Faltaban tan solo unos minutos para que iniciara la corrida de toros de la noche del 26 de diciembre de 1999. Ese día, el redondel de Zapote estaba lleno de público ansioso por disfrutar lo que traería la velada.
En uno de los asientos, como un espectador más, se encontraba, con libreta en mano, un gran fanático de las corridas, listo para anotar todos los pormenores de lo que ocurriría con los toros, los improvisados, las ganaderías y hasta las televisoras, como lo hacía desde años antes desde su casa.
Él estaba seguro de que pasaba desapercibido y que era solo un espectador más en el redondel, hasta que minutos antes de que el juego de pólvora diera por inaugurada la noche, se le acercaron y con micrófono en mano le pidieron que animara el espectáculo de pirotecnia. No le dieron tiempo ni siquiera para pensarlo, pero su experiencia como animador de eventos lo envalentonó.
El susto desapareció en cuestión de segundos y al terminar el show de pólvora, volvió a su sitio con una sonrisa que mostraba su satisfacción por haber hecho bien el trabajo. Sin embargo, los administradores del redondel no lo pensaban dejar ir y de nuevo le pidieron ayuda, esta vez, para que animara la corrida.
En ese momento, Álvaro Zamora comenzó a sudar frío y sus piernas le temblaban, mientras bajaba despacio por la gradería. Era un trabajo para el que no llegó preparado; sin embargo, fue un favor que le pidieron y él simplemente no podía negarse. Entonces, respiró profundo, recordó su larga experiencia como animador de eventos, encendió el micrófono, dio la bienvenida al público, presentó al primer toro de la noche y el resto es historia.
Desde aquel día han pasado más de 20 años y Zamora aún recuerda como si fuera ayer lo que significó ese 26 de diciembre en su vida.
“Recuerdo que a mí me temblaba todo, pero luego yo dije: ‘Bueno, aquí o lo hago bien o lo hago mal, pero por lo menos tengo esta oportunidad de animar una corrida en el máximo escenario de Costa Rica’”, relata.
Y aunque pensó que solo sería por una noche, después de la actividad le ofrecieron quedarse animando todas las corridas de esa temporada y así sucesivamente todos los años, al punto de convertirse en la voz del redondel por dos décadas... hasta que llegó el 2020. Este año no hubo llamada, ni invitación para hacer lo que se ha convertido en su gran pasión y el medio para ganarse el aguinaldo.
Recientemente el Ministerio de Salud canceló las corridas de toros para evitar el contagio de la covid-19. Por esa razón, su labor no será necesaria. Y no hizo falta que nadie se lo explicara, pues desde hace varios meses se mentalizó de que esta Navidad y Año Nuevo serían diferentes.
“Para mí este ha sido un año muy duro, porque con la pandemia mi trabajo en eventos ha bajado en más de un 90% y mi trabajo de fin y principio de año en el redondel es como mi aguinaldo. Desde hace meses ya no podía contar con eso, porque ya yo me imaginaba que con la pandemia ya no iban a haber corridas y que me iba a quedar sin trabajo. Después, cuando dijeron que sí iba a haber corridas pero sin público, daba igual y no me emocioné, porque mi función va dirigida precisamente al público”, explica el también animador de las corridas de Palmares.
Zamora se dedica a animar bodas, cumpleaños, baby showers y todo tipo de eventos; sin embargo, este año ha tenido que ingeniárselas para poder subsistir.
Pasión desconocida
Y es que Zamora no es solo un animador en el redondel, él es un amante de Zapote. Desde que tiene memoria, documenta todos lo que allí ocurre: anota cada detalle, cada toro, cada ganadería y cada dato que le parece curioso y lo guarda en un archivo personal. Él sabe desde cuántos toros se han brincado la barrera en el redondel de Zapote, hasta el nombre de todos los toreros improvisados que han pasado por la plaza.
Además, sabe que el 27 de diciembre del 2010 se jugó en Zapote el toro más pesado de la historia. Se trató de El Terrorista, el cual pesaba 1.200 kilogramos y era parte de la ganadería de Dimas Jiménez. También comenta que el 31 de diciembre del 2008, Elizabeth Ortiz se convirtió en la primer mujer en montar un toro en el nuevo redondel.
Cuando estaba adolescente, mientras sus amigos se escapaban para jugar bola, él se iba a ver corridas de toros en San Ramón, Palmares y demás plazas de toros en la zona de Occidente.
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Recuerda que cuando era niño y su papá lo llevaba a un redondel, siempre quería saber cómo se llamaban los toros y quería que le explicaran todo lo que ocurría allí. También fue un torero improvisado, aunque reconoce que era “de larga distancia” y que siempre estaba lo más alejado del toro.
Zamora no sabe de dónde proviene su pasión por las corridas de toros, pues en su familia nadie ha sido fanático del mundo taurino, tampoco son ganaderos o tienen relación con este campo. Lo que sí tiene claro es que su gran gusto por estas actividades lo han llevado a convertirse en el estadígrafo por excelencia de Zapote.
“Yo empecé muy joven a guardar datos y no sé ni por qué, solo sé que en ese entonces también encontré un VHS y empecé a grabar las corridas de Zapote e iba apuntando cosas, era como un hobby, una loquera mía y que nadie la sabía... ni mi familia sabía que yo hacía eso. Recuerdo que yo las ponía en un televisor que tenía y le bajaba el volumen y yo mismo iba comentando las corridas. Vieras que vacilón.
“A partir de allí empecé a guardar recortes de periódico relacionados con los toros. Y yo insisto en eso porque yo no imaginaba a dónde iba estar hoy o qué iba a pasar después, yo solo lo hacía como un pasatiempo”, afirma.
En su casa, el animador aguarda “en un lugar especial” un archivo repleto de detalles y datos valiosos acerca de las corridas de toros, el cual ha ido alimentando conforme pasan los años. Aunque también se ha digitalizado y ahora en su computadora, ordenado por carpetas, tiene un archivo en el que lleva los números de las corridas desde 1999.
“Yo tengo un librito en el que tengo todos los nombres de los improvisados, otro con lo de los toros; también guardo los guiones de lo que digo durante mis intervenciones en el redondel. Hay rayones, poquillos de fresco que se me ha caído en el guión, pero yo los guardo así en mis archivos. También guardo todas las noticias, tengo recortes de periódicos de años y que siempre consigo de alguna manera y todo lo tengo en una mesita en mi casa”, detalla.
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A lo largo de los años, Zamora ha logrado conseguir datos que son de varias décadas atrás y para ello ha tenido que buscar testimonios y leer mucho; incluso, ha pasado días enteros dentro de la Biblioteca Nacional buscando información que le permita corroborar información que le llega.
Por ejemplo, entre los datos que atesora se encuentran los precios de la primera corrida de toros que se realizó en Zapote. Esta fue el 25 de diciembre de 1969 y los boletos costaban ¢5, ¢10 y ¢20, dependiendo de la ubicación.
También, en enero de 1982, Eduardo Conejo, hermano de Gabelo Conejo, era un miembro de la familia torera y fue el primero en la historia de Zapote en saltarse un toro.
“Tal vez son datos que la gente no ve como muy importantes, pero para mí sí lo son. Y esto es algo que se ha convertido en un trabajo personal, porque a mí nadie nunca me ha dicho: ‘Haga esto de esta manera’; es decir, esta es una tarea que yo mismo me encomendé y que nadie me la paga, porque yo lo hago como algo personal. Eso sí, tengo que ir recopilando todos los años porque si yo me atraso un año, ya no recupero los datos y se va a perder la historia”, explica.
Un año diferente
El próximo 27 de diciembre, Zamora cumplirá 58 años y por primera vez en 21 años, nadie le llevará un queque al redondel y sus vecinos de San Ramón no podrán ir a cantarle cumpleaños a la plaza de toros que tanto ama.
Este año, no tendrá que correr para salir a las 11 a. m. de San Ramón para llegar a la 1 p. m. al redondel preparándose para las corridas del día y buscando los primeros datos para su archivo.
“Para mí diciembre es el mejor mes. Ya mi familia sabe que el 25 de diciembre yo me desconecto esos días y me dedico a las corridas, pero por la situación este año va a ser muy diferente y da como nostalgia.
“Para mí Zapote ha significado una oportunidad para darme a conocer y me ha abierto las puertas a nivel laboral a lo largo de estos años”, explica Zamora, quien tiene dos hijos que, según cuenta, ya están grandes.
Hoy, a pesar de lo difícil que ha sido su año a nivel laboral, el estadígrafo y animador se mantiene positivo y con la esperanza de que el próximo año va a volver a estar en la plaza que tantas alegrías y satisfacciones le ha dado durante estas dos décadas.