Un celular rojo de teclado físico timbra. Luis Acuña lo contesta. Es un cliente –posiblemente nuevo– que pide que le alisten una orden de nachos para llevar. “¿De dos o cuatro kilos?", le consulta Acuña a la persona que llama. Hay unos segundos de silencio. “Los nachos pequeños son los supernachos de dos kilos”, le dice con gentileza Luis a quien llama.
La conversación termina y Luis se apresta a preparar el encargo, aunque antes de los supernachos de dos kilos, en cola hay otras solicitudes de clientes que esperan en la soda o que, similar al de la llamada, pasarán a recoger el pedido luego. Una orden de supernachos de cuatro kilos, una superhamburguesa de medio kilo y una superpapa de dos kilos saldrán de la cocina pronto para caer en manos de comensales que, o se permiten suculentos pecados en sus dietas –lo menos probable– o que acostumbran eludir la lectura de etiquetas nutricionales, le huyen a los planes alimenticios y ven de reojo a los nutricionistas.
Sin importar como sea, Luis Acuña y dos cocineros más corren para atender esos pedidos y los otros que se empezaron a disparar en la soda Big Johnny’s aquel jueves de enero que los visitamos (abre de lunes a domingo de 11 a. m. a 3 p. m. y de 6 p. m. a 10:50 p. m.).
Es el comportamiento habitual de la hora pico del local, asegura Luis, quien minutos antes de abrir “oficialmente” los portones de la soda ya había puesto a hervir el aceite en las freidoras de acero inoxidable y a calentar la plancha para cocer las tortas de las hamburguesas, el pollo de los nachos y cuanto más ingrediente necesitara para las recetas.
El cocinero tiene año y dos meses de trabajar en esa soda, que hace una década abrió sus puertas en una esquina cualquiera de barrio Cuba, San José, pero que rápidamente alcanzó popularidad y se convirtió en punto de referencia por una simple razón: ahí el menú que se ofrece es de comida XXL; es decir, extra extra grande.
De comer en exceso
Johnny Valverde es el propietario de Big Johnny’s. Él aprovechó su costumbre del pasado de comer en cantidades superiores a las normales para establecer una soda que saciara hasta más no poder a sus comensales.
“Esto empezó con una idea de que antes yo comía demasiado y cuando llegaba a una soda o restaurante le servían a uno un poquitico y a la hora de pagar cobraban aquel montón de plata, entonces fue a partir de todas esas decepciones que nació esta soda”, justifica Valverde, conocido como “el papá de la comida XXL".
Antes de lanzarse al agua con ese negocio, su nombre era uno más en la planilla de una empresa costarricense. Al mismo ritmo que desempeñaba sus labores ahí crecía la inquietud de independizar su economía y en el 2008 se decidió a renunciar a su puesto para liderar, sin ningún tipo de experiencia, un negocio dedicado no solo a la venta de comidas rápidas sino uno que, además, ofrecía platillos con cantidades extremas.
“Cuando renuncié le dije a mi jefe que me necesitaba ir y me preguntó que a qué me iba a dedicar. Le comenté mi idea de ponerme una soda y recuerdo cuando me dijo que yo estaba loco y que esto y lo otro…, pero desde que abrí y hasta la fecha no puedo decir que me ha ido mal”, cuenta Valverde.
Cuando aperturó el negocio, la única experiencia que lo respaldaba fueron los años de niño que ayudó a su abuela, cocinera de una familia adinerada, durante sus vacaciones escolares. Fuera de eso no hubo cursos ni ninguna otra formación culinaria alterna; sin embargo, Johnny Valverde asegura que puede sentarse a la par de cualquier chef profesional a hablar de ese arte.
Por ello, él califica su emprendimiento como exitoso y se auspicia de la clientela que, ese día de enero, concurrió en el pequeño local, con espacio solo para 11 personas sentadas y distribuidas en dos barras: una con la cocina como panorámica y la otra con vista a las ventanas enrejadas que dan a la calle.
En los próximos días y 10 años después de la apertura de la soda, Johnny Valverde ampliará el espacio de restaurante con un local contiguo que adquirió y que permitirá a más personas disfrutar su comida bajo techo y no en la acera como sucede en ocasiones cuando la afluencia de clientes sobrepasa la capacidad del establecimiento.
Valverde atribuye el éxito de Big Johnny’s a tres factores. Primero; el pintoresco menú: superhamburguesa de medio kilo, superburro de pollo de uno y dos kilos, supertaco, superpapas de dos y cuatro kilos, supernachos de dos y cuatro kilos y supercasados con uno o dos refrescos.
Se ofrece además una variedad de platillos de “tamaños normales” y hasta opciones saludables para quienes cuidan la figura, pero seamos honestos: ¿quien va a una soda de comidas rápidas a buscar una barra de granola?
Más bien, en Big Johnny’s si algún cliente quiere una de las opciones de menú a un tamaño superior a los disponibles, ahí se complace. “Si quieren un supernacho de seis kilos, yo se los hago; lo que pidan, aquí estamos para complacerlos”, dice el empresario cómplice de los grandes apetitos.
La otra particularidad que le da solidez al negocio, según el propietario, es el precio popular que tiene cada orden de la carta. Por ejemplo, el superburro de pollo de un kilo cuesta ¢3.000; un supernacho de cuatro kilos, ¢9.000 y los supercasados ¢2.800 o ¢3.000 según si quiere uno o dos refrescos.
“Siempre pienso en cuánto dinero anda la persona que viene aquí y el hambre que puede tener, entonces procuro que los precios sean bastante accesibles para todos, de hecho, sueño con tener la posibilidad de regalar la comida en algún momento o de cobrar algo muy simbólico; es que crecí en un barrio donde la gente se crió con mucha humildad, muchas veces sin tener qué comer, yo mismo de niño tal vez me quería comer algo en una taquería y no podía porque había otras prioridades en la familia”, explica.
El tercer ingrediente del éxito de Big Johnny’s es el trato al cliente. El saludo de bienvenida y el “Dios te bendiga” de la despedida no faltan.
Ambiente familiar
Kattia Arce frecuenta la soda desde el primer momento en que abrió. Ella comenta que esa cordialidad es la que mantiene la clientela del lugar siempre al tope, incluso por encima de su peculiar menú.
“Johnny lo trata a uno como en la casa. Él se sienta a hablar con la gente y es muy agradable porque eso genera un ambiente muy familiar”, afirma esta joven, de 25 años.
La vecina de Cristo Rey subraya que Big Johnny’s siempre llamó su atención, la de sus compañeros de colegio y la de los amigos del barrio; de hecho era el punto de encuentro con sus amistades.
“Venía con mis compañeros del colegio y con mi mejor amigo. Siempre fue un punto de reunión y es muy bonito porque pude mantener esa costumbre ahora con mi familia. Aquí todo es rico y son los antojos de muchas mujeres embarazadas (ella está en estado de embarazo). Aquí uno no compra un platillo grande y ya, aquí uno compra calidad y buen sabor”, remata la muchacha al mismo tiempo que abre una burbuja de estereofón para mostrar la jugosa superpapa cubierta por salsas de tomate y queso cheddar y mayonesa por la que llegó aquella anoche.
Si bien Kattia es una de las clientas que tiene la soda “a la vuelta de la esquina”, Johnny Valverde comenta que tiene mucha clientela de Heredia, Alajuela, Cartago, Aserrí, Desamparados y Coronado.
Menú para incrédulos
El propietario de la soda dice que cada día Big Johnny’s conquista paladares de nuevos clientes que llegan entre curiosos e incrédulos a probar y corroborar si, efectivamente, lo que se ve y dice en el menú corresponde a la realidad.
A modo de anécdota él reseña que una vez llegó un señor y le dijo que no creía que los supernachos de cuatro kilos pesaran eso. Y surgió una apuesta.
“Con tanto tiempo haciendo esto yo ya mido a ojo las cantidades de todo para que pesen incluso un poco más de lo que dice el menú, entonces le dije al señor que iba a preparar unos nachos de cuatro kilos y que los íbamos a pesar. Si no pesaban eso, aquella persona no pagaba el platillo; pero si pesaba eso o más, entonces él debía pagar el doble por los supernachos. Al final no me lo pagó doble, pero se dio cuenta que no mentimos”, resume Valverde.
Actualmente en la soda hay un reto: aquella persona que sea capaz de comerse solo y en una hora un supernacho de cuatro kilos, no pagará el producto y a cambio recibirá ¢25.000; pero si asume el desafío y no lo cumple deberá pagar el doble del precio del platillo; es decir, ¢18.000.
Además de la soda, Johnny Valverde posee un servicio de catering con las mismas características XXL pero especializado en parrilladas, aunque tampoco se niega a disponer en el servicio el menú de la soda. También aspira a que Big Johnny’s tenga su propio food truck que le permita estar presente en ferias gastronómicas y fiestas nacionales para que más personas disfruten de la experiencia de la comida extra extra grande.
Y como es el papá de las comidas XXL, debe hacerle honor a su nombre; por eso desde hace varios años se encarga de liderar la cocina de eventos masivos como la del Día Nacional del Gallo Pinto, donde prepara ese platillo típico costarricense para 50.000 personas y este domingo estará a cargo de una actividad que una compañía productora de lácteos tendrá en La Sabana y donde repartirán 6.000 gallo pintos.
Asimismo él le pone mente a un récord Guinness, pues busca patrocinios para hacer los nachos más grandes de Centroamérica –“o cuidadito del mundo”, dice–. “Serían unos nachos para unas 5.000 personas porque yo tengo todo para poder hacerlos, lo que necesito son aliados comerciales que me permitan lograr esa hazaña. Es una idea que, por ahora, esté en borrador”, termina.
Si logra o no la hazaña lo dirá el tiempo, por ahora su pequeña soda es su gran aliada para continuar saciando los voraces apetitos de sus clientes.
¡Escoja su orden!
Hamburguesa Big Johnny’s (de medio kilo)
-Dos tortas de carne.
-Salchichón.
-Pollo.
-Tres huevos fritos.
-Tres lonjas de jamón.
-Tres tajadas de queso.
-Frijoles.
-Tomate.
-Lechuga.
-Salsas.
Viene acompañada con papas. Precio: ¢2.300.
Supernachos (de cuatro kilos)
-Medio kilo de pollo.
-Medio kilo de frijoles molidos.
-Un kilo de doraditas.
-Abundante salsas de queso cheddar y tomate y mayonesa.
Precio: ¢9.000.
Superburro (de dos kilos)
-400 gramos de pollo.
-400 gramos de frijoles.
-200 gramos de tortilla.
-Abundante salsa de queso cheddar.
-Papas fritas.
-Ensalada de lechuga con tomate.
Precio: ¢3.000.