Como si fracasar no fuera parte de nuestra condición humana, en boca del presidente Rodolfo Villalobos, la Fedefútbol se desmarcó olímpicamente del desteñido papel de la Selección Nacional en el Mundial Rusia 2018, endosó las responsabilidades al técnico Óscar Ramírez y apuntó nueve causas por las cuales no se lograron los objetivos, como si en la enumeración de tales falencias no le cupiese responsabilidad alguna. ¡Válgame Dios!
Contrario a la ética del capitán de un navío, quien abandona el barco de último, una vez que ha hecho lo posible por salvar a los demás, don Rodolfo destaca sus logros de organización y logística, obligación intrínseca del órgano rector, y enfila sus baterías contra el técnico, contra los jugadores que no llegaron en el nivel óptimo, contra el ritmo de juego, contra la consistencia de los partidos del campeonato nacional, entre otros rubros que el presidente coloca en compartimientos estancos, y no en cadena, como reza la lógica elemental.
Bien se dice que las victorias tienen muchos padres y que las derrotas son huérfanas. El fútbol es, por antonomasia, un deporte colectivo, de modo que no se pueden achacar las responsabilidades a unos cuantos y lavarse las manos de lo que, simplemente, se llamó fracaso.
Basta leer entre líneas para detectar que en cada una de las nueve razones expuestas, hay responsabilidades que atañen a la organización como un todo. Si no hubo un gerente o director deportivo que supervisara las tareas del timonel Ramírez, ¿de quién es la responsabilidad? ¡De la Fedefútbol! ¿Y quién es la cabeza de la Fedefútbol? Adivina, adivinador… ¡Don Rodolfo Villalobos!
Cada quien puede leer en las informaciones periodísticas las nueve causas que expuso el capitán del navío, el señor Villalobos. Saquen entonces los amables lectores las conclusiones y verán que no hay quite. En el Mundial fracasaron todos los que conformaron la representación nacional. En esa tesitura, que cada palo aguante su vela.
Está bien desgranar los informes, estudiarlos a fondo y reorientar las políticas de trabajo con miras a Qatar 2022, para no repetir los errores cometidos. Lo que no se vale es zafar el lomo y recurrir al estribillo infantil: “Yo no fui, fue Teté; pégale, pégale que ella fue”.