El escenario: cualquier bus de Desamparados. El repertorio: una amplia lista de canciones latinoamericanas. El artista: nada más y nada menos que Chayanne Guapo, un morenazo de cuerpo fornido, ojos pizpiretos, galán a más no poder y con un don interpretativo digno de admirar.
No necesitaba micrófono porque su potente voz la escuchaban desde el chofer hasta el último pasajero. No tenía horarios de presentaciones porque lo hacía cada vez que necesitaba llevar unos cinquitos a la casa para ayudar a su mamá. No tenía representante porque los propios conductores de las unidades lo animaban a subirse para que hiciera su espectáculo. No tiene Facebook o Instagram, no tiene discos grabados ni tampoco videos oficiales, pero muchos de los que hemos usado el servicio de los buses de Desamparados lo reconocemos y lo llevamos en la memoria como un grato recuerdo.
Su talento lo podía llevar a cantar (a pedacitos) éxitos de la música romántica con una intensidad que hasta Camilo Sesto se la deseaba; pero también pasaba a movidas canciones tropicales al ritmo de cumbia, salsa o merengue que bien podían haberse convertido en un bombazo en los salones de baile. Además, como plus, cantaba a todo pulmón y como pocos podrían la del Hotel California en un inglés que solo él entendía. Bailaba también y hacía los sonidos de los instrumentos con su boca. Hacía las de locutor de radio y nunca dejaba por fuera los anuncios de sus emisoras favoritas.
Chayanne se convirtió con el paso de los años en uno de los personajes representativos del cantón josefino, claro que a muchos les alegraba el día y, por supuesto, a más de uno se lo amargaba. Pero, ¿pregúntele si le importaba? No, porque él en su inocencia era feliz, siempre ha amado la música y sabe perfectamente que lo hace bien.
“Esta va para la machita de la esquina”, decía siempre. Muy elegante y respetuoso le dedicaba Perdóname de Camilo Sesto a alguna muchachita que iba al final del bus. Pero no terminaba la canción porque aquella rockola que es su mente no se lo permitía e inmediatamente hacía un cambio radical cual DJ para echarse La puerta negra.
Juan Carlos Zamora Badilla es el nombre de pila de este vecino de Los Guido de Desamparados, pero nadie lo reconoce así. Él es Chayanne Guapo porque ni el mismo puertorriqueño dueño del nombre original podría decirle lo contrario. No se sabe quién lo bautizó o si fue él mismo el que decidió su nombre artístico, la cosa es que en las calles y en los buses Juan Carlos es Chayanne Guapo, el tico.
Hace más de un mes que Chayanne Guapo no se ha vuelto a ver en las unidades y tal vez muchos se preguntarán por su paradero, pero para tranquilidad de sus fans, él está bien, está en su casita ayudando a su mamá Flor Badilla, cuidándola, apoyándola en los oficios de la casa y yendo a la iglesia con ella.
Lo fuimos a buscar a su casa porque cierto día quien escribe recordó de repente un pasaje muy divertido con Chayanne Guapo cuando iba de camino al colegio hace tal vez 18 años. Desde San José hasta el centro de Desamparados (recorrido de mínimo 25 minutos), este artista callejero no paró de cantar y de hacer reír a todos los carajillos que íbamos para el Voca, tanto así que entre muchos hicimos banca con lo poquillo que teníamos para darle al cantante.
Visitamos su casa en Los Guido, Juan Carlos nos esperaba para la entrevista, él sabía que le íbamos a tomar fotos y se puso muy guapo. “Yo quería que me hicieran una fiesta de cumpleaños pero no me la hicieron”, fueron las palabras con las que nos recibió.
A pesar de sus 43 años, Juan Carlos es como un chiquito pequeño, según nos explicó su mamá. De ahí el reclamo como si fuera un niño de cinco años que no recibió respuesta a una promesa que alguien le había hecho en octubre del año pasado pocos días antes de festejar su natalicio. Pero bueno, después de contarnos que no le hicieron la fiesta que le prometieron, nos invitó muy amablemente a entrar a su casita.
Allí vive solo con su mamá. Ella no trabaja porque tomó la decisión de no volver a dejarlo salir a la calle porque se le perdía y eso la preocupaba mucho, así que se dedica a cuidarlo. Juan Carlos desde muy chiquillo se le escapaba a la mamá y andaba mucho en la calle, el problema en aquellos años es que doña Flor era mamá soltera de 10 hijos y Juan Carlos con su discapacidad era por supuesto el más difícil de cuidar.
Así fue como “conoció la calle”, se aventuró a ella y la hizo parte de su vida, según reconoce doña Flor, de 61 años.
Repertorio
Aprendió la música oyéndola en un radio pequeñito que había en la casa, pero más que todo en la calle.
Musical, “Chinchonola” (Sinfonola) y Azul son las emisoras que él identifica plenamente, con el repertorio de estas radios es con el que alimentaba sus presentaciones, aunque afirma Juan Carlos que ya no le gusta cantar la “música del mundo”, ahora dedica su talento a cantarle a Dios.
Sin embargo, cuando andaba en los buses no podían faltar temazos que a más de uno les hacía recordar viejos amores o los bailongos de los pueblos.
“Me conocen en los buses. Ya no canto canciones pachucas del mundo porque antes cantaba piezas de Marco Antonio Feliz, La puerta negra, La del moño coleraro, Pachito tun tun, Dos mujeres y un camino y las de Leo Dan”, recuerda el artista mientras se pone a cantar pedazos de esas canciones.
Cada vez que menciona un tema se mete en el personaje interpretativo, así es como de pronto pasa del romanticismo del Buki a la roquera Popotito y de pronto a “De qué manera de vido”. Les cambia la letra a las piezas, pero el ritmo nunca lo pierde. Inmediatamente interpreta algo que dice “Vamos a alabarte conmigo, vamos a alabarte, Dios, porque grande eres tú”.
“Pregúntele a mi mama. Yo voy a la iglesia bien chaneado, yo la acompaño, me baño solito, cómodo mi camita y mi yopita”, cuenta y sigue cantando porque eso es lo que hace mejor.
Camilo Sesto es uno de sus favoritos. “Para todas las chiquillas más guapas del mundo aquí va el tema Cosita mala: yo te seguro que yo no fui. Ay amor viviiino. Perdóname, si los celos te han matado. La del moño coleraro. La vipa, yo no quiero a tu mamá", y así por largo rato. “Ya no canto en los buses porque antes la gente me decía loco y que cantaba feo”, dice con algo de tristeza.
“Tal vez yo iba con él en el bus, se levantaba a cantar y había personas que decían que qué feo cantaba. Yo en mi mente pensaba que él lo que hacía era alegrar a las personas", dijo doña Flor.
“Siempre ha sido muy alegre, esto de la música lo trae en las venas, es herencia de la familia del papá”, nos contó la orgullosa madre de Juan Carlos. Aunque aprendió a hablar muy tarde en su vida, parece que estaba esperando a hacerlo para que su ímpetu fuera más fuerte que su padecimiento y con su talento tratar de ganarse la vida de una manera honrada.
En la entrevista Chayanne se dedica a cantar su éxitos. Saca una vieja dulzaina con la que también hacía las delicias del público. Dice que toca salsa, cumbia y merengue; pero también canta Y basta ya y algunas de Rocío Durcal porque sí, también canta repertorio femenino. Lo que definitivamente no canta es reguetón, no le gusta.
Y vuelve a cantar: “Tu etas siempre en mente. Esa coboría de mi amor por ella. Vuéveme a querer, no me latimes”. De Chayanne, el original, canta Tiempo de vals y hace unos pasitos como si estuviera agarrado de la cintura de una muchacha.
Ya no más
Hace poco más de un mes Juan Carlos se le perdió a doña Flor. Eran más de la una de la madrugada y el muchacho no llegaba a casa, la preocupación de la señora era mucha y ahí fue cuando decidió que ya no lo iba a dejar más andar en la calle solo.
“Cuando por fin vino llegó todo pálido, sudando frío y con los labios blancos blancos. Fue un susto terrible. Yo acaté nada más a abrir el portón y meter a mi muchachito a la casa. En eso Dios me dijo que le diera una aspirinita y eso hice; yo creo que le quiso dar así como un infarto porque él no está acostumbrado a dormir afuera y seguro el sereno y el frío lo afectaron”, recordó la señora.
Otros factores que mediaron para que Chayanne Guapo ya no ande en los buses cantando es que había mucha gente que se aprovechaba de él, según dijo la madre. “Había viejos que se lo llevaban para la cantina cuando lo veían que volvía para la casa con unas chapillas de plata, otros se las quitaban y lo mandaban para la casa sin nada”, narró.
Chayanne también tuvo una novia, él le dice ‘La gata’ y cuenta que cuando él recogía monedas se las daba a ella, pero ella un día lo dejó por otro.
Según asegura doña Flor, Juan Carlos padece de “un retraso severo", así es como en su entendimiento califica la discapacidad de su hijo. El cuarto hijo de la señora llegó al mundo en su casa en Nandayure de Guanacaste, el nacimiento fue asistido por una partera del lugar.
“Cuando nació no lloró. La señora lo puso con la cabecita para abajo y le daba nalgadas y nada. Ella me dijo que el niño venía con un problemita. Yo solo le pedía a Dios que estuviera bien, pero logró llorar como una hora después de que nació”, explicó doña Flor.
Dice la mamá que un mes antes de que Juan Carlos naciera, a ella se le murieron la mamá y dos hermanitos pequeños en un accidente de tránsito, situación que obviamente la afectó mucho. “Yo no pude llorar en la vela y en el entierro, seguro el bebé se tragó todo ese sufrimiento que yo pasé”, dijo.
Cuando se vinieron a vivir a San José, el papá de Juan Carlos lo agredía porque en su condición, el niño no controlaba muchas de sus acciones. “Por eso fue que él agarró la calle porque el papá le pegaba mucho, no le tenía paciencia”, dijo la mamá.
Juan Carlos empezó a salir desde muy pequeño, como a los siete años ya andaba en la calle. Una vez se le fue a la mamá con dos de los hermanitos pequeños, si acaso tenían dos y tres años cuando eso pasó. Los fueron a encontrar en Aserrí porque hasta se montaron en unos buses. “´Vieras que protector es este muchacho, aunque él convenció a los hermanitos de irse, dicen los que los vieron que nunca los soltó. Cuando llegué a la delegación ahí estaban los tres bien agarraditos, parecían pollitos”, dijo.
Con el paso del tiempo Juan Carlos le fue perdiendo el miedo a la calle y se fue haciendo amigo de muchos. Empezó a cantar y la gente le aplaudía, no se sabe bien cómo y cuándo fue que decidió hacer de los buses su escenario y menos cuando se dio cuenta de que con eso podía ganarse algo de plata para ayudar a su mamá.
“Cuando empezó a cantae no había muchos buses, pero poco a poco se fue metiendo en eso. La gente que lo aprecia le regala cositas, ropa o comida. Gracias a Dios, aunque en la calle está la maestría de la maldad, la gente lo ha ayudado mucho”, aseveró la mamá.
Recuerdos
En la mente casi infantil de Chayanne Guapo quedan muchos recuerdos de lo que fue su carrera artística. Él cuenta anécdotas de cómo los choferes le decían que cantara para que le echaran platica y de cómo muchas personas se reían con él y le aplaudían después de cada presentación.
Guarda con mucho cariño una colección de camisas de uniformes de los buses, saca unas y las modela muy galán diciendo que a veces le preguntaban que si era chofer.
Tiene también una colección de peluches porque le gustan mucho y la mamá le regala cada juguetico que puede. Le gusta ver caricaturas en el tele, pero dice que quiere uno más grande para ver con su mamá también las novelas y las películas.
Ahora, después de muchos años alegrando la vida de los pasajeros de Desamparados, este hombre con alma de chiquito se dedica por completo a estar en la casa, a ayudar con el oficio y a ir a la iglesia. Ahora Chayanne Guapo dedica su talento a cantar canciones de Dios.