Subir de Tibás a Coronado en bicicleta fue algo que jamás pensé que haría, sobre todo después de varias décadas de no “cletear”. Pero todo cambió cuando nos hicieron una propuesta difícil de rechazar: contribuir a cuidar el planeta, hacer ejercicio y divertirse, todo al mismo tiempo.
El reto era claro: ¿Has pensado cómo movilizarte sin contaminar? El responsable de este desafío fue Pablo Otero, gerente general de ABT Powersports, empresa importadora de las bicicletas eléctricas premium Sondors, quien esta semana nos invitó a descubrir las posibilidades de sus modelos y así celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, que se festeja cada 5 de junio, e impulsar su uso entre los costarricenses que quieren heredar un mundo mejor.
Luego de aceptar, lo primero fue organizar una ruta que nos permitiera poner a prueba, sin ser un ciclista experto y en un par de horas, las fortalezas de estas bicicletas. Con la ayuda del fotógrafo Alonso Tenorio, aventurero innato, quedamos en subir hasta Coronado.
“Me parece genial, van a exigirle bastante a las bicicletas”, fue la respuesta de Otero, quien fue el encargado de presentarnos a las que serían nuestras bicicletas por un día con todas sus propiedades, ventajas y características.
Los modelos que nos entregaron fueron la Sondors X y la Sondors Fold X, esta segunda tiene el atractivo adicional de que es plegable, lo cual facilita su traslado ya sea en la cajuela del carro o en transporte público, como el tren. Sus dimensiones ya plegada es de 99x45x73 cm, por lo que es fácil de almacenar.
Otero nos hizo una demostración de cuán fácil es plegarla. Solo basta quitar un seguro, doblar la bicicleta a la mitad hasta que los imanes de un lado hagan contacto con el metal de la otra parte y luego se baja el manubrio. En menos de un minuto queda reducida a una especie de maletín.
“Al ser retráctiles, si vivís en un apartamento es más fácil de guardar, o si vas en bici a algún lugar y te querés devolver en carro, solo la metés en la cajuela y listo. Son ideales tanto para ciudad como playa”, destacó Otero.
Ambos modelos se pueden cargar en cualquier lugar que tenga entrada de 110V, igual que la mayoría de los aparatos que tenemos en la casa, desde un radio hasta un ventilador. Cuentan con motores de 500 y 750 Watts, llantas gruesas todo terreno, marco de aluminio forjado, aros de aluminio, asiento ajustable y ergonómico, capacidad de carga de hasta 136 kilos, así como baterías que tienen un rendimiento que va entre 40 a 70 kilómetros por carga de batería, según el terreno recorrido, y pueden alcanzar velocidades de hasta 32 kilómetros por hora.
Es importante tomar en cuenta que la duración de la carga de la batería dependerá de si la utiliza en una superficie plana o por el contrario en un terreno con elevaciones. Además, hay que destacar que cada pedaleada es electroasistida, esto quiere decir que cada vez que se impulsan los pedales se avanza más y más rápido que con una bicicleta convencional.
Según explicó Otero, para cargar de manera completa la batería se necesitan alrededor de cuatro horas, lo cual representa un costo en el consumo de electricidad de unos ¢600 para lograr alcanzar el 100% de la batería. Otro detalle es que la batería es de iones de litio y de fácil acceso para su carga por medio de un cable que se conecta al cuerpo de la bicicleta.
La experiencia
Después de la presentación, lo primero que hicimos fue familiarizarnos con el uso de las bicicletas. En realidad, no hay mucha ciencia: tiene su botón de encendido, siete velocidades y un acelerador de pulgar, que resulta muy útil, en especial en las subidas. Eso sí, es importante recordar el usarlo con moderación para no consumir la batería tan rápido.
También cuenta con una pequeña pantalla con varias funciones prácticas, como ver la velocidad a la que se transita o un odómetro para medir la distancia recorrida, entre otros aspectos.
Lo segundo fue retomar la confianza de andar en la carretera en bicicleta, sobre todo porque se comparte la vía con otros vehículos, estar alerta ante cualquier peligro en la calle y evitar el ocasionar algún percance. Así que primero practicamos un rato en el parqueo de la empresa.
Quizás eso fue lo más difícil de la jornada, ya que la bicicleta eléctrica se encargó por sí sola de lo demás. Sin embargo, al inicio fue estresante pasar entre buses estacionados y carros que venían en sentido contrario en medio de calles angostas. Para mí sorpresa fueron si acaso dos pitazos los que recibí a lo largo de la ruta, provenientes de algún conductor impaciente.
Con cascos, chaleco reflector y buen bloqueador nos lanzamos a las calles. Es indiscutible que estas bicicletas llaman mucho la atención gracias a su diseño moderno y compacto. Por donde pasábamos, no hubo quien no volviera a verlas. Y cuando nos deteníamos a tomar las fotografías para este artículo, quienes estaban alrededor no perdían la oportunidad de preguntar sobre sus características, en especial, su precio y origen.
Así sucedió cuando hicimos una pequeña pausa, justo cuando logramos llegar a la primera parada de nuestra ruta: la hermosa iglesia de Coronado. Allí nos detuvimos para retratar las bicicletas frente al templo, atrayendo las miradas de adultos mayores y jóvenes.
Las bicicletas son producidas en California y su costo, en el caso de la plegable, es de $2.000, alrededor de ¢1.250.000.
Tras esta breve interrupción comercial, regresamos a nuestro recorrido y nos enrumbamos hacia una parte más montañosa de ese cantón, con la intención de valorar el poderío de estas bicicletas eléctricas. Sin duda, el mayor atractivo tiene que ver con el acelerador, que se convierte en un gran apoyo cuando se va cuesta arriba. Sin embargo, también es muy conveniente al momento de arrancar, ya que impulsa la bicicleta y es menor el esfuerzo requerido, incluso en cuestas. Sin duda, muy útil para quien no está acostumbrado a andar en bicicleta.
De igual forma, el acelerador es idóneo para avanzar más rápido en caso de ser necesario, como cuando un perro juguetón se tiró a morder mi bicicleta. En ese caso, el pobre animal tuvo que desistir de sus intenciones al ver cómo aceleraba y me alejaba de él.
Otro punto a favor son sus llantas todo terreno, que gracias a su grosor le brindan mayor estabilidad al ciclista por lo que resulta más difícil perder el equilibrio y caer. Además, esto las hace ideales para recorridos en la pura montaña, como la parte alta de Coronado, donde dieron buena muestra de su agarre en caminos sin pavimentar. “Son ideales para manejarlas en tierra, asfalto y arena”, ya nos había dicho Otero.
El asiento tiene una base de gel, lo cual aunado a sus llantas gruesas se suman para absorber el impacto de los golpes en el cuerpo al pasar por algún hoyo inesperado en la carretera.
Además, estas bicicletas son totalmente silenciosas, por lo que además de sumarse a la causa de cuidar al planeta y reducir las emisiones de dióxido de carbono, también se evita la contaminación sónica.
Una de las principales inquietudes que escuché de parte de algunos conocidos tiene que ver con el esfuerzo físico. ¿Se hace realmente ejercicio con una bicicleta eléctrica como estas? He de confesar que aunque sí sudé durante el recorrido, quizás fue más por la angustia de aclimatarme de nuevo a transitar sobre dos ruedas.
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Sin embargo, a la mañana siguiente, no sentí ningún resentimiento o dolor en los músculos de las piernas o el resto del cuerpo, pese a que buena parte de la ruta fue cuesta arriba. Hay que recordar que estas bicicletas están dirigidas a quienes buscan movilizarse en bicicleta sin necesidad de realizar grandes esfuerzos físicos. No obstante, también se pueden utilizar en modo convencional, si lo que busca es hacer actividad física y emplear el apoyo del motor solo cuando sea necesario.
En la parte menos positiva, uno de los aspectos que más nos sorprendió fue los pesadas que nos resultaban las bicicletas. Por ejemplo, la Sondors Fold X tiene un peso de 30 kilos, lo cual al transitar cuesta abajo obliga a estar muy atento y dosificar los frenos, ya que tiende a adquirir gran velocidad por su peso. No obstante, este peso se encuentra ligeramente por encima del promedio de las bicicletas eléctricas disponibles en el mercado.
Al final nuestro recorrido fue de casi 24 kilómetros y el consumo total fue de poco más de media batería. En esa línea, tomando en cuenta las pendientes que subimos y que hicimos uso descarado de la potencia del motor, su rendimiento fue más que satisfactorio. Nos permitió disfrutar el aroma a cocina de leña en las montañas de Coronado, así como ver de cerca a vacas y caballos con imágenes dignas de Instagram.
En resumen, sin ser como mencioné un experto en ciclismo, estas bicicletas demostraron su potencia al subir sin ningún problema pendientes y sin requerir un mayor desgaste físico por parte del usuario.
Superar traumas
Al volver a andar en bicicleta fue imposible dejar de pensar en la última vez que tuve una, allá en los años 80. Mi fallecido padre, con muchos sacrificios, había ahorrado para comprarme una mountain bike que era lo que casi todo niño deseaba en esa época.
Poco me duró el entusiasmo. A las pocas semanas tuve un pequeño percance, sin consecuencias que lamentar afortunadamente, pero fue suficiente para que naciera en mí una fobia a andar en bicicleta.
Fue así cómo la montañera pasó de recorrer las calles del barrio a convertirse en un colgadero de ropa. Con los años pasó a manos de algún niño que espero le haya sacado mejor provecho, con moretones y raspones incluidos.
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Mi fobia se mantuvo por tres décadas, hasta que hace casi dos meses, por cuestiones de trabajo, tuve la oportunidad de hacer un tour en bicicleta en Turrialba. Ya desde hace meses atrás tenía el gusanito de hacer un poco más de ejercicio y quemar las libras extras, herencia del teletrabajo. Así que acepté, sin estar seguro de si iba a ser capaz de lograrlo.
Siempre había escuchado que lo que bien se aprende, nunca se olvida. Ese era el momento de comprobar esa teoría. Los primeros dos minutos fueron los más difíciles, ya que no me sentía seguro y no lograba subir el segundo pie. Todos mis compañeros de aventura me iban dejando atrás.
Pero como al tercer minuto algo pasó y de pronto todo encajó, bastó un pedaleo para volver a ser el niño de los 80 y lanzarme a descubrir el mundo, o la campiña turrialbeña, un kilómetro a la vez. Atrás fue quedando el trauma y más bien me surgieron nuevas ganas de retomar la aventura de la bicicleta.
Así que cuando una vez más, el destino me puso en frente un manubrio y dos ruedas, simplemente no lo podía desaprovechar. Estoy seguro que mi padre, un entusiasta aficionado del ciclismo, sonrió desde el cielo.
Sondors, un sueño que despegó en internet
El éxito de la compañía Sondors se lo debe en gran medida al apoyo de la gente. En febrero del 2015, el estadounidense Storm Sondors, un gran aficionado del diseño y la manufactura, publicó una iniciativa en la que buscaba financiamiento de los cibernautas para su compañía de bicicletas eléctricas.
Su idea era crear bicicletas eléctricas con un pequeño motor que ayudaran al ciclista en su pedaleo y que tuvieran un diseño atractivo, pero a la vez que su costo fuera accesible.
Su proyecto nació luego de que sufriera una lesión en una rodilla y se le dificultara andar en bicicleta. Además, se rehusaba a pagar $4.000, que era el costo usual de las bicicletas de ese tipo.
La meta inicial de Sondors era recaudar $75.000 pero su idea caló profundamente el público y terminó recogiendo más de $6 millones, gracias al apoyo de más de 15.000 personas. Por este motivo, su compañía es considerada como uno de los casos más exitosos de crowdfunding en la historia.
Actualmente, sus modelos se venden en más de 42 países en todo el mundo y Storm Sondors tiene ahora una casa en Malibú, desde donde además de andar en bicicleta se dedica a otras de sus pasiones, como el surf.