Unos minutos antes del accidente del vuelo 214 de Asiana, Lee Yoon-hye supo que algo estaba mal con el avión. Muy poco tiempo después, escuchó el golpe que haría entrar en pánico a toda la tripulación.
Así lo relató ante los micrófonos de Univisión y frente a cientos de cámaras que la convirtieron en heroína.
Al parecer, 20 años de experiencia le han enseñado a Lee que primero están los pasajeros. Y prueba de ello es que fue la última persona en salir del avión en llamas.
Con un semblante especialmente tranquilo, narró ante la prensa los minutos que transcurrieron tras el accidente del Boeing 777 en el aeropuerto de San Francisco. La aeronave intentaba llegar a tierra cuando una desafortunada maniobra la hizo colapsar en la pista de aterrizaje.
Solo un par de risas nerviosas interrumpieron el testimonio de esta tripulante de cabina; por eso parecía que estaba contando una historia sin importancia. De este lado del mundo, su acento asiático no permitía identificar ningún indicio de dramatismo en la voz. Sin embargo, sus palabras revivieron los momentos de terror vividos por los 305 pasajeros que sobrevivieron al percance.
Según la agencia Associated Press, el rescate comenzó mal. Antes de que la cabina empezara a llenarse de humo, dos de los toboganes de salida se inflaron hacia el interior del avión, lo que dejó heridas en varios de los asistentes de cabina.
Pasaron los minutos y Lee asegura que en ningún momento reparó en el peligro al que se enfrentaba.“Realmente, no estaba pensando, pero mi cuerpo empezó a tomar las medidas necesarias para una evacuación”, contó a AP. “Solo pensaba en rescatar a un pasajero tras otro”.
Joanne Hayes-White, jefa del Departamento de Bomberos de la ciudad, narró al San Francisco Chronicle , que la tranquilidad de Lee los hizo creer que ella venía de la terminal. “Quería asegurarse de que todos estuvieran bien... Fue una completa heroína”, opinó Hayes.
Mas Lee asegura que ella no fue la única que se entregó a labores de rescate. Recuerda que, en medio de aquella descarga de adrenalina, pudo observar cómo una de las azafatas cargaba a un niño en su espalda para ayudarlo a salir, y vio al piloto dirigiendo a varias personas para que abandonaran la nave en llamas.
A ella, el fatal aterrizaje no la dejó ilesa. Pero no fue sino hasta mucho después, cuando la mayor parte de los pasajeros y tripulantes estaban a salvo, que notó que su tobillo estaba quebrado.