Hablemos sin rodeos: ni Serbia ni Suiza son del primer mundo del fútbol; tampoco cocos europeos, entonces, ¿por qué el Mundial de Rusia 2018 tiene que ser una utopía?
La duda pasa por el estado en que lleguemos a la cita ecuménica del balompié, con una estructura resentida y lejos de su mejor nivel, por lesiones, inactividad y rendimiento.
Un cuarto factor, quizá, sería el empecinamiento del técnico en gente que no está para jugar un gran torneo, pero que incluirá en la lista porque son de los suyos y no puede fallarles.
Como nos vaya realmente dependerá de cuánto crezcamos en los 30 días –ojalá sean más – que el entrenador disponga de sus futbolistas para ponerlos a punto y en modo Mundial.
Y es ahí en donde la interrogante empieza a corroer porque ¿cuáles opciones hay de que, por ejemplo, Campbell, Guzmán, Bolaños, Ureña y Matarrita, se pongan a 10 puntos, tras superar sus lesiones?
O ¿podrán Celso, Bryan, Tejeda, Pipo, Gamboa, Oviedo, Acosta, Venegas y Duarte, meterse en ritmo de Copa del Mundo y superar una temporada de altibajos y rendimientos dispares por suplencias, desconfianza de sus técnicos u otras situaciones?
No es culpa de los jugadores haberse alejado de la línea de regularidad que los tendría a punto y con el ritmo necesario para el desafío que se viene, lo que pone a Óscar Ramírez a oficiar de alquimista a las puertas del Mundial.
Jugar afuera te expone a eso, es decir, a jugarse el riesgo de ser titular o suplente, a ir y venir de la formación, a ganarse el puesto en medio de una competencia feroz.
Y lo sufren todos: México, por ejemplo, no se escapa y buena parte de su legión extranjera no se alinea con la frecuencia que el técnico quisiera y por eso Juan Carlos Osorio ha probado con dos equipos alternos para dar con el once ideal, aunque la prensa lo empale.
El desafío de Óscar es dar con la fórmula para plantar ante Serbia y Suiza un equipo que entre el orden y el equilibrio, genere el juego necesario para llegar al gol y amarrar seis puntos que darían el pase a segunda ronda.
Lo de Brasil sí está lejano, por antecedentes, peso histórico y balance de duelos en mundiales, agravado por el nivel que Adenor Leonardo Bacchi, Tite, le imprimió a un equipo muy rico técnicamente.
Ahí sí dependeremos de un Keylor en su estado más puro, imponiéndose en las visitas frecuentes que lo expondrían a una media de siete opciones de gol peligrosas que, al menos, debería conjugar.
Por eso el Mundial es contra Serbia, de buenos jugadores, y una Suiza que no es Francia ni mucho menos, dos rivales a los que se puede vencer si redondeamos en 180 minutos el nivel que un día tuvimos.
¿Será mucho pedir?