Su designación agiganta el error cometido al nombrar a Matosas. Casi un año perdido para la Selección, con Rónald González marginado del banquillo mientras el otro “se aburría”.
Ahora sabemos que el uruguayo no lo quiso a su lado porque necesitaba a “un cuate”, Héctor Altamirano, que le disimulara sus bohemias y noches de aburrimiento. Alguien que no cuestionara esos delirios con que envolvió a muchos.
Igual, pidió a un asistente local de poca trayectoria y bajo perfil, Douglas Sequeira, para no sentirse amenazado en el puesto, cada vez que sus resultados fueran malos. O por si descubría su poco compromiso con el trabajo.
Gracias a su aburrimiento, no tuvimos tiempo de enterarnos qué tan mal nos pudo ir. El reloj regresa en el tiempo y se encarga de premiar a Rónald y reparar en algo la injusticia de hace nueve meses. La misma que se cometió con Luis Marín.
Estoy seguro que no es el de mejor hoja de vida, entre 70 que se dice llegaron a la comisión. Pero la cercanía con la Selección, el progreso logrado en el interinato anterior y su recordado cuarto lugar en Egipto, pesan más que muchos de los cuestionados requisitos de la matriz.
Eso sí, le toca demostrar que no lo han escogido por ser el más barato, “el buenazo de Ronital” que lo quitan y ponen y no dice nada, o simplemente porque ha recibido el beneplácito de muchos periodistas.
Ahora tiene que amarrarse la faja, de cara a la dirigencia y al camerino. Leal, Marín y Cruz son de su cosecha reciente y el mejor testimonio de que puede y debe reverdecer a esta Selección que se debate entre la añoranza y el mañana.
Con ellos no basta. Lo bueno es que ahora hay más retoños para gestar el futuro de una nueva Selección. Allí están los Francisco Rodríguez, Frank Zamora, Ariel Lassiter, Luis Díaz, Fabricio Ramírez, entre otros, como un abanico para sumar nombres y candidatos a ponerse la roja.
Sabemos que González no se va a aburrir ni le va a faltar trabajo por hacer. Pero tiene que templar el carácter, sacar al hombre aguerrido que fue como defensor e imponer su ley ante una dirigencia que bailó al compás de Matosas, pero que a lo mejor va a querer poner la música a las jornadas del tico.
Le toca hacer que esta broma llamada Matosas se convierta en el accidente que nos sacó del camino incorrecto y nos puso con rumbo a Catar.