horan, a Los Angeles Times. “Era inteligente y atractivo, pero ya en ese entonces todos fuimos entendiendo que no podías confiar en él para nada. Estaba podrido de arriba a abajo”.

John no se graduó de derecho. Justo por ese tiempo fue cuando conoció a su primera esposa, la ya mencionada enfermera anestesista, Tonia Sells, con quien convivió toda la década del 90, en una relación de pesadilla para ella, que terminó en el 2000, justo cuando ya los problemas de Meehan lo ubicaban en la lupa de las autoridades hasta terminar en la cárcel por los delitos descritos antes, hasta que salió en el 2004 decidido a recomponer su vida a costa de descomponer la de decenas de mujeres desprolijas de amor pero con frondosas cuentas bancarias, a quienes estafaría de todas las formas posibles durante la siguiente década... hasta aquel octubre del 2014, cuando se sentó a cenar con su nueva conquista, la millonaria y solitaria Debra Newell, a la luz de las velas del romántico restaurante al sur de Los Angeles donde se inició el principio del fin de esta truculenta historia.

De galán empoderado a rufián enloquecido

Después de dos años de desengaños, estafas económicas, afrentas y amenazas de todo tipo a sus hijas y otros familiares, Debra lo dejó en marzo del 2016. Como era de esperar, Meehan no lo tomó bien. La acosó y la amenazó de maneras impensables; incluso robó y le prendió fuego al lujoso auto de su esposa y envió imágenes de desnudos de Newell al sobrino Toby, a quien Debra había adoptado cuando él tenía 11 años y su madre murió baleada por su esposo y padre de Toby, quien intentó suicidarse de un balazo en la gargante pero, a su pesar, sobrevivió.

Evidentemente, la familia Newell ya había tenido su cuota de violencia y sufrimiento mucho antes de que John el sucio llegara a sus vidas. Pero las argucias de Meehan derribaron cualquier barrera en un principio. Con su enfermizo ego desbordado y ya fuera de sí, John decidió herir a su esposa donde más le dolía y fue entonces cuando interceptó a Terra, la hija de 24 años de Debra, en el estacionamiento de su edificio de apartamentos. La muchacha iba con su perro Cash, y a pesar del sopresivo ataque, mientras el perro mordía a John en los tobillos, ella logró desarmarlo y matarlo en defensa propia, tal como lo determinó la justicia estadounidense.

Con las heridas físicas y emocionales aún en carne viva, la familia empezó a ser solicitada por los medios de comunicación para intentar que contaran la historia detrás del cruento final de John Meehan.

A pocos días del incidente en el que su hija estuvo a punto de ser asesinada por John, y tras sopesar el martirio vivido durante los últimos dos años por su exceso de confianza y también de negación, Debra Newell, contra todos los pronósticos, contestó la llamada de un periodista de Los Angeles, Christopher Goffard. “Fue la manera de expiar un poco mis demonios, había sido demasiado traumático todo, pero por encima de lo que vivimos, quería contar lo que nos pasó a nosotros para intentar que otras mujeres tomen las precauciones que no tomé yo, mi intención era construir una relación madura con un buen hombre, todos tenemos derecho a soñar con encontrar un buen compañero, pero quiero pedirle a la gente que no se ciegue, que no se obnubile con las primeras impresiones, en el mundo en que vivimos es muy fácil corroborar quién es quién, el problema es cuando uno se enamora de un embaucador y hasta termina mintiéndose a sí mismo. Sufrimos muchísimo, pero después de que ver que el podcast le llegó a tanta genteme consuela saber que mi pesadilla tal vez contribuya a evitar muchas pesadillas a mucha otra gente en el mundo”, dijo en una amplia entrevista con la periodista Megyn Kelly, en el espacio Today, de NBC, conversatorio que también incluyó a su hija Terra y que se realizó en enero del 2018.

Fichajes de lujo en el reparto

En medio de todo el jaleo que se produjo tanto con la historia real como con su puesta en escena en la ficción, Dirty John fue nominada a los Golden Globes 2019 por el trabajo de la actriz Connie Britton como Debra Newell, la víctima y coprotagonista de esta historia.

Sin embargo, lo que más llamó la atención, según un análisis de el diario El Comercio, de Perú, fueron la gran cantidad de actores y actrices reconocibles de otras producciones. Ya sea por sus actuaciones en la pantalla grande o como parte de otra serie, empezando por el reconocido actor australiano Eric Bana (Eric Banadinović), quien encarna al mismísimo John Mehan.

El actor, hoy de 50 años, se inició como comediante en su país natal: al principio de su carrera se definió por los sketches que hacía como parte del elenco del programa australiano Full Frontal, aunque después llamó la atención de Hollywood por las películas Chopper y Black Hawk Down. También es conocido por sus papeles en Hulk (2003), como el príncipe troyano Héctor (2004), como un agente secreto en Múnich (2005) y como el villano Nero en el largometraje de Star Trek (2009)

Por su parte, Connie Britton es una actriz y cantante estadounidense nacida en Massachusetts, el 6 de marzo de 1967. Es principalmente reconocida por su trabajo en la serie Nashville, que coprotagonizó junto a Hayden Panettiere. Gracias a este drama fue nominada a los Golden Globes del 2013.

Juno Temple, quien interpreta a Verónica Newell, es la hija mayor de Debra, aunque en la vida real no existe, pues Debra tuvo tres hijos varones y una mujer, Terra, quien fue la que al final mató a John cuando este intentó liquidarla a ella. Nacida en Londres y con varios papeles relevantes a su haber, alcanzó la fama al interpretar a Ophelia en una adaptación de Hamlet. También participó en The Dark Knight Rises, la película de Batman del 2012.

En cuanto a Julia Garner (Terra Newell), ella quizá sí esté en la retina inmediata de los serieadictos de Netflix, por su magnífico rol en la oscura y aclamada serie Ozark, que ya lleva dos temporadas.

Justo al momento de redactar este artículo, que indudablemente llama, como mínimo, a la reflexión, trascendió que en Brasil una empresaria de 55 años, Elaine Caparroz, había sido sometida a cuatro horas de golpes e insultos cuando acudió a una cita con Vinicio Batista Serra, de 27 años, con quien había entablado hace ocho meses una relación cibernética tras encontrarse con su pretendiente en un app de citas. El agresor fue detenido, pero las autoridades de Río de Janeiro aún no se explican cómo pudo sobrevivir la mujer, cuyas fotos con el rostro desfigurado aterrorizan a cualquiera.

El primer encuentro de la pareja fue el sábado pásado, cuando ella lo invitó a cenar a su departamento. “Conversaban desde hace ocho meses por las redes sociales y tenían amigos en común. Por eso se sintió a gusto para un encuentro. Compró quesos y vinos para recibirlo y conversar. Ella estaba soltera desde hace un año, creyó que sería la oportunidad de estar con alguien”, dijo Rogério Caparroz, hermano de la empresaria, a la prensa brasileña.

“Ella gritaba: ‘Para, por el amor de Dios’, pero él seguía golpeándola, mordiéndola, burlándose, insultándo”, contó el hermano a la prensa. "Cada vez que voy allá y la miro, no reconozco a mi hermana. Él la desfiguró completamente. Ella tiene fracturas en toda la cara: en la nariz, en el globo ocular, maxilar, dientes. Además, está tiene a contusión pulmonar y puede llegar a tener insuficiencia renal. Sus brazos están llenos de mordiscos”, lamentó Rogério.

Se dice que el mundo está cada vez más loco. Probablemente sí. Qué tanto afecten las lecciones de vida de Debra o de Elaine en quienes conozcan sus historias, es decisión y prerrogativa de cada quien. Hombre o mujer, puesto que la sociopatía no excluye sexo ni posición económica ni nivel de educación, incluso en Costa Rica se han dado casos recientes de hombres asesinados por mujeres a quienes conocieron en citas en línea.

Y sí, posiblemente el mundo esté cada vez más loco. Porque a pesar de todo lo que hizo John Meehan, fue extraño observar la entrevista de Today con Debra y Terra Newell, con público en vivo, estilo reality show, mientras el set estaba ilustrado no solo con fotos de la producción televisiva, sino también con imágenes en blanco y negro del propio Meehan, todo esto mientras su exmujer narraba su pesadilla y Terra contaba con todo detalle la forma en que tuvo que matarlo a cuchilladas.

En el mundo del showbiz, parece que nunca nada es suficiente. Aunque, en este caso, la justificación para mostrarlo todo parece ser válida, como dijo Debra Newell, “para que lo que me pasó a mí, no le vuelva a ocurrir a nadie”.